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Tragarse el amarillo sobre el azul

Revisando la hemeroteca para recordar cuántas memeces se han dicho alrededor de esta bandera hasta desembocar en el despilfarro que siempre fue nos hemos encontrado con cosas grandiosas, como esta noticia en la que José Miguel Bravo de Laguna, arropado por el que hoy es su grupo de gobierno, anunciaba al mundo que gobernaría el Cabildo con una docena de consejeros no más. Contando a los dos reconstituidos tras la sentencia del Constitucional, en realidad gobierna con dieciocho, un poco más, nada apreciable? Pero también nos encontramos con una frase inolvidable: “Si no les gusta, se la van a tragar”, pronunciada por ese dechado de tacto y modales democráticos llamado José Manuel Soria. Se refería el entonces presidente del Cabildo a la bandera de la plaza de la Fuente Luminosa y a las tragaderas que habrían de soportar los contrarios a aquella enorme fantochada. Unos añitos después, no muchos, la verdad, los destinatarios del improperio de Soria ya pueden sentirse reconfortados: los que se tienen que tragar ahora la bandera son los que la pusieron y la repusieron, los que se creyeron que todo el monte es orégano y que el dinero, los símbolos y los sentimientos de los ciudadanos son de su propiedad y de su exclusivo control político. Los dos informes del Cabildo contrarios a ese delirante patrocinio de la bandera se los tiene que tragar Bravo; las fantasmadas de que la bandera no nos costaría nada se las va a tener que tragar Bravo, y las acusaciones de que sólo está en el machito por y para la propaganda y la herencia política de su hijo forjada a base de talonario procedente del erario público se la tiene que tragar Bravo de Laguna. Por cierto, sería una buena idea que alguna de las constructoras del Pabellón Multiusos dedicara algunos eurillos de la exprimidera a llevarse el mástil para Siete Palmas. Total, sólo les va a costar 200.000 euros el traslado. Y luego que la UD Las Palmas patrocine el izado y arriado a costa del graderío portátil. O que la compañía que ejecuta el enfoscado de los túneles de la Avenida Marítima se retrate después, eso sí, de invertir los colores de la bandera, que los ha puesto al revés. De nada.

Revisando la hemeroteca para recordar cuántas memeces se han dicho alrededor de esta bandera hasta desembocar en el despilfarro que siempre fue nos hemos encontrado con cosas grandiosas, como esta noticia en la que José Miguel Bravo de Laguna, arropado por el que hoy es su grupo de gobierno, anunciaba al mundo que gobernaría el Cabildo con una docena de consejeros no más. Contando a los dos reconstituidos tras la sentencia del Constitucional, en realidad gobierna con dieciocho, un poco más, nada apreciable? Pero también nos encontramos con una frase inolvidable: “Si no les gusta, se la van a tragar”, pronunciada por ese dechado de tacto y modales democráticos llamado José Manuel Soria. Se refería el entonces presidente del Cabildo a la bandera de la plaza de la Fuente Luminosa y a las tragaderas que habrían de soportar los contrarios a aquella enorme fantochada. Unos añitos después, no muchos, la verdad, los destinatarios del improperio de Soria ya pueden sentirse reconfortados: los que se tienen que tragar ahora la bandera son los que la pusieron y la repusieron, los que se creyeron que todo el monte es orégano y que el dinero, los símbolos y los sentimientos de los ciudadanos son de su propiedad y de su exclusivo control político. Los dos informes del Cabildo contrarios a ese delirante patrocinio de la bandera se los tiene que tragar Bravo; las fantasmadas de que la bandera no nos costaría nada se las va a tener que tragar Bravo, y las acusaciones de que sólo está en el machito por y para la propaganda y la herencia política de su hijo forjada a base de talonario procedente del erario público se la tiene que tragar Bravo de Laguna. Por cierto, sería una buena idea que alguna de las constructoras del Pabellón Multiusos dedicara algunos eurillos de la exprimidera a llevarse el mástil para Siete Palmas. Total, sólo les va a costar 200.000 euros el traslado. Y luego que la UD Las Palmas patrocine el izado y arriado a costa del graderío portátil. O que la compañía que ejecuta el enfoscado de los túneles de la Avenida Marítima se retrate después, eso sí, de invertir los colores de la bandera, que los ha puesto al revés. De nada.