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Los desafíos de Clavijo

Como era de esperar, algunos miembros del Comité Político Nacional (CPN) de Coalición Canaria prometieron sus votos a los dos candidatos. Por eso el resultado de la primera votación sorprendió a ambos: 40-45, con las esperadas abstenciones de los herreños, cinco votos (siempre marcando su territorio) y uno de la diáspora venezolana. El resultado condujo a Paulino Rivero, en un elegante gesto que probablemente habría tenido que ejecutar también Clavijo, llegado el caso, a retirarse antes de que la brecha abierta en el partido se hiciera más profunda. Pero la segunda votación volvió a evidenciarla: 22 abstenciones y un voto nulo. CC atraviesa quizás el momento de división interna más extremo desde su creación, hace más de veinte años. Ese, el de la evidente división interna, es el primer desafío que tendrá que acometer el flamante candidato presidencial, Fernando Clavijo, antes de siquiera plantearse cómo acudir a una campaña electoral que a priori se presenta muy complicada. Que esa segunda votación, la del refrendo, llamada a transmitir puertas afuera que todos saldrían de allí apoyando a un solo candidato, mostrara 23 discrepancias es una señal que no ha pasado desapercibida para los ganadores. Ya ha pedido la convocatoria de un comité permanente extraordinario, en el que, con la coartada de preparar un calendario programático, habrá depuraciones profundas, probablemente en la cabeza del secretario de Organización, José Miguel Barragán, que este viernes recibía críticas a ambos lados del cuadrilátero.

Se masca la revancha

Las palabras conciliadoras de Clavijo al término del sorprendentemente breve cónclave nacionalista no han logrado calmar a algunas voces que pocas horas después lamentaban la cercanía de una cacería contra todos los que hayan formado parte del núcleo más cercano a la campaña del presidente saliente. Los más viejos del lugar, algunos de los cuales forman parte del equipo de Clavijo, no han olvidado aún la afrenta que supuso que Rivero prescindiera de todos los estrechos colaboradores de Adán Martín cuando le sustituyó en 2007. Pero la purga, sospechan los más temerosos, será antes de índole orgánica, no en vano Paulino Rivero ganó el último congreso nacional por un exiguo margen que a medida que se acerque el final de esta legislatura se convertirá probablemente en algo muy escuálido. En islas como Lanzarote un espabilado Pepe Torres Stinga se adelantó a las guadañas poniéndose a disposición de los ganadores. Su causa, que es la de Inés Rojas, enfrentados ambos a muerte con Pedro San Ginés, es uno de los motivos por los que Rivero no concitó los apoyos necesarios en esa isla. No se presenta nada conciliadora, sin embargo, la salida en Gran Canaria, donde un crecido Fernando Bañolas no se ha escondido jamás para anunciar plagas sin fin contra los que trataron de someterlo durante este proceso. Que él y Mari Mar Julios representen la renovación que abandera Clavijo sigue causando algo de sonrojo entre la dirigencia nacionalista. Nada nuevo que esperar de La Palma, cuyos históricos dirigentes se la tenían jurada hace tiempo al presidente. Pero donde la revancha es más palpable es en Tenerife, y es en su isla natal, en la que ejerce de secretario general, donde el alcalde de La Laguna tendrá que embridar euforias incontenibles para demostrar que son falsos los sambenitos que se le han colgado de ser el ariete de esa vieja guardia burguesa que a menudo llama a Paulino “el mago de mierda”.

Paulino acabará el mandato

Los que conocen bien a Paulino Rivero daban por hecho tras su derrota que no tirará la toalla tan fácilmente. Lejos está esa pretensión de algunos de sus acólitos periodísticos que han hablado estos días -y recalcaron este mismo viernes- de un cambio de siglas para concurrir a las elecciones bajo con el PNC. De momento sigue siendo el presidente de Coalición Canaria y, sobre todo, del Gobierno regional, con mando plenipotenciario y un socio con el que mantiene una sintonía inusual. Su descarte como candidato le libera de alguna manera de tener que gobernar con ataduras electoralistas, pero sus colaboradores daban por hecho que no aflojará un punto en los grandes temas que tiene planteados, particularmente las prospecciones petrolíferas y su pulso con el Gobierno de España por el desprecio con el que ha tratado a las Islas en esta legislatura. La advertencia de Clavijo al PP de que no habrá pacto si hay petróleo le refuerzan en esa misma línea ejecutiva. Ocho meses, casi nueve, es un curso político completo que Rivero tendrá por delante para hacer valer sus poderes y negociar cualquier recolocación. Acabará su mandato, y lo hará manteniendo el pacto con el PSOE, cuyo líder regional, José Miguel Pérez, le acompañará en esa misma senda de la retirada con vistas en nuevos destinos. La oposición parlamentaria aprovechará, sin duda, esa situación del presidente y del vicepresidente. Particularmente el PP, porque Nueva Canarias ya anunciaba por boca de su presidente, Román Rodríguez, que seguirá ejerciendo una oposición responsable que garantice la estabilidad hasta el verano próximo. La debilidad de CC, tanto orgánica como ideológica, abandonando cada vez con más descaro los soplos de izquierda con los que arrancó en sus comienzos, es una baza muy interesante para Nueva Canarias, que en todas las encuestas aparece incrementando su presencia en las instituciones.

El factor Gustavo Matos

El único militante socialista que hasta ahora ha anunciado su disposición a dilucidar en primarias la candidatura del PSOE es Gustavo Matos, un viejo conocido de Fernando Clavijo. Ambos se enfrentaron en una dura campaña electoral en las municipales de 2011 para la alcaldía de La Laguna. Matos juró a sus seguidores que jamás pactaría con el actual alcalde, y su derrota, motivada por la caída generalizada del PSOE y por candidaturas adversas como la de Santiago Pérez, le hicieron morder el polvo y abandonar, rumbo a la Dirección General de Comercio, los predios de Aguere. Pero como lo que ocurre conviene, gracias a aquel pinchazo electoral, Gustavo Matos podría verse nuevamente las caras con su eterno contrincante, pero en un escenario político diferente y seguramente más ventajoso para ambos. Ni Matos ni Clavijo tendrían ahora inconveniente en pactar, primero porque las relaciones con el PSOE ya no son las que eran, y segundo porque el alejamiento del PP de la realidad social lo convierte en un socio poco recomendable, por mucho que la derechona sea la querencia natural del núcleo duro de ATI que tantas esperanzas ha depositado en su nuevo candidato. Todo eso si Matos gana a las tres candidatas socialistas con intenciones –ma non troppo- de concursar: Carolina Darias, ungida por el aparato y nombrada sucesora por José Miguel Pérez; Patricia Hernández, que aparece avalada por un sector nada edificante del PSOE tinerfeño, y Paquita Luengo, que hasta este mismo viernes por la tarde evacuaba consultas para saber con qué apoyos podría contar en el caso de lanzarse a la aventura de unas primarias. El que se frotaba las manos con motivos de sobra era Javier Abreu, socio de Clavijo en La Laguna: la marcha del alcalde a la aventura regional le deja bastante expedito el territorio para volver a conquistar para los socialistas esa decisiva plaza. Abreu no teme que le presenten a un dinosaurio como Ricardo Melchior: le bastará con recordarle que su antecesor se marchó en nombre de la renovación en CC, y Melchior, por mucho que quiera, no la representa.

Como era de esperar, algunos miembros del Comité Político Nacional (CPN) de Coalición Canaria prometieron sus votos a los dos candidatos. Por eso el resultado de la primera votación sorprendió a ambos: 40-45, con las esperadas abstenciones de los herreños, cinco votos (siempre marcando su territorio) y uno de la diáspora venezolana. El resultado condujo a Paulino Rivero, en un elegante gesto que probablemente habría tenido que ejecutar también Clavijo, llegado el caso, a retirarse antes de que la brecha abierta en el partido se hiciera más profunda. Pero la segunda votación volvió a evidenciarla: 22 abstenciones y un voto nulo. CC atraviesa quizás el momento de división interna más extremo desde su creación, hace más de veinte años. Ese, el de la evidente división interna, es el primer desafío que tendrá que acometer el flamante candidato presidencial, Fernando Clavijo, antes de siquiera plantearse cómo acudir a una campaña electoral que a priori se presenta muy complicada. Que esa segunda votación, la del refrendo, llamada a transmitir puertas afuera que todos saldrían de allí apoyando a un solo candidato, mostrara 23 discrepancias es una señal que no ha pasado desapercibida para los ganadores. Ya ha pedido la convocatoria de un comité permanente extraordinario, en el que, con la coartada de preparar un calendario programático, habrá depuraciones profundas, probablemente en la cabeza del secretario de Organización, José Miguel Barragán, que este viernes recibía críticas a ambos lados del cuadrilátero.

Se masca la revancha