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La soberbia de Clavijo acaba con las opciones de Coalición Canaria

Las dos representantes de Ciudadanos, Teresa Berástegui y Vidina Espino, se mantuvieron firmes desde el principio hasta el final: es imposible un pacto con Coalición Canaria en el que permanezca dentro del Gobierno Fernando Clavijo, investigado en el caso Grúas. Ese fue uno de los escollos, pero no el único, para que el intento a la desesperada del partido que lleva 26 años ininterrumpidos gobernando en Canarias viera fructificar su extravagante pacto por el que la segunda fuerza política (20 escaños sobre 70) haría presidente al de la tercera (11), con el respaldo de la sexta (3) y de la séptima (2).

La oferta de Coalición Canaria no conviene despejarla al terreno de lo despreciable porque en estos 26 años ha tenido ocurrencias más atrevidas y hasta ahora las ha aprovechado para mantenerse en el poder de modo ininterrumpido. Solo que esta vez pesa sobre las decisiones una tradición de 26 años de corrupción y un hartazgo de ciertos sectores de la sociedad canaria frente a quien ha ejercido el poder como si le perteneciera, quizás porque todo se montó desde el poder y para el poder, lo que excluía automáticamente cualquier variable en la que se planteara la tentación de abandonarlo.

La comida del viernes en la que se rompió la derecha la pagamos entre todos. Fue en el palacete de Ciudad Jardín, comprado por la Comunidad Autónoma para ser utilizada como residencia oficial del presidente (o presidenta) del Gobierno. Es decir, para servir de sede de nuestra máxima representación institucional. Pero ya a estas alturas todo da igual, supongo. Allí fue donde Fernando Clavijo convocó a los que quería que fueran sus braceros, los llamados a permitirle permanecer otros cuatro años más al frente de la Comunidad Autónoma de Canarias bajo la figura disimulada del vicepresidente plenipotenciario, lo que relegaría al presidente oficial, al que él considera el medianero del PP en Canarias, a ejercer de figura decorativa para asistir con chaqué a las romerías y leer el discurso de navidad ante las cámaras de le tele autonómica, junto a la chimenea del mismo palacete con el que lo quiso impresionar y tocando la zambomba con las escobillas de 700 euros la unidad con las que un inquilino anterior dotó a los numerosos cuartos de baño que acompañan a cada estancia.

Asier Antona se levantó cabreado de la mesa negociadora cuando Clavijo le dijo que era él el que iba a seguir mandando, cuando le explicó cuáles iban a ser verdaderamente las atribuciones que se le reservarían a la Presidencia de Canarias.

Una humillación que acostumbra a emplear el presidente en funciones cuando, si no se le atiende, amenaza con acudir a las direcciones nacionales de los partidos a dar cuenta de las indisciplinas de los que considera sus socios por obligación para que desde Madrid los metan en vereda.

Pasadas muchas horas tras ese almuerzo, todavía se podía escuchar a algún dirigente del PP exclamar a voz en grito aquello de que “Coalición Canaria es una mafia” o que sus dirigentes “son unos golfos”. Lo sabían antes del proceso negociador, pero se sintieron en la necesidad de corroborarlo.

La puntilla a la supervivencia de CC la pusieron las dos representantes de Ciudadanos, que se mantuvieron firmes en el veto a apoyar un gobierno en el que figure un imputado. Para mantener su posición, a Clavijo no se le ocurrió mejor defensor que él mismo, demostrando una vez más lo certero que es el adagio de leguleyos que sostiene que “el abogado que se defiende a sí mismo tiene a un tonto por cliente”. Ya no cuelan sus batallas sobre el origen político de la denuncia de 2017 que lo tiene imputado por varios delitos en los juzgados de La Laguna; ni siquiera la estratagema grotesca de su medianero Bañolas, denunciando a la carrera al candidato a presidente del PSOE en una acción descaradamente política y rastrera.

Tampoco sirvió de mucho la apasionada defensa que de Clavijo hizo uno de sus más vocacionales socios, el líder de la Agrupación Socialista Gomera, Casimiro Curbelo, que se pasó con suma facilidad al lado oscuro de la fuerza en cuanto supo formalmente de la oferta de CC al PP. Curbelo volvió a demostrar en la comida del palacete de la calle Camille Saint-Saëns que profesa una profunda amistad hacia Fernando Clavijo y que prefiere un pacto hacia la derecha antes que hacia la izquierda, lo que contradice muchas de las cosas que ha venido diciendo hasta ahora, tanto en público como en privado, tanto en Canarias como en la madrileña calle de Ferraz.

Alrededor de aquella mesa en la que se fue al carajo el non nato pacto hacia la derecha en Canarias había unas quince personas. Clavijo y Barragán, por CC; Asier Antona, Australia Navarro y varios integrantes de la dirección del PP; Casimiro Curbelo y dos enormes acompañantes de la ASG; Vidina Espino y Teresa Berástegui, por Ciudadanos, y Román Rodríguez y Carmelo Ramírez, por Nueva Canarias, a los que se les invitó inicialmente como libre oyentes por tratarse del partido que iba a quedarse en tierra de nadie en el caso de haber triunfado ese pacto hacia la derecha tras la incapacidad del PSOE de llevar a buen término el que iba en la dirección contraria.

Román Rodríguez, fiel a su trayectoria, habló más de lo previsto, pero supo callarse cuando los dos frustrados socios principales del festín se peleaban. Dijo haber acudido allí porque es partidario de estar “en todas, siempre”, lo que en el caso concreto debía haberse traducido en la traslación a las corporaciones que el PSOE le iba a arrebatar de posibles acuerdos alternativos adoptados por los allí presentes.

Nueva Canarias creía que el pacto hacia la derecha iba a prosperar y por eso autorizó a que la alcaldesa de Telde en funciones firmara la tarde anterior con Coalición Canaria y Más por Telde un pacto de alcaldía compartida que ahora le pesará como una losa. Solo habrá servido (y no es poco) para mandar a la oposición a un negligente Alejandro Ramos (PSOE) que andaba solo 24 horas antes repartiendo contratos y teléfonos móviles creyéndose el nuevo Churchill de Telde cuando no va a poder pasar de ser un mal delegado de curso al que los electores, muy probablemente, castiguen en la próxima ocasión por haberse llenado de balón tan imprudentemente.

Si este sábado Nueva Canarias no se lleva un revolcón de marca en la composición de las corporaciones locales y el PSOE de Gran Canaria consigue hacer cambiar de opinión a los suyos en Santa Lucía de Tirajana, es más que probable que el lunes se retomen las negociaciones de un pacto hacia la izquierda, con Ángel Víctor Torres de presidente, Román Rodríguez de vicepresidente, y la incorporación -no se sabe si al Gobierno o si solo a la investidura- de Podemos, ASG (a regañadientes) y Ciudadanos. En total, 39 actas, lo que significa que, llegado el caso, hasta pueden sobrar tres.

Nota del autor. En una primera versión de este artículo se cifraba en 140 euros la unidad el precio de las escobillas de retrete instaladas por un antiguo inquilino en la residencia presidencial de Las Palmas de Gran Canaria, pero a petición de colegas que investigaron aquella reforma y decoración lo ha cambiado por 700 euros, que parece ser la cifra más cierta.

Las dos representantes de Ciudadanos, Teresa Berástegui y Vidina Espino, se mantuvieron firmes desde el principio hasta el final: es imposible un pacto con Coalición Canaria en el que permanezca dentro del Gobierno Fernando Clavijo, investigado en el caso Grúas. Ese fue uno de los escollos, pero no el único, para que el intento a la desesperada del partido que lleva 26 años ininterrumpidos gobernando en Canarias viera fructificar su extravagante pacto por el que la segunda fuerza política (20 escaños sobre 70) haría presidente al de la tercera (11), con el respaldo de la sexta (3) y de la séptima (2).

La oferta de Coalición Canaria no conviene despejarla al terreno de lo despreciable porque en estos 26 años ha tenido ocurrencias más atrevidas y hasta ahora las ha aprovechado para mantenerse en el poder de modo ininterrumpido. Solo que esta vez pesa sobre las decisiones una tradición de 26 años de corrupción y un hartazgo de ciertos sectores de la sociedad canaria frente a quien ha ejercido el poder como si le perteneciera, quizás porque todo se montó desde el poder y para el poder, lo que excluía automáticamente cualquier variable en la que se planteara la tentación de abandonarlo.