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El papelón de la FEHT

Tampoco escapa de las críticas ecologistas la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo (FEHT), que ha jugado un papel ciertamente penoso en esta polémica alineándose con la cadena mallorquina y no con sus naturales aliados y anunciando el advenimiento de todos los males judiciales del mundo sobre el Cabildo de Gran Canaria. Su presidente, Fernando Fraile, que en otras ocasiones se ha comportado de un modo muy valiente, ha terminado por sucumbir ante las presiones del núcleo duro del Círculo de Empresarios, capitaneado por su ex cuñado, Mario Romero Mur, y del que también forma parte Juan Miguel Sanjuán (Satocan), directamente afectado por el BIC del oasis y las futuras protecciones por pretender ampliar con un centro comercial el aparcamiento que explota en las inmediaciones. En su deriva hacia no se sabe muy bien qué despedida de su gestión empresarial, Fernando Fraile llegó a ceder su puesto de presidente de la sectorial turística en la Confederación de Empresarios al que luego se convirtió en su presidente, Agustín Manrique de Lara, la mano dura de Soria en el movimiento empresarial, complementada por la de Salud Gil, la representante de Satocan en la patronal, lo que ha solidificado el poder del Círculo de Empresarios en las dos entidades empresariales más representativas, la CCE y la Cámara de Comercio. De nada ha servido a Fraile asociarse a la postura de RIU/Satocan ante los que queda fuera de juego y, en consecuencia, anatemizado por Lopesan. Debilitada por todas partes, los ecologistas dedican a la FEHT sentidos epítetos como los contenidos en las siguientes frases: “nula visión estratégica, cortoplacista y completamente dirigida a seguir apoyando la destrucción de este espacio (?); en lugar de hacer una apuesta por la calidad, promoviendo construcciones sostenibles en terrenos yermos que pueden ser ejemplarmente recuperados para uso turístico, apuesta por aliarse con quienes sólo quieren destruir los últimos rastros de vegetación y símbolos de los que vive la mayoría de la población de Gran Canaria apostando por dañar aún más la imagen internacional de nuestra Isla”.

Tampoco escapa de las críticas ecologistas la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo (FEHT), que ha jugado un papel ciertamente penoso en esta polémica alineándose con la cadena mallorquina y no con sus naturales aliados y anunciando el advenimiento de todos los males judiciales del mundo sobre el Cabildo de Gran Canaria. Su presidente, Fernando Fraile, que en otras ocasiones se ha comportado de un modo muy valiente, ha terminado por sucumbir ante las presiones del núcleo duro del Círculo de Empresarios, capitaneado por su ex cuñado, Mario Romero Mur, y del que también forma parte Juan Miguel Sanjuán (Satocan), directamente afectado por el BIC del oasis y las futuras protecciones por pretender ampliar con un centro comercial el aparcamiento que explota en las inmediaciones. En su deriva hacia no se sabe muy bien qué despedida de su gestión empresarial, Fernando Fraile llegó a ceder su puesto de presidente de la sectorial turística en la Confederación de Empresarios al que luego se convirtió en su presidente, Agustín Manrique de Lara, la mano dura de Soria en el movimiento empresarial, complementada por la de Salud Gil, la representante de Satocan en la patronal, lo que ha solidificado el poder del Círculo de Empresarios en las dos entidades empresariales más representativas, la CCE y la Cámara de Comercio. De nada ha servido a Fraile asociarse a la postura de RIU/Satocan ante los que queda fuera de juego y, en consecuencia, anatemizado por Lopesan. Debilitada por todas partes, los ecologistas dedican a la FEHT sentidos epítetos como los contenidos en las siguientes frases: “nula visión estratégica, cortoplacista y completamente dirigida a seguir apoyando la destrucción de este espacio (?); en lugar de hacer una apuesta por la calidad, promoviendo construcciones sostenibles en terrenos yermos que pueden ser ejemplarmente recuperados para uso turístico, apuesta por aliarse con quienes sólo quieren destruir los últimos rastros de vegetación y símbolos de los que vive la mayoría de la población de Gran Canaria apostando por dañar aún más la imagen internacional de nuestra Isla”.