El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
La vuelta a la tortilla
Efectivamente, la Policía dio con el domicilio del jefe de prensa de Soria en Jinámar y con el ordenador desde el que, teóricamente, partieron varios de los mensajes recibidos por la periodista. El material fruto de la investigación fue puesto en manos del juez, que, sin embargo, ha decretado el archivo de la causa al entender que una de las pruebas fue obtenida de manera ilegal. ¿Qué prueba?, se preguntarán ustedes. Pues la dirección IP aportada por la empresa de la periodista, que no fue solicitada por el juez ni obtenida por orden de éste, sino facilitada para mejor proveer. Aún así, Juan Santana no es digno de seguir un minuto más al frente de un gabinete de prensa de un partido político, y menos de tener acceso a material público en su calidad de jefe de comunicación del vicepresidente del Gobierno. Haber injuriado y amenazado a una periodista como lo hizo, escondido cobardemente en el anonimato, es una bajeza inadmisible en política (que es realmente a lo que se dedica este pobre hombre). Para colmo, en el pecado lleva la penitencia, porque ahora su jefe y su partido están a partir un piñón con el periódico donde ejerce esa periodista, a la que suponemos contentísima de tener que entenderse con un impresentable así.
Efectivamente, la Policía dio con el domicilio del jefe de prensa de Soria en Jinámar y con el ordenador desde el que, teóricamente, partieron varios de los mensajes recibidos por la periodista. El material fruto de la investigación fue puesto en manos del juez, que, sin embargo, ha decretado el archivo de la causa al entender que una de las pruebas fue obtenida de manera ilegal. ¿Qué prueba?, se preguntarán ustedes. Pues la dirección IP aportada por la empresa de la periodista, que no fue solicitada por el juez ni obtenida por orden de éste, sino facilitada para mejor proveer. Aún así, Juan Santana no es digno de seguir un minuto más al frente de un gabinete de prensa de un partido político, y menos de tener acceso a material público en su calidad de jefe de comunicación del vicepresidente del Gobierno. Haber injuriado y amenazado a una periodista como lo hizo, escondido cobardemente en el anonimato, es una bajeza inadmisible en política (que es realmente a lo que se dedica este pobre hombre). Para colmo, en el pecado lleva la penitencia, porque ahora su jefe y su partido están a partir un piñón con el periódico donde ejerce esa periodista, a la que suponemos contentísima de tener que entenderse con un impresentable así.