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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

No hay PSOE ni para una moción de censura

Una moción de censura, aunque solo sea para que cada grupo parlamentario se retrate frente el Gobierno que ha conformado Fernando Clavijo después de expulsar al Partido Socialista canario y dar por roto el pacto que a regañadientes firmó en 2015. Una moción de censura, clamaba este fin de semana en una entrevista publicada en el Diario de Avisos Juan Fernando López Aguilar, para muchos socialistas canarios la gran esperanza en medio de tanta zozobra. Una moción de censura que obligue al Partido Popular y a la Agrupación Socialista Gomera a salir en defensa de este Gobierno de Coalición Canaria en solitario, y que permita conocer hasta dónde llegan los encuentros y desencuentros entre el PSOE, Podemos y Nueva Canarias.

Sería un buen ejercicio parlamentario, un apetecible gesto político para que la ciudadanía pueda comprobar hasta dónde llega esa última boutade de Fernando Clavijo: “demostraremos nuestra capacidad para la capacidad de pacto”. Dicho en boca de quien dinamitó sin recato el suyo con el PSOE suena a chiste macabro, pero de material como ese se viene construyendo últimamente la política de Canarias.

Nos tendremos que conformar de momento con la comparecencia parlamentaria del presidente el próximo día 19, sin votación ni nada que se acerque mínimamente a un refrendo o a una recusación.

Porque cuando la primera fuerza parlamentaria en número de votos, el PSOE, no está en condiciones de formular ninguna acción que le habilite para hacerse cargo del Gobierno, todo habrá de quedar reducido de momento a gestos y a símbolos.

Asier Antona, el presidente interino del PP canario, no quiere oír hablar por ahora de hacer presidenta a Patricia Hernández, la lideresa en ciernes del PSOE. Tiene en puertas un congreso regional que convierta su interinidad en plaza en propiedad y en todo caso barajaría formar parte del Gobierno de Fernando Clavijo a cambio de concesiones muy identificables por sus huestes. Y de una buena retahíla de cargos públicos con los que saciar tanta boca hambrienta.

Pero Antona necesita la bendición de Génova, que parece seguir empeñada en mantener al PSOE como socio de referencia para todas las leyes que se negocien desde ahora hasta el final de esta extraña legislatura nacional. Y si el PSOE de Susana Díaz fuera el que sucediera al de la actual gestora y tuviera un mínimo de interés por lo que pasa en Canarias, hasta podría darse el milagro de que el acuerdo en la Carrera de San Jerónimo se traslade a Teobaldo Power. Una carambola.

Pero es que ni siquiera el PSOE canario se cree ahora mismo capaz de articular nada que se parezca a una mayoría en torno a la que hasta el pasado 23 de diciembre fue la vicepresidenta del Gobierno. Ella misma cercenó muchos de sus apoyos dilatando más de lo políticamente deseable y lo humanamente soportable aquel Gobierno con Clavijo: pretendía un imposible, estirarlo hasta después del verano para llegar con poder y sus resortes al congreso regional todavía sin fecha.

Hasta le colocaron desde la gestora federal una gestora regional afín que convirtiera en paseo triunfal su carrera hacia la secretaría general de Canarias, pretensión que empieza a antojarse complicada precisamente por la pérdida de poder y por la manera tan estrepitosa de perderlo, y no necesariamente por ese orden.

Una gestora, por cierto, que continúa ejerciendo de palanca promocional de Patricia Hernández sin darse cuenta de que las circunstancias han cambiado radicalmente. La primera demostración se ha vivido en La Laguna, donde la gestora ha impedido cualquier posibilidad de moción de censura contra el alcalde nacionalista, José Alberto Díaz, al imponer que la candidata sea la concejala Mónica Martín (presidenta de la gestora local tras la expulsión de Javier Abreu), que ni fue la número uno de la candidatura a la alcaldía ni reúne las simpatías precisas ni entre las demás fuerzas políticas ni entre dos de los cuatro concejales del PSOE. Un desastre.

La postura de la enviada especial de la gestora a La Laguna, Marian Franquet, de imponer a Mónica Martín (o la nada) bloquea el acuerdo de facto existente entre las fuerzas de la oposición de hacer alcalde a Santiago Pérez, previa renuncia de los partidos que superaron al suyo (Por Tenerife) en las elecciones (Podemos y PSOE, por ese orden). No hay que olvidar que Santiago Pérez fue el denunciante del caso Las Teresitas y el ejecutor de la dirigencia socialista de Santa Cruz de Tenerife que se rindió a los encantos de Miguel Zerolo en aquellos años dorados de la corrupción en la capital tinerfeña. Entre aquel equipo de socialistas irradiados se encontraba el padre de la concejala lagunera, José Luis Martín, y de aquellos polvos, ya se sabe, estos lodos.

Las rencillas personales aparecen perfectamente camufladas tras el odio cartaginés que se le profesa a Javier Abreu en el aparataje oficial socialista. No lo quieren ver ni en pintura y temen que un gobierno progresista en La Laguna pueda hacerle resurgir de sus cenizas y volver a ocupar un puesto influyente del que manejar los hilos de los congresos del PSOE.

Abreu no ha ocultado la gracia que le hace que Juan Fernando López Aguilar regrese por sus fueros a hacerse cargo del Partido Socialista canario. Curtido en mil batallas y necesitado de un escudo orgánico que le proteja ante la nueva realidad del PSOE federal (que ésa es otra), López Aguilar puede presumir de dos cosas que vienen muy bien al partido en estos momentos: haber obtenido el segundo mejor resultado de la historia al Parlamento de Canarias (26 diputados en 2007) y desear sin disimulo mandar a Coalición Canaria a la oposición por la vía de las urnas o la reforma del sistema electoral. O por ambas a la vez.

La ceguera y el descoloque en el que anda todavía metido el PSOE tras su descabalgue gubernamental le impide poner en marcha precisamente esa reforma. Su última decisión parlamentaria corrió en dirección contraria: accediendo a las pretensiones de Coalición Canaria, degradó a sus representantes en la comisión de estudio de la reforma electoral poniendo al frente de ella a diputados capaces de comerse una caja de chocolatinas Tirma sin respirar. Entre otros degradados, Gustavo Matos, damnificado del patricismo por haberse enfrentado a la lideresa en aquellas primarias ganadas a pulso a golpe de tarjeta de crédito sureña. Uno de los pocos diputados que le ha plantado cara a Coalición Canaria sufriendo el vacío de sus propios compañeros. Llámenlo iluminado ahora, si les parece.

Una moción de censura, aunque solo sea para que cada grupo parlamentario se retrate frente el Gobierno que ha conformado Fernando Clavijo después de expulsar al Partido Socialista canario y dar por roto el pacto que a regañadientes firmó en 2015. Una moción de censura, clamaba este fin de semana en una entrevista publicada en el Diario de Avisos Juan Fernando López Aguilar, para muchos socialistas canarios la gran esperanza en medio de tanta zozobra. Una moción de censura que obligue al Partido Popular y a la Agrupación Socialista Gomera a salir en defensa de este Gobierno de Coalición Canaria en solitario, y que permita conocer hasta dónde llegan los encuentros y desencuentros entre el PSOE, Podemos y Nueva Canarias.

Sería un buen ejercicio parlamentario, un apetecible gesto político para que la ciudadanía pueda comprobar hasta dónde llega esa última boutade de Fernando Clavijo: “demostraremos nuestra capacidad para la capacidad de pacto”. Dicho en boca de quien dinamitó sin recato el suyo con el PSOE suena a chiste macabro, pero de material como ese se viene construyendo últimamente la política de Canarias.