Desde 1980, Canarias ha registrado 483 episodios de calima de cierta intensidad. Cada año ha contado con cerca de 24 días de media cargados de polvo sahariano y cada evento ha durado alrededor de 1,8 jornadas. Pero esa distribución no ha sido uniforme. La duración y frecuencia de los fenómenos ha menguado de forma significativa en los últimos cursos, mientras que, al contrario, la severidad de estos ha aumentado, aunque no de manera tan drástica.
La radiografía en las Islas de las intrusiones de polvo procedente del Desierto del Sáhara en los últimos 42 años ha sido publicada en la revista Heliyon. Los fenómenos fueron identificados por los investigadores siempre que se produjera una reducción de la visibilidad horizontal a menos de 10 kilómetros en mínimo dos aeropuertos diferentes. Para excluir la posible influencia de niebla o neblina, la medición de humedad relativa debía ser inferior al 70%.
Los autores del estudio utilizaron datos de visibilidad y no de concentración de partículas (PM10 o PM2,5) de seis aeródromos canarios (los ubicados en Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife y La Palma) porque eso les permitió alargar las series temporales de análisis, cosa que no podrían haber hecho de otra forma, explica David Suárez, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en el Archipiélago y primer firmante del trabajo académico.
La cifra de 483 eventos, matiza Suárez, no quiere decir que fueran los únicos. También hubo otros muchos de menor intensidad, pero los expertos han querido señalar aquellos que pudieron tener un cierto impacto en las operaciones aeronáuticas, como el fechado en febrero de 2020, justo antes de la pandemia, que obligó el cierre temporal de los ocho aeropuertos de la Comunidad Autónoma. La investigación también incorpora un novedoso Índice de Adversidad del Polvo (DAI, en sus sigas el inglés) y explora el patrón sinóptico predominante durante los episodios de calima.
Los resultados muestran que la media de días afectados por la calima en el Archipiélago es de 24,12 fechas al año y la duración de cada intrusión es de 1,8 jornadas. Suelen ser más largos en enero y febrero y más cortos en noviembre. Durante el periodo estudiado, tanto la primera como la segunda variable han desarrollado una tendencia a la baja (a principios de la década de los 80, los cursos acumulaban mínimo 40 días de calima), aunque también es observada una “variabilidad anual” motivada por la intensidad de los vientos y la humedad del suelo en el norte de África.
Por otro lado, la visibilidad horizontal promedio de los episodios es de 8,14 kilómetros, lo que quiere decir que, a partir de esa distancia, se hace muy complicado vislumbrar con definición. Las cifras más altas (que sugieren menos acumulación de polvo) se producen entre abril y septiembre y las más bajas (que indican lo contrario) en el primer trimestre del curso. Sin embargo, a diferencia de lo mencionado en el párrafo anterior, los valores anuales de mayor severidad han tenido lugar en los últimos cursos: los únicos ejercicios con promedios de visibilidad anual por debajo de 7,5 kilómetros han ocurrido a partir de 2010.
El patrón, entonces, es claro: a pesar de que “tenemos en la conciencia que estamos viviendo últimamente muchos episodios de polvo”, lo cierto es que la calima llega a Canarias con menos asiduidad que antes, pero cuando lo hace, es más intensa porque acorta nuestro campo de visión como pocas veces lo había hecho. Es la misma conclusión a la que ha llegado el Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS, en sus siglas en inglés) para toda Europa.
Suárez ve probable que esto esté “relacionado” con los patrones meteorológicos “dominantes” de los últimos inviernos, en los que el anticiclón de las Azores se ha desplazado hasta el sur de la Península Ibérica, generando vientos del este en el norte de África y provocando que, cuando hay borrascas al oeste de las Islas, una corriente de viento cargada de polvo sahariano se dirija hacia Canarias. La conjunción de ambos fenómenos forma lo que los expertos han denominado “dipolo atmosférico”. Que esto esté surgiendo más que antes puede deberse al calentamiento global, de acuerdo con una investigación reciente del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPNA-CSIC) que investiga las últimas supercalimas en Canarias y la Península.
“Las previsiones climáticas apuntan a una disminución de las precipitaciones al norte de África y en nuestra región. Pero después necesitas que haya viento intenso que desplace el polvo”, explica el delegado territorial de la AEMET en el Archipiélago. El dipolo que así lo está haciendo es “predominante” desde 2020, sobre todo a finales y principios de cada año.
46 calimas muy intensas y un nuevo índice de severidad
El estudio de Suárez y el resto de los investigadores, entre quienes se encuentran Emilio Cuevas, hasta hace unos meses director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, y Silvia Alonso Pérez, profesora e investigadora en la Universidad de La Laguna (ULL), ha identificado 46 intrusiones de polvo en los últimos 42 años con una visibilidad media de 5.000 metros o menos. De todos esos episodios, 16 ocurrieron en la década de los 80, 10 en la de los 90, nueve a principios de este siglo y 11 a partir de 2010. Tan solo nueve afectaron a los seis aeropuertos analizados.
Es un dato que ilustra “cómo de intenso” han sido esos eventos. No obstante, para representar aún mejor su severidad, los firmantes del trabajo académico han ingeniado un Índice de Adversidad del Polvo que aglutina en un mismo cálculo la reducción de la visibilidad, la zona afectada (el número de estaciones damnificadas) y la persistencia (total de días de duración). Es el primer baremo por el estilo hasta la fecha.
“Un evento puede ser puntualmente muy intenso porque reduce la visibilidad, pero, a lo mejor es corto o solo afecta a una isla”, dice Suárez. El índice ha sido empleado para computar la severidad de todas las intrusiones registradas. Cuanto mayor es el valor, mayor es la dureza completa del fenómeno.
Así, los datos muestran que el índice promedio de todos los eventos de calima en el Archipiélago ha sido de 1,27. De ese cómputo, 466 intrusiones han presentado un baremo por debajo de cinco, 13 han contabilizado valores entre cinco y 10, y solo cuatro han estado por encima de 10. Estos son los acontecidos el 1 de marzo de 1992, el 27 de diciembre de 1988, el 17 de enero de 1983 y el 28 de enero de 2022. Ese día, la calima afectó desde Lanzarote hasta La Palma. El Gobierno autonómico tuvo que activar la alerta amarilla.
En lo que concierne al valor medio anual del DAI, la mayoría de los cursos presenta cifras entre 0,5 y 2. Solo dos ejercicios (2011 y 1996) tienen registros inferiores a 0,5 y solo tres (1992, 1983 y 1989) cuentan con promedios superiores a 2. El análisis mensual demuestra que los episodios de calima más severos ocurren en enero, con un índice de adversidad de 2,42 de media, mientras que mayo presenta los más bajos (0,56).