Cómo la alimentación influye directamente en el cambio climático, una de las mayores amenazas para Canarias
Canarias está en peligro. Una de las mayores amenazas a las que se enfrenta es el cambio climático, tan debatido y repetido por tantos, pero a la vez, tan ignorado por otros. La alimentación y los productos que metemos en el carrito de la compra influyen directamente en el ecosistema. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el sector cárnico y el consumo de sus productos emiten más gases de efecto invernadero que todo el transporte mundial junto, con un 14,5% del total de emisiones.
Las subvenciones a esta industria son cada vez mayores, lo que ha provocado una serie de reacciones a lo ancho y largo del planeta. Aquí, en Canarias, ha desatado la acción de algunos miembros de Futuro Vegetal, un colectivo que lucha por preservar la naturaleza cueste lo que cueste y que ya ha actuado en diferentes puntos del territorio español, entre los que se encuentra el Congreso de los Diputados, el Ministerio de Justicia o el Museo Nacional del Prado.
El pasado 15 de enero, tres miembros de este colectivo se encadenaron y tiraron sangre falsa en el Carrefour de Santa Cruz de Tenerife para manifestarse en contra del blanqueamiento que hacen las grandes superficies de la industria cárnica. En esta protesta demandaron al gobierno el fin de las subvenciones a la industria ganadera y el empleo de ese dinero para una “transición a un sistema agroalimentario basado en plantas que sea social y ecológicamente responsable”.
Una de las participantes asegura que si se eliminara del planeta la industria cárnica, se podría compensar la huella de carbono en los próximos 30 años, y compensaría el 68% de los gases ya emitidos en el último siglo. Así lo expresó en el último programa de Informe Trópico, dirigido y conducido por el periodista Carlos Sosa. Bajo el lema, La dieta del cambio climático, varios expertos analizaron los problemas a los que se enfrentará Canarias los próximos años si el modelo alimentario continúa siendo el mismo.
El consumo masivo, no solo de carne sino también de pescado, pone en serio riesgo la protección del ecosistema en las islas. La demanda actual, sumada a las subvenciones, no provoca otro efecto que el de una producción insostenible. Así lo afirma el primer invitado de Informe Trópico, el rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Lluís Serra: “ Las subvenciones a la industria cárnica son un error. Se podrían suprimir las ayudas y establecer una tasa medioambiental como ya está ocurriendo en otros países”.
Algas y cáctus como alimentos del futuro
Como alternativa ya se han popularizado en los últimos años las algas, que aportan en el consumo humano carbohidratos y fibras digestivas. El Banco de Algas de España (BAE), un laboratorio desarrollado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, estudia la posibilidad de cultivo y producción de biomasas, así como las posibles aplicaciones industriales de las algas que cultivan, principalmente nativas de Canarias.
El director científico de BAE, Juan Luis Gómez Pinchetti, explica que las algas pueden aportar beneficios y nutrientes que no se encuentran en ningún otro tipo de alimento: “La espirulina es un ejemplo que, además, ha sido calificado como superalimento”.
“Hay que tener en cuenta que las algas son un nuevo alimento que podremos incorporar dentro de las propias costumbres que ya tenemos y de cómo nos alimentamos actualmente pero con la ventaja de que se obtienen de forma sostenible”, asegura Pinchetti.
Por otro lado, el cáctus también es una de las favoritas en la candidatura a alimento del futuro. Rico en vitaminas C y E, las cocinas más selectas de canarias, como la de Borja Marrero, ganador de una estrella Michelin Verde, la aprovechan a diario en sus platos. “Utilizamos un elemento de la naturaleza de una forma responsable y sostenible”, explica Marrero.
En su día a día, el chef canario recurre a la naturaleza y al entorno que tiene en la isla de Gran Canaria para ofrecer unos platos compatibles con el ecosistema. “Si respetamos los tiempos de la naturaleza es super positivo porque los estamos usando cuando están en su mejor momento, en su temporada, no estamos forzando nada”, afirma el propietario de Muxgo.
Alimentos transgénicos
Los alimentos transgénicos son aquellos que están modificados genéticamente, normalmente por bacterias. Los científicos toman el gen de un rasgo deseado de una planta o animal e insertan ese mismo gen dentro de una de sus células. De esta forma se consigue que, por ejemplo, el algodón, necesite la mitad de agua que en una situación normal.
Muchos de los productos que se consumen hoy en día son transgénicos, sobre todo la soja, el algodón y el maíz. Según Luis Alberto Enríquez, profesor de toxicología en la ULPGC, estos alimentos están introducidos por completo en la dieta de cualquier ciudadano sin que lo sepa.
Los científicos tienen ciertas dudas sobre los efectos que pueden producir en la salud. Muchos aseguran que no provocan daños graves a las personas exceptuando las posibles alergias o la alteración de la microbiota intestinal.
Por otra parte, en lo que respecta a la agricultura tradicional Enríquez explica que este modelo contribuye indudablemente a la contaminación, pero opina que alimentar a toda la población con una agricultura ecológica sería imposible, tanto por una cuestión de precio, como por la de rendimiento: “Los transgénicos irán ganando mercado, creo que será el camino”.
“En los últimos 40 años hemos perdido el 90% de poblaciones peces en Canarias”
Pablo Martín, biólogo de Tenerife, lleva años luchando por visibilizar la situación que se vive bajo los océanos. A día de hoy, afirma, se consume el pescado de manera insostenible, tanto, que en los últimos 40 años se ha perdido el 90% de poblaciones de peces en Canarias: “Aunque muchos no lo crean, los fondos marinos están vacíos”.
Como alternativa a esto, muchos científicos consideran la acuicultura (granja de peces) como solución definitiva. Nada más lejos de la realidad. Martín asegura que cambiar la pesca marina actual por la acuicultura masiva sería incluso peor. “Las consecuencias serían devastadoras. El principal impacto es el aporte de materia orgánica, que genera contaminantes como el nitrato, es decir, un exceso de nutrientes que alteraría la calidad del agua y el ecosistema”, explica el biólogo. Por otra parte, también generarían contaminación los antibióticos que se les pudiera dar a los peces.
La solución para Pablo Martín es clara. Reducir el consumo de pescado, apostar por productos sostenibles y artesanales, y pensar si es ética la creación de una granja solo para satisfacer las necesidades de los consumidores.
Un tercio de la comida que se produce se desperdicia
El derroche de comida es uno de los factores que más contribuye al cambio climático. Más de un tercio de la comida que se produce a nivel global se desperdicia, esto significa que el 10% de las emisiones de gases con efecto invernadero del planeta tienen su origen en el despilfarro alimenticio. Lo mismo pasa con el agua, pues representa un 25%.
Algunas superficies comerciales han llegado a acuerdos con ONG para evitar que toneladas de alimentos terminen en la basura.
Otro de los invitados a Informe Trópico fue Ezequiel Navío, asesor y consultor ambiental de administraciones públicas. Opina que “vivimos en una situación caótica desde el punto de vista alimentario y socioeconómico. El modelo de desarrollo que se ha usado en las ultimas décadas ha beneficiado a una serie de entidades multinacionales que buscan comprar un producto al menor precio posible”.
Además, añade: “Nos hemos acostumbrado a tener de todo cuando queremos”.
¿Cómo afecta a la crisis climática lo que comemos?
El rector de la ULPGC lo tiene muy claro: “La miel es un indicador muy importante del ecosistema cuando hay abejas las cosas funcionan, cuando hay muchos incendios o plaguicidas no hay abejas y, por lo tanto, no tenemos miel”. Esta es una forma sencilla de ilustrar el impacto que tiene el ecosistema en lo que comemos y viceversa.
Con respecto al consumo de agua, un tema tan tratado los últimos meses, hace hincapié en que no se le está dando un uso de autoabastecimiento sino de exportación. “No podemos volver a caer en el monocultivo. Cultivar de forma intensiva solo consigue desfertilizar la tierra y secarla”, explica.
Ezequiel Navío va más allá. Centra el debate del agua en el sector turístico, del que precisamente 'depende' el Archipiélago. Asegura que un turista consume de media el doble de litros diarios que un residente. “A eso hay que sumarle que más del 50% del agua que se produce, además, quemando combustibles fósiles, se pierde en las redes de distribución con la gran huella de carbono que eso supone”, reflexiona.
Venta y consumo de insectos
La venta y consumo de insectos esta autorizada en España desde el año 2018. Por su parte, Lluís Serrá cree que el potencial de este 'alimento' es muy grande porque las necesidades en su producción energética son muy bajas y se multiplican y crecen de forma rápida: “Creo que será muy útil para alimentación animal más que para los humanos. Podrá sustituir los piensos de gallinas, de peces..”.
Huella ecológica
Tal y como apunta Claudia Asensí, activista medioambiental y miembro de Ben Magec, la huella ecológica de las Islas es 27 veces el territorio, es decir, que para revertir todo se necesitarían casi 30 Canarias. “El cambio climático viene a señalar lo que no funciona y el modelo desarrollado es incompatible con una Canarias que sea soberana energéticamente, alimentariamente...”, explica Asensí.
La activista es partidaria de colaborar con el pequeño productor local, no solo como muestra de apoyo, sino también con el fin de revertir las consecuencias del cambio climático: “Si elegimos correctamente qué alimentos ingerimos y compramos estamos dándole la vuelta a la tortilla y contribuyendo con los productores locales”.
“Una manera de amar nuestra tierra es una Canarias productiva y que da de comer a su gente, que prioriza el derecho a la alimentación y a la sosteniblidad de su territorio”, reflexiona Claudia Asensí.
Graves consecuencias en las temperaturas y nivel del mar
Las proyecciones científicas hechas en diversos estudios apuntan grandes cambios de aquí a final de siglo. Concretamente se prevé que las temperaturas aumenten hasta 4 grados y que lloverá un 50% menos en determinados puntos de las Islas.
Debido a la baja humedad, el riesgo de incendios se disparará y el aumento del nivel del mar será un problema. Se estima que en 2050 casi 150 playas habrán perdido el 10% de la superficie, lo que se traduce en pérdidas de 4.500 millones de euros en un archipiélago sustentado en un turismo de sol y playa.
Todo esto desembocará en que entre 20.000 y 40.000 personas residentes en las costas tendrán que trasladarse de su residencia a otros lugares. Además, algunos emblemas del patrimonio histórico cultural de las islas desaparecerán por completo si el modelo, completamente insostenible, continúa siendo el mismo.
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