El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Más tarde llegaron las gaitas
Decíamos que cobra fuerza la teoría de la lluvia de enormes meteoritos que cambiaron la faz de la Tierra y dieron paso a un relevo animal en su faz. Poco a poco la vida se fue abriendo camino (ver Parque Jurásico) y donde había dinosaurios fueron apareciendo otras especies que, con una evolución que también fue por barrios, dieron lugar a nosotros mismos, Pepitos, Ricarditos y Andresitos. Y otra fauna inteligente. Con el paso de los siglos hasta apareció la figura del inventor de gaitas, personaje al que jamás le estarán suficientemente agradecidos otros plantígrados evolucionados como Manuel Fraga, amante de congregarlas por miles, con el escándalo que forman. Pero para llenar el fol de una gaita es necesario un buen soplagaitas, personaje al que, también con el paso del tiempo (que es como es), se le fue asignando el papel de tonto, porque de todos es ya sabido que el único que sopla la gaita es el gaitero, quien con esta segunda actividad, anula la primera. Pues bien, recapitulemos. Miles de meteoritos, no sólo uno, pueden acabar con dinosaurios como don Pepito, quien a la espera de cataclismos que él mismo vaticina, deja que a su alrededor otros le llenen la gaita que él finalmente entona como puede, muy a sabiendas de que el soplagaitas, por definición, los dos soplagaitas de este cuento, se echarán a correr cuando llegue el momento procesal oportuno.
Decíamos que cobra fuerza la teoría de la lluvia de enormes meteoritos que cambiaron la faz de la Tierra y dieron paso a un relevo animal en su faz. Poco a poco la vida se fue abriendo camino (ver Parque Jurásico) y donde había dinosaurios fueron apareciendo otras especies que, con una evolución que también fue por barrios, dieron lugar a nosotros mismos, Pepitos, Ricarditos y Andresitos. Y otra fauna inteligente. Con el paso de los siglos hasta apareció la figura del inventor de gaitas, personaje al que jamás le estarán suficientemente agradecidos otros plantígrados evolucionados como Manuel Fraga, amante de congregarlas por miles, con el escándalo que forman. Pero para llenar el fol de una gaita es necesario un buen soplagaitas, personaje al que, también con el paso del tiempo (que es como es), se le fue asignando el papel de tonto, porque de todos es ya sabido que el único que sopla la gaita es el gaitero, quien con esta segunda actividad, anula la primera. Pues bien, recapitulemos. Miles de meteoritos, no sólo uno, pueden acabar con dinosaurios como don Pepito, quien a la espera de cataclismos que él mismo vaticina, deja que a su alrededor otros le llenen la gaita que él finalmente entona como puede, muy a sabiendas de que el soplagaitas, por definición, los dos soplagaitas de este cuento, se echarán a correr cuando llegue el momento procesal oportuno.