La emergencia climática es la mayor amenaza a la que se enfrenta el turismo, el motor económico de Canarias y para un gran número de islas en Europa. A los conocidos daños físicos que se prevén, como la subida del nivel del mar y posterior desaparición de playas, una investigación del Instituto de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible (TIDES) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) sugiere que la elección de destinos insulares por parte de viajeros internacionales se ve influenciada por los impactos terrestres del calentamiento global.
La conclusión parece clara: ante los futuros escenarios climáticos que sufrirán estos territorios, como Canarias y Baleares, especialmente vulnerables al aumento de las temperaturas, es importante disponer de información precisa al respecto para, por un lado, ser más eficaces en la prevención de amenazas, y, por otro, atajar el posible daño económico que se pronostica para el turismo, apunta el trabajo.
“En otras palabras, en la misma medida que la comunicación y los datos respecto al manejo de la crisis sanitaria están siendo claves para la recuperación del turismo tras la pandemia”, apunta Yen E. Lam-González, doctora en Economía por la ULPGC y principal autora del estudio, “también lo es la información relativa a posibles riesgos y el progreso en materia de alerta temprana y prevención de daños de impactos climáticos, con utilidad para la toma de decisiones de los viajeros sobre dónde y cuándo viajar a un destino insular”.
Las investigadoras elaboraron un cuestionario de elección en el que preguntaron a más de 2.500 turistas frecuentes de cuatro países europeos diferentes a qué islas europeas viajarían (Canarias, Baleares, Madeira, Azores, Malta, Cerdeña, Sicilia, Chipre, Córcega, Antillas francesas y Creta) teniendo en cuenta un grupo de impactos comunes del cambio climático para todas ellas, como son la pérdida de biodiversidad terrestre, el aumento de los incendios forestales, la escasez de agua potable, el daño a las infraestructuras costeras y la pérdida de patrimonio histórico.
Todos los encuestados (de Francia, Suecia, Alemania y Reino Unido, entre los principales mercados emisores de turistas a islas europeas), se enfrentaron a un experimento, utilizando varias tarjetas y combinaciones de islas donde podían pasar sus próximas vacaciones. En cada destino se detallaba el futurible impacto del cambio climático (alto, moderado o nulo) sobre los bosques, la disponibilidad de agua o las infraestructuras, entre otros, siempre según la opinión de los expertos consultados y en caso de que el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero se mantenga como hasta ahora en los próximos años. Se diseñaron varias combinaciones de cartas, hasta 24, que fueron distribuidas entre los meses de enero y abril de 2021.
“Es una mirada a cómo entender en un contexto de islas, cuyo modelo turístico principal recae aún en el sol y playa, las actividades náuticas o el avistamiento de cetáceos, cuán importante puede ser el deterioro de otros atributos del ecosistema terrestre (el interior de la isla) para explicar las decisiones de los turistas, independientemente de su motivación principal de viaje”, añade Lam-González.
Un ejemplo simplificado y muy claro sería el siguiente: el turista debe elegir si ir a Canarias, Azores o quedarse en casa. Ante la elección de coger el avión y pasar unas vacaciones, este debe saber que los destinos por visitar se enfrentan a diferentes riesgos climáticos. Canarias, en comparación con Azores, tendría una probabilidad más alta de incremento de los siniestros forestales y en la carestía de agua, mientras que Azores podría registrar un alto deterioro de las infraestructuras y el patrimonio histórico, y un impacto más bajo que el Archipiélago en el resto de elementos. Así con el resto de tarjetas.
“Los turistas no han abandonado su deseo de viajar, pero la nueva normalidad trae consigo una mayor sensibilidad a quedarse en casa, sobre todo frente a la percepción de riesgo de no poder aprovechar la experiencia turística”, agrega la doctora en Economía.
Los resultados de la investigación señalan un hecho que parece evidente: los territorios más afectados por la crisis climática cuentan con una menor probabilidad de ser seleccionados por los turistas. En este sentido, el estudio indica que el impacto que más rechazo genera es el incremento de los incendios forestales, seguido de la pérdida de la biodiversidad y del patrimonio histórico. Los cortes de agua son el atributo que menos repele a los viajeros.
“A pesar de que el agua es esencial para la vida, (…) los turistas pueden suponer que el suministro está garantizado porque las islas están rodeadas de mar y la desalinización es una práctica habitual”, propone el estudio, que también cita la verosímil falta de conocimiento de quienes visitan estos destinos. En Canarias, sin ir más lejos, varias islas han declarado recientemente la emergencia hídrica por falta de agua.
El modelo empleado por las investigadoras también incorpora estimaciones monetarias de la disposición a pagar para cada destino insular. Es como un “valor de marca”, matiza Lam-González, que disminuye por las secuelas del calentamiento global, y que lo hará más en unas islas u otras, en dependencia del tipo de daño que sea más relevante desde la percepción del turista. Por ejemplo, en Madeira, la media de gasto de un turista en 2021 se situó en los 1.619 euros. Ese “valor de marca” caería en un 15%, según los cálculos. En Mallorca descendería aún más, en un 23%.
“Lo más importante aquí es entender que mirar al interior de las islas también es relevante para explicar una posible estacionalidad del turismo insular”, resume Lam-González.
En Canarias, un estudio también de este año publicado en la revista Scientific Reports estima que la temporada de riesgo por incendios forestales podría aumentar 75 días más para finales de siglo por el aumento de las temperaturas. Otra investigación, por su parte, concluye que el índice de clima vacacional (HICB, en sus siglas en inglés) descenderá en los meses estivales debido, principalmente, a la reducción del confort térmico. Y un trabajo realizado por la empresa Cartográfica de Canarias S.A. (Grafcan) calcula en cuatro millones de euros las pérdidas del sector turístico por la desaparición de playas. Los mensajes de la comunidad científica se dirigen a una única dirección: muchos de los peligros son inevitables y por tanto la adaptación “inteligente” debe comenzar ya.
“Adaptación inteligente, entre otras cosas, significa entender y considerar la sensibilidad que tienen los turistas a problemas o impactos concretos dentro de la isla, en un ejercicio de transparencia en lo que respecta a la promoción turística, junto al progreso en materia de capacidad adaptativa y reestructuración de la propia oferta y actividades para minimizar el riesgo para el sector”, remacha Lam-González.