Gran parte de la urbanización turística del sur de Gran Canaria está edificada sobre terrenos de fuerte pendiente, en zonas donde el relieve es muy pronunciado y la orografía complica aún más las cosas. En 1960, cuando la llegada de visitantes extranjeros empezó a protagonizar el modelo económico de Canarias, nadie pensó en las consecuencias de ello. Pero más de medio siglo más tarde, con la crisis climática a la vuelta de la esquina, ya hay quienes vaticinan futuros problemas al respecto.
Un estudio reciente publicado en la revista Environment, Development and Sustainability analiza el caso de San Agustín, un emplazamiento turístico de poco más de 125 hectáreas de superficie en el municipio grancanario de San Bartolomé de Tirajana, con una ocupación estimada de 7.450 plazas turísticas, que precisamente fue levantado sobre laderas de gran inclinación, en algunos puntos del 45%, zonas empinadas y muy cerca de barrancos que atraviesan por completo la urbanización.
El área en sí no presenta ninguna problemática a simple vista. Pero en caso de sucederse eventos climáticos extremos, como un episodio de lluvias torrenciales, podría haber deslizamientos y destrozos en gran parte de la localidad debido a su cercanía a cauces de barrancos y desniveles. El trabajo académico liderado por investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) estima que el área afectada por un posible suceso de fuertes precipitaciones y posteriores escorrentías en San Agustín supera los 73.000 metros cuadrados (m2) en edificaciones y 60.000 m2 en espacios abiertos.
Los autores estudiaron esta ubicación concreta del sur de Gran Canaria como un posible “laboratorio” de lo que podría ocurrir en otras muchas urbanizaciones turísticas, como Patalavaca, Puerto Rico, Amadores o Taurito, todas ellas levantadas sobre terrenos de fuerte pendiente debido a la abrupta orografía del lugar. El estudio también hace hincapié en la vulnerable accesibilidad que presentan y en cómo un simple corte de las vías podría aislar a cientos de personas. Al mismo tiempo, presenta alternativas para posibles refugios y mejora de las comunicaciones.
“El cambio climático es un desafío y a nivel global nos estamos jugando muchas cosas. Nuestra preocupación en este estudio era analizar su repercusión sobre los espacios urbanos, en especial los de ámbito turístico, que están siendo poco estudiados. Además, en Canarias, nuestra economía depende prácticamente del turismo. Y lo cierto es que, en Gran Canaria, por ejemplo, gran parte del espacio donde se concentra esta actividad está caracterizado por su antigüedad y obsolescencia”, señala Pablo Ley Bosch, primer firmante de la investigación y profesor en el Departamento de Arte, Ciudad y Territorio de la ULPGC.
“Nosotros queríamos aterrizar todos esos grandes análisis que están haciéndose a nivel macro para contar las especificidades de San Agustín. Es una localidad turística edificada sobre una orografía contundente, con asentamientos en ladera y previsibles situaciones de riesgo por esos posibles deslizamientos. Y, a la misma vez, cuenta con un sistema viario que acaba generando lo que llamamos bolsas aisladas, ya que muchas de las calles no tienen salida. Eso, unido al hecho de que la mayoría de la población es flotante [viajeros no familiarizados con el entorno], puede derivar en serios problemas”, añade Óscar de Castro González, segundo autor del estudio e investigador en el mismo departamento mencionado de la ULPGC.
Los expertos utilizaron el Sistema de Información Espacial de Canarias, que incluye la herramienta digital RiesgoMap, capaz de proporcionar información cartográfica sobre “dinámica de laderas”, como principal metodología para estimar los impactos de futuras lluvias torrenciales en San Agustín. Entre los años 1994 y 2020, las Islas registraron un total de 59 fenómenos meteorológicos extremos relacionados con las precipitaciones, entre ellos el ciclón Delta en 2005 que causó pérdidas millonarias en infraestructuras.
La previsión de los científicos es que el clima canario, salpicado por advecciones invernales de aire polar e intrusiones de polvo sahariano, favorezca la aparición de lluvias localizadas e intensas motivadas por la alta altitud de los territorios isleños. En los sectores urbanizados al sur de la comunidad, en especial de las islas capitalinas, Gran Canaria y Tenerife, la elevada pendiente y la falta de un adecuado sistema de drenaje agrava aún más las cosas.
La conclusión de los informes sobre el cambio climático es que Canarias podría sufrir más episodios como el de la tormenta Hermine, acontecido el pasado mes de septiembre y que llegó a causar desprendimientos muy peligrosos en Mogán, donde piedras de grandes dimensiones ocasionaron numerosos estropicios.
“Afortunadamente no hubo daños personales, pero, vamos a sufrir más eventos por el estilo en el futuro. Y nuestros asentamientos turísticos están construidos en una época previa a la conciencia climática. La red de drenaje o de alcantarillado, para ser más concreto, tiene un dimensionamiento muy ajustado. Con este trabajo no estamos pronosticando malos augurios, sino haciendo una llamada de atención sobre los puntos débiles de nuestro territorio”, razona Ley.
Los resultados de la investigación permiten mapear San Agustín en cinco categorías de riesgo por lluvias torrenciales y deslizamiento de tierra, desde muy bajo riesgo hasta muy alto. El nivel de detalle del mapa precisa los edificios, complejos turísticos y carreteras con un índice de peligrosidad considerable, que tiende a concentrarse en las zonas más próximas a los cauces de los barrancos. Curiosamente, la mayoría de las regiones sin o de muy bajo riesgo no han sido urbanizadas.
En total, el área previsiblemente afectada alcanza los 73.077 metros cuadrados en edificios, 60.376 m2 en espacios abiertos, 9.190 metros en las infraestructuras viarias y también el frente total de taludes naturales con pendiente y afectación directa supera los 227 metros. “Esta gran diversidad de elementos urbanos y arquitectónicos especialmente inseguros indica la vulnerabilidad de la zona ante daños materiales, con posible pérdida de vidas humanas ante episodios extremos”, concluye el estudio.
Ley y el resto de investigadores también analizaron cómo podría verse perjudicada la movilidad en San Agustín en caso de que ciertas vías en riesgo alto por desprendimientos sufrieran cortes fortuitos. Los autores plantearon hasta 12 escenarios diferentes, con varias interrupciones simultáneas en el peor de los pronósticos, para medir la magnitud del infortunio en cada uno de ellos. En el último caso, con bloqueos tanto en la entrada como en la salida de la urbanización, habría 7.129 camas turísticas y 3.560 plazas residenciales expuestas. “[La estimación] demuestra el alto grado de vulnerabilidad que registra el sistema vial de San Agustín, cuestionando severamente su efectividad en caso de precipitaciones extremas y corrimientos de tierras”, remacha el trabajo académico.
“Es un emplazamiento con un sistema viario arborescente, es decir, ramificado. Nos encontramos con un montón de calles y carreteras con una única entrada y salida, lo que proyecta una imagen laberíntica del espacio. Las personas que suelen estar en él durante el invierno, sobre todo extranjeros, pasan siete u ocho días, estancias cortas, por lo que no llegan a tener un conocimiento exhaustivo del sitio y por tanto son susceptibles a verse desorientadas en una situación de emergencia climática”, apunta Ley.
El estudio propone algunas alternativas para combatir las deficiencias detectadas y así potenciar la red de sendas peatonales mediante nuevas rutas. También promueve la introducción de un camino para mejorar el tráfico rodado en la parte alta del área, creando a su vez un paseo con vistas al paisaje costero, y la utilización de algunos puntos públicos y privados como refugio, si resultase necesario.
“San Agustín nos muestra una forma de ocupar el territorio bastante forzada, incluso inconsciente. Hace medio siglo, pareció razonable hacer las cosas así. Pero hoy nos vemos obligados a ser críticos. Porque es un modelo de urbanización en ladera muy próximo a barrancos y donde puede haber deslizamientos de tierra y agua con consecuencias dramáticas”, finaliza Ley.
El estudio forma parte del proyecto Pomac Climarisk: Estrategias y soluciones tecnológicas para la adaptación al cambio climático y la prevención y gestión de riesgos en países de la Gran Vecindad. En un etapa posterior, el trabajo también contó con la participación de Francisco García, profesor en el Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio en la Universidad de Cantabria.