Entre 2020 y 2022, Canarias y la Península sufrieron seis episodios de ‘supercalima’ que saturaron, literalmente, la mayoría de los monitores encargados de medir la calidad del aire. El acontecido en el Archipiélago a finales de febrero de 2020 es el más intenso jamás registrado en las Islas, al reportar concentraciones diarias de entre 600 y 1.840 microgramos por metro cúbico (µg/m3) de PM10, estos son, partículas respirables de menos de diez micras. El fechado a mitad de marzo de 2022 alcanzó cifras de PM10 entre 500 y 3.070 µg/m3 en el sureste peninsular, en especial en la ciudad de Almería, siendo el evento más potente de esta índole en la España peninsular, afectando a casi todo el territorio nacional.
Ambos casos no tienen precedentes, al menos, este siglo. Mucho menos la concatenación de varios episodios similares en apenas 36 meses. Ahora sabemos que detrás de cada uno de ellos hay una serie de “anomalías meteorológicas” vinculadas a un denominador común: el cambio climático.
Un estudio preliminar, aún en fase de revisión en la revista Atmospheric Chemistry and Physics, concluye mediante observaciones in situ y reanálisis meteorológico que todos los eventos tuvieron lugar al mismo tiempo que tres sucesos en el hemisferio norte mostraban una fotografía de la futura circulación atmosférica relacionada con el calentamiento global antropogénico: anticiclones subtropicales intensificados y desplazados a latitudes más altas; bajas presiones que se propagan más allá del cinturón tropical; y ondulación amplificada de las ondas de Rossby o planetarias.
Esta mezcla de acontecimientos meteorológicos anómalos, que no suelen producirse, contribuye a que el anticiclón de las Azores pase a posicionarse en el sur de la Península Ibérica, generando vientos del este en el norte de África y provocando que las borrascas de latitudes medias del Atlántico Norte no continúen su trayectoria habitual a través de Europa o el Mediterráneo y se desvíen hacia Canarias y Cabo Verde en forma de DANA. La presencia de un anticiclón en el sur de la España peninsular y una DANA próxima a las Islas, que también puede haber llegado ahí desde la África ecuatorial, forma lo que los investigadores denominan “dipolo”, capaz de ocasionar un chorro de viento “brutal” cargado de polvo sahariano con el Archipiélago, normalmente, en medio.
“El anticiclón y la borrasca son como dos piezas de un engranaje. En el primero, los vientos giran en el sentido de las agujas del reloj. Y en el segundo, lo hacen en el sentido opuesto”, explica Sergio Rodríguez, científico del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPNA-CSIC), ubicado en Tenerife. Eso origina un viento “súper intenso” del sureste al noroeste que favorece el ascenso de partículas y crea “lenguas” de polvo sahariano hacia Canarias. Dicha conjunción ocurrió en los seis eventos extremos analizados por Rodríguez y Jessica López-Darias, segunda firmante del trabajo académico, también del IPNA-CSIC: los del 3 al 5 y 22 al 29 de febrero de 2020, el del 15 al 21 de febrero de 2021, el del 14 al 17 de enero de 2022, el del 29 de enero al 1 de febrero de 2022 y el del 14 al 20 de marzo de 2022.
La calima en todos ellos resultó ser de tal magnitud que la mayoría de los dispositivos especializados en medir la concentración de PM10 se vieron sobrepasados. Tan solo cuatro en todo el territorio nacional son capaces de calcular acumulaciones por encima de 1.000 µg/m3. Para el resto, no obstante, los autores del estudio ingeniaron una metodología capaz de reconstruir los registros con un índice de seguridad bastante elevado. Lo hicieron apoyándose, entre otras cosas, en los datos de medición de PM2,5, partículas de menos de 2,5 micras que sí fueron adecuadamente recopiladas por todas las máquinas al presentar cifras de acopio menos cuantiosas.
Este trabajo de reconstrucción se hizo inicialmente para el Gobierno de Canarias, por ser la región más afectada por las 'supercalimas', y posteriormente para el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Tras la estimación, los resultados recogen valores promedio diarios de PM10 de 1.840 µg/m3 en el sur de Gran Canaria o de 1.684 µg/m3 en la zona metropolitana de Tenerife el 23 de febrero de 2020, una de las jornadas de la ‘supercalima’ del Carnaval en las Islas. También señalan que dos estaciones de Fuerteventura contabilizaron concentraciones por encima de 1.000 µg/m3 el 29 de enero de 2022. En Almería (3.069 µg/m3) y El Ejido (1.586 µg/m3), más de lo mismo el 15 de marzo de 2022. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la población no esté expuesta a concentraciones medias diarias de 45 µg/m3. Superar ese coto supone evidentes riesgos para la salud.
“Para poner contexto, la concentración de partículas en suspensión en Canarias cuando no hay calima es baja, de entre 20 y 30 microgramos por metro cúbico. Es un aire muy limpio”, tranquiliza Rodríguez. “En estos casos de 'supercalima'”, sin embargo, “la acumulación es exageradamente alta”.
El autor de la investigación recuerda que las conclusiones del estudio no atribuyen a la crisis climática la reciente multiplicación de calimas extremas, sino que la situación meteorológica en cada una de ellas es “compatible” con las predicciones del calentamiento global hechas hace más de dos décadas. Por ejemplo: que el anticiclón de las Azores esté colocado en el sur de la Península y norte de África “encaja” con la imagen de la expansión hacia el este que “comenzó en la década de 1850” y es de prever que continúe “a medida que aumentan las concentraciones de gases de efecto invernadero”, según las modelaciones climáticas.
Otros episodios inéditos de polvo en suspensión observados en el Mediterráneo, norte de África, Uzbekistán y China también se produjeron en este contexto de borrascas, anticiclones de bloqueo y dipolos vinculados a ondas planetarias amplificadas en latitudes medias.
Por qué sucede algo así puede entenderse con una idea intuitiva que propone Rodríguez. “Imagina que a un globo con aire le marcas dos puntos con un rotulador, uno por encima de la mitad y otro por debajo, separados por unos centímetros. Imagina que aumenta la temperatura. ¿Qué va a pasar? Que el globo se va a hinchar, la superficie se va a expandir y los dos puntos van a alejarse entre sí. Es una versión muy simplificada de lo que estaría pasando con los anticiclones subtropicales”, resume. La investigación alerta al mismo tiempo de la propagación de las zonas áridas del norte del continente africano hacia el noroeste por el incremento de las temperaturas y la escasez de lluvias, “aumentado el riesgo de desertificación”, lo que deja un cóctel perfecto para más calima.
Pero ¿habrá más o menos que antes? Es difícil saberlo. El Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS, en sus siglas en inglés) cree que, por lo menos en Europa, las tormentas de polvo serán menos frecuentes, pero más intensas. Estudios focalizados en esta materia en el Archipiélago no son concluyentes. Rodríguez destaca lo complejo que es hacer vaticinios cuando los elementos que están causando el calentamiento global, estos son, gases contaminantes como el dióxido de carbono (CO2) o el metano (CH4), siguen emitiéndose a la atmósfera.
“Piensa que tienes un muelle en el techo y de él cuelga un objeto de cinco kilos. Y ese cuerpo empieza a oscilar. Lo normal es que lo haga hasta llegar a una nueva posición estacional y quedarse quiero. Pero lo que pasa con el cambio climático es que no paramos de inyectar CO2 al sistema. Y, por lo tanto, no hay un nuevo estadio estacionario. Es como si estuvieras dando continuamente tirones al resorte”, sintetiza el científico.
Rodríguez indica, eso sí, que la expansión del anticiclón de las Azores hacia el este y su posicionamiento sobre el sur de la Península sí parece ser un patrón con visos de ser asiduo en los próximos inviernos. Todo hace pensar que Canarias vivirá más inicios de año como este, con avisos por calima cada dos por tres. Registrar ‘supercalimas’, al contrario, es “más aleatorio” porque depende de la formación del dipolo atmosférico, “difícil” de predecir.
El estudio firmado por los científicos del IPNA-CSIC ve necesario optimizar las redes de vigilancia de la calidad del aire en España para garantizar que se puedan realizar mediciones precisas durante estos fenómenos extremos y así estudiar sus efectos, que hay muchos. Tan solo dos ejemplos: el polvo en suspensión alimenta a los organismos marinos que se encuentran en la base de muchas redes tróficas. Pero también afecta a sectores económicos, como la agricultura, al limitar la fotosíntesis de las plantas y perjudicar el rendimiento.