La impaciencia humana puede llegar a ser autodestructiva o es al menos lo que demuestra que en Canarias se estén introduciendo sin control, desde hace medio siglo, especies de abejas foráneas que lentamente destruyen la vida y el hábitat de la abeja negra canaria. Con un pretexto basado en una leyenda urbana que alude a una mayor velocidad de producción de miel por parte de las reinas que son traídas de fuera, se ha ido restando hábitat y reconocimiento al hecho de contar con una raza ganadera propia, que produce miel premiada en todo el mundo año tras año y se postula como un símbolo de identidad del pueblo canario.
Es tal la problemática, que la Asociación de Apicultores de Gran Canaria (ApiGranca), con presencia en seis de las siete islas apícolas de Canarias, ha presentado una denuncia ante el Juzgado de Instrucción de Valverde contra el Cabildo de El Hierro y su consejero del Medio Rural y Marino, David Cabrera de León, por un presunto delito ambiental en relación con un proyecto “dotado con 106.000 euros que busca erradicar todas las colonias híbridas de abejas melíferas de la isla, pero incluyendo la erradicación a la raza autóctona y protegida abeja negra canaria”.
Según señala ApiGranca en su escrito de denuncia, el proyecto pretende sustituirlas por la raza híbrida artificial buckfast, lo que “supone una grave amenaza para la biodiversidad y la resiliencia de los ecosistemas de la isla”. Además, los apicultores destacan que la sustitución por este polihíbrido artificial, implica la liberación de ejemplares exóticos que pueden causar una contaminación genética irreversible.
La abeja negra canaria, declarada patrimonio cultural, genético y etnológico por el Parlamento de Canarias, es una especie única que se ha adaptado perfectamente durante siglos a los ecosistemas canarios. Para la asociación, su eliminación “no solo compromete la biodiversidad de El Hierro, sino que también supone la pérdida de un legado cultural y natural invaluable para el archipiélago”.
ApiGranca critica que el proyecto “contradice” directamente las normativas nacionales y europeas que priorizan la conservación de especies locales. Asimismo, denuncian que la sustitución por colmenas de abejas híbridas no solo pone en riesgo la pureza genética de la abeja negra canaria, sino que también podría introducir nuevas enfermedades “tal como ya ocurrió con la varroasis, introducida en Canarias en los años 90, y que continúa afectando gravemente al sector apícola, con cientos de miles de euros anuales destinados a su control”, explica Antonio Quesada, presidente de ApiGranca, que tras un encuentro con el presidente del Cabildo de El Hierro, Alpidio Armas, para comunicarle la “gravedad de los hechos”, desde la Asociación “no han tenido otro camino” que presentar dicha denuncia ante el Juzgado de Valverde solicitando la tutela judicial para proteger a esta raza autóctona.
El Cabildo de El Hierro ha promovido este proyecto mediante la adjudicación de un contrato para la asistencia técnica en apicultura, que incluye la cría en los apiarios del Cabildo de abejas buckfast y posterior distribución de reinas de esta raza entre los apicultores.
“Nosotros seguimos pensando que el Cabildo no reconoce que no tiene técnicos especialistas en apicultura, y que alguien les ha engañado en su buena fe, porque el proyecto en sí es magnífico, y solo habría que cambiarle la elección de la raza y ajustarse a lo que recomienda la ciencia y la Ley”. Desde esta redacción ha querido conocer la situación tras la denuncia de los apicultores, pero hasta el momento no ha podido obtenerla.
Desde donde sí se han pronunciado es desde la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno de Canarias, manifiestan su firme compromiso con la protección de la abeja canaria, “de ahí que tengamos en el programa de opciones específicas por la lejanía y la insularidad (POSEI) una línea específica para la conservación de la especie y su miel. Fuentes del Gobierno afirman que es por todo ello, que se han encargado estudios para incluir en el Catálogo Nacional de Razas el primer insecto, que sería la abeja negra canaria. Desde la Consejería también recuerdan que no ”pueden“ meterse en las decisiones que el sector adopte en cada isla.
Una abeja que no molesta a nadie
El hecho de llevar miles de años en las islas, significa que esta posible raza de abeja haya desarrollado una adaptación al medio excelente, y, por lo tanto, ofrece altos grados de producción de miel de calidad reconocida a nivel mundial . Su ausencia de agresividad es algo muy valioso en un territorio limitado como Canarias, donde resulta muy complicado habilitar explotaciones alejadas de los núcleos de población. Tras casi 200.000 años de perfecto equilibrio de estos insectos con el medio natural canario, los problemas comenzaron en los años 40 del siglo pasado, cuando la acción humana comenzó a introducir en las islas otras especies de abejas, pensando que eran más productivas y, por lo tanto, más rentables. La primera hibridación que se dio entre la abeja canaria y la italiana introducida fue tan agresiva que las fuentes periodísticas de la época aseguran que se tuvo que “prender fuego a las colmenas”.
Quesada explica que en las islas se produjo “una degradación de la posible raza” bajo la falsa creencia de que la abeja italiana podía ser mejor, hasta que se dieron cuenta de los problemas que ocasionaba. Sin embargo, a finales de los 80 y principios de los 90 se volvió a cometer el mismo error y se introdujeron nuevamente abejas italianas, especies híbridas artificiales y abejas carniolas.
La mala interpretación que se hizo, y se sigue haciendo, de los tiempos en los ciclos reproductivos de la abeja canaria, ha provocado según Quesada “un auténtico desastre”. La abeja canaria, al estar adaptada a periodos cortos de floración en las islas, sabe cuando debe interrumpir la puesta y alimentarse de sus reservas, a diferencia de las razas continentales que continúan un desarrollo explosivo. Esto ha sido erróneamente interpretado por algunos apicultores como que la raza autóctona produce menos sin ser conscientes de que la abeja canaria está perfectamente adaptada a un campo sin comida en determinados momentos, pero la de afuera no, y en esa pelea por el sustento comienza a atacar a la canaria y requiere de los apicultores una inversión mayor en alimentación y que cada año tenga que comprar nuevas abejas reina en el exterior. Esta dependencia de importaciones continúa exponiendo a la abeja canaria a virus, bacterias o parásitos que se introducen de lleno en los ecosistemas de las islas.
Actualmente tan solo La Palma, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote prohíben tanto la importación de abejas como la cría de ejemplares foráneas. “La experiencia de La Palma nos enseña mucho, y Gran Canaria quiere seguir sus pasos”, asegura Quesada, “donde el Cabildo tiene un programa de cría y mejora de abeja negra canaria por el cual se reparten abejas reina a los apicultores en relación al censo que cada uno tiene”.
En declaraciones ofrecidas a la Cadena Cope esta semana, el portavoz de una de las tres asociaciones de apicultores más importantes de las islas, Florencio Gutiérrez, manifestaba rotundamente que en la isla de El Hierro “ya no hay abeja negra canaria” y niega las consecuencias negativas de los procesos de hibridación entre la raza canaria y las foráneas. “Ellos tienen cuatro islas para el desarrollo de la abeja negra canaria” y califica de “jaleo” la denuncia de Apigranca para aprovechar “el dinero que viene de Europa”.
Hay un factor importante que cabe recordar: la abeja es una especie ganadera, pero no está estabulada. La polinización no es un proceso controlable en términos de reparto y control de cabezas de ganado. De modo que es improbable pensar en un reparto de especies por islas sin que las consecuencias afecten a todo el archipiélago (como mínimo).
ApiGranca recuerda que la estadística regional actualizada indica que el 85% de las abejas que hay en El Hierro son abejas autóctonas y afirman: “Apostamos por la raza negra canaria porque es la más productiva en Canarias y estaríamos equivocados si pensando lo contrario, siguiéramos apostando por ella. Este problema va más allá, tiene que ver con el medio ambiente y con el Reglamento europeo y las leyes españolas. Sería como pensar que quitamos el timple canario porque el ukelele tiene más repertorio musical”.