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Instruirá Varela, experto en prevaricación

Les hablamos del caso del colegio Hermanos García Cabrera, que arrancó una vez el Ayuntamiento decidió destinar ese viejo centro a dependencias públicas al quedar inservibles las de la calle General Antequera. Lo que teóricamente nunca debió pasar de un contrato de obra menor, con un límite de 50.000 euros (18.000 en el caso de servicios), superó con creces los seis millones, lo que a juicio del Ministerio Fiscal constituye una prevaricación continuada. Si se tomaran los hechos en el año en que comenzaron, 2005, la causa estaría prescrita, pero si se tiene en cuenta que se estuvieron pagando facturas de esas obras hasta bien entrado el año 2008, es probable que todavía el magistrado Luciano Varela tenga tiempo de aplicarle al senador por la Comunidad Autónoma de Canarias sus muy amplios conocimientos sobre el delito de prevaricación, el mismo por el que empuró al ex magistrado Baltasar Garzón con una pericia y una minuciosidad dignas de Jack el Destripador. Los hechos los relata a la perfección nuestro compañero Noé Ramón, así que no vamos a profundizar más en ellos pero sí en sus efectos colaterales.

Les hablamos del caso del colegio Hermanos García Cabrera, que arrancó una vez el Ayuntamiento decidió destinar ese viejo centro a dependencias públicas al quedar inservibles las de la calle General Antequera. Lo que teóricamente nunca debió pasar de un contrato de obra menor, con un límite de 50.000 euros (18.000 en el caso de servicios), superó con creces los seis millones, lo que a juicio del Ministerio Fiscal constituye una prevaricación continuada. Si se tomaran los hechos en el año en que comenzaron, 2005, la causa estaría prescrita, pero si se tiene en cuenta que se estuvieron pagando facturas de esas obras hasta bien entrado el año 2008, es probable que todavía el magistrado Luciano Varela tenga tiempo de aplicarle al senador por la Comunidad Autónoma de Canarias sus muy amplios conocimientos sobre el delito de prevaricación, el mismo por el que empuró al ex magistrado Baltasar Garzón con una pericia y una minuciosidad dignas de Jack el Destripador. Los hechos los relata a la perfección nuestro compañero Noé Ramón, así que no vamos a profundizar más en ellos pero sí en sus efectos colaterales.