El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Las vacaciones más caras de Soria
“Ahora va a tener que pagárselo todo de su bolsillo”. La frase me la soltó por teléfono a las nueve de la mañana del pasado 15 de abril de 2016 un ex colaborador de José Manuel Soria. Su antiguo jefe acababa de renunciar a todos sus cargos políticos al confirmarse que tenía negocios privados (y opacos) en paraísos fiscales y que mintió infatigablemente para tratar de escabullirse. El que formulaba tan romántico augurio sabía de lo que hablaba: lo había visto muchas veces cargando a las arcas públicas hasta las cocacolas que se tomaba en sus horas de asueto.
Para entonces ya nos había interpuesto una demanda de protección de su honor por nuestras informaciones de sus vacaciones en Punta Cana, concretamente por decir que estuvo invitado por el propietario del Breathless Punta Cana Resort & Spa, Enrique Martinón, en agosto de 2015. Tuvimos la precaución de no incluir en ningún momento la palabra “gratis” porque, conociendo como conocemos al personaje, sabíamos que nos podía salir con una factura chiripitifláutica alegando que él paga todos sus gastos personales y que yo soy un delincuente. Marca de la casa.
Ya apareció con facturas muy llamativas cuando sus vacaciones en Anfi del Mar (qué bien se portó con él el amigo Santiago Santana Cazorla), o con unos recibos claramente falsificados para justificar que no pagó las 21 mensualidades de un chalé de lujo que le cedió el empresario Javier Esquivel mientras a él le construían su mansión en Tafira Alta. Por eso dijimos siempre “invitado”, sencillamente porque así nos lo habían confirmado en el hotel. Y el juez al que acudió para que nos condenara a 18.000 euros de indemnización ha ratificado nuestras informaciones hilo por pabilo. Soria no pagó su suite de lujo en Punta Cana porque fue invitado por el dueño.
José Manuel Soria volvió a enredarse en sus propias mentiras: ordenó a los servicios de prensa del Ministerio de Industria que emitieran un comunicado oficial falso, lo que ya resulta bastante comprometedor. Sus colaboradores más estrechos telefonearon a Nacho Escolar y a mí para que nos retractáramos so pena de recibir una acción judicial. El entonces ministro hizo que la empresa de su amigo Martinón emitiera un comunicado idéntico desmintiendo lo que era una verdad clamorosa. Pero nosotros, claro, no nos bajamos del burro.
Él, que tan a menudo presumió de un principio ético que resumía en que “cada uno sabe en su fuero interno si ha actuado bien o mal”, desaprovechó en ese instante una primera oportunidad de quedarse quieto. De dejar pasar la vergüenza. No lo hizo, continuó adelante y nos demandó.
Su segunda oportunidad para dar marcha atrás le llegó cuando publicamos un amplio reportaje de sus vacaciones, con vídeos, audios y fotografías realizados en el lugar del crimen. Cierto, haciendo un notable esfuerzo económico, me desplacé hasta Punta Cana para conocer el hotel por dentro, estudiar su política de tarifas, ver y grabar en vídeo la suite presidencial (la 2400), verificar de qué servicios gozó el ministro de Turismo de mi país en sus vacaciones caribeñas y, sobre todo, traerme una factura oficial producto de las tres noches que estuve allí. La necesitábamos porque sabíamos lo que iba a ocurrir ¡y ocurrió!
Ya era tarde para retractarse: a esas alturas ya había jurado y perjurado a los suyos que todo era invención del periodista, “ese delincuente que me lleva persiguiendo veinte años”. Una vez más engañó a Rajoy y a los que todavía entonces creían en su palabra. Por dos veces mintió ante el pleno del Congreso de los Diputados asegurando que todo eso era pura invención mía y que él se paga todos sus gastos personales. Demasiado tarde para dar marcha atrás.
Su declaración en el juicio tuvo dos fases bien diferenciadas: una primera de chulería pura en la que dijo no recordar nada de todo lo que le preguntaba mi abogado, Luis Val, y una segunda en la que recuperó la memoria al recordarle el juez, a petición de mi letrado, que su falta de memoria de algo sobre lo que él había demandado podría interpretarse como que los hechos objeto de las preguntas derivarían en ciertos. Enseguida lo recordó todo, entre otras cosas que fue él quien llamó a la hija de Enrique Martinón para pedirle que le hiciera la reserva de su habitación. Primera confesión. Luego sacó su factura con la inscripción “extras Spa”, lo que confirmaba lo que ya había adelantado un documento oficial de la empresa explotadora del hotel, que no abonó ni un solo peso dominicano por las dos noches o cuatro noches (el dato todavía sigue confuso) en el lujoso establecimiento.
El juez le permitió que presentara todas las pruebas que quisiera, incluidas las que debía tener antes de su demanda. Pero al final en cuatro folios escasos ha confirmado una a una nuestras informaciones.
Ahora ya podemos saber qué fue exactamente lo que pasó: Soria tan solo pagó algún tratamiento, masaje o circuito del Spa del hotel, unos 283 euros al cambio que abonó con su tarjeta de crédito. Por eso en su demanda sólo presentó el resguardo del pago mediante tarjeta y no la factura que, normalmente, va unida a ese comprobante.
En el caso de que le hubieran cobrado la suite presidencial del Breathless Punta Cana al precio de socio del club de vacaciones que lo explota, Soria y su esposa hubieran pagado como mínimo 3.000 euros por la estancia, a los que habría que sumar los 283 del Spa y los 180 de los dos días que pasaron en la cama balinesa en la playa privada del hotel. Dada la consideración de cliente VIP, se habría ahorrado los desayunos y el resto de la pensión. En total, 3.463 euros, una cantidad inferior a lo que ahora va a tener que pagar por las costas judiciales a razón de los 18.000 euros que subsidiariamente reclamó a las tres partes demandadas.
Va a recurrir, seguro, lo que en el caso de ratificación de la sentencia incrementará las costas. Serán, con mucho, las vacaciones más caras de los últimos 21 años de su existencia. El precio de su credibilidad no merece la pena calcularlo.
“Ahora va a tener que pagárselo todo de su bolsillo”. La frase me la soltó por teléfono a las nueve de la mañana del pasado 15 de abril de 2016 un ex colaborador de José Manuel Soria. Su antiguo jefe acababa de renunciar a todos sus cargos políticos al confirmarse que tenía negocios privados (y opacos) en paraísos fiscales y que mintió infatigablemente para tratar de escabullirse. El que formulaba tan romántico augurio sabía de lo que hablaba: lo había visto muchas veces cargando a las arcas públicas hasta las cocacolas que se tomaba en sus horas de asueto.
Para entonces ya nos había interpuesto una demanda de protección de su honor por nuestras informaciones de sus vacaciones en Punta Cana, concretamente por decir que estuvo invitado por el propietario del Breathless Punta Cana Resort & Spa, Enrique Martinón, en agosto de 2015. Tuvimos la precaución de no incluir en ningún momento la palabra “gratis” porque, conociendo como conocemos al personaje, sabíamos que nos podía salir con una factura chiripitifláutica alegando que él paga todos sus gastos personales y que yo soy un delincuente. Marca de la casa.