Las oportunidades que ofrece el agua depurada ante las sequías en Canarias
En las islas se reutiliza en torno al 30% de sus recursos hídricos tratados, que se emplean principalmente para la agricultura, pero también pueden servir para la reforestación o el riego de parques, jardines y campos de golf, permitiendo una alternativa a la extracción de acuíferos o la desalación
En el siglo XXI Canarias ha sufrido reiterados episodios de sequías. A inicios de la década de los 2000 se declaró la emergencia hidráulica y, en la segunda, se generó otro ciclo de escasez de lluvias, con islas aguantando hasta 2018 con el agua que dejaron las borrascas siete años atrás. Las presas públicas de Gran Canaria ilustraron en 2017 el episodio: llegaron a la recta final de diciembre al 13% de su capacidad. En el sur de la isla, área especialmente seca, los embalses de Ayagaures y Gambuesa cerraron el grifo para mantener su escaso nivel y los agricultores de la zona ubicada en el municipio de San Bartolomé de Tirajana se vieron privados del recurso. Como solución temporal, se llevó a cabo una acción inusual: conectar a la red de aguas de las presas el sistema de depuración y regeneración, inyectando en ambas presas el recurso procedente de las depuradoras para que no se perdieran los cultivos. En febrero de 2018, la ansiada lluvia regresó al Archipiélago y se volvió a la normalidad.
“Ante una situación crítica de sequía, el agua regenerada puede salvar la situación”, explica Gilberto Martel, técnico del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) que trabaja en el departamento de Aguas y ha coordinado importantes proyectos centrados en una gestión sostenible del ciclo integral del recurso. La empresa pública del Gobierno regional lleva años desarrollando el proyecto ADAPTaRES, donde confluyen acciones destinadas a adaptar a la Macaronesia (Canarias, Cabo Verde y Madeira) a las consecuencias de las sequías, sobre todo en el ámbito de la reutilización de aguas residuales.
“Intentamos fomentar la innovación y la investigación”, señala Martel, quien considera que emplear el líquido que se deshecha por los fregaderos o los inodoros para regar cultivos, reforestar bosques, mantener parques y jardines o incluso recargar acuíferos “es una estrategia ideal y un elemento de resiliencia” porque es un recurso que no depende de las sequías. “Si existe un sistema de depuración bien desarrollado, habrá un recurso descentralizado que permitirá sustituir otros en crisis, como las aguas superficiales (presas), las subterráneas o la desalada, que también puede reemplazar a los anteriores, pero tiene un coste energético importante”.
Uno de los aspectos centrales del ITC es la sensibilización: concienciar a la población y a los potenciales usuarios de los beneficios del agua depurada reutilizada. En concreto, se puede reducir el consumo de acuíferos sobreexplotados en terrenos agrícolas o zonas verdes en áreas turísticas y, además, según el jefe del departamento de Aguas del ITC, Baltasar Peñate “es un agua mucho más económica que el agua desalada en términos de costes”. Y en un territorio como Canarias, donde ha sido y es un recurso escaso, es una alternativa más que permite ciertos usos.
No son pocas la barreras o los prejuicios en torno a este recurso, pues tradicionalmente ha generado desconfianza y se ha preferido optar por acuíferos, presas o desalación ante el temor de que pueda afectar de forma negativa un líquido que ha estado en contacto con multitud de residuos o bacterias. De hecho, recientemente un estudio internacional en el que ha participado el Centro de Investigación Ecológica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha advertido de la amenaza para la salud que puede suponer el agua que ha sido depurada con tratamiento biológico -microbios usados para degradar los residuos y que han evolucionado, aumentando su resistencia a antibióticos- y que es reutilizada para regar cultivos que producen alimentos que consumen humanos.
Sin embargo, existe una normativa muy estricta (2620/2007) que regula la calidad de las aguas depuradas reutilizadas. En función de su uso, requiere de una serie de controles analíticos constantes y costosos que también ha frenado su implantación en las islas de forma más estable. “Da seguridad, pero penaliza”, señala Martel. Cuando se tira de la cisterna del inodoro, se generan litros de agua que ponen en movimiento el líquido desde la vivienda a la red de saneamiento (si el municipio cuenta con dicho sistema) y al alcantarillado, donde se suman otros residuos que serán bombeados hacia la depuradora correspondiente que, si se ubica cerca de la costa, puede sufrir infiltraciones salinas por subidas de la marea ante el mal estado de las redes.
De manera similar al cuerpo humano, Martel detalla que el suministro de agua de abastecimiento es como el sistema arterial y, si se vierten residuos sólidos como toallitas a la red, se pueden producir “trombos”, es decir, obstrucciones que perjudican a toda la ciudadanía del municipio por el coste económico que supone retirarlos. Una vez llega a la depuradora, las situaciones pueden ser diversas en función de los tratamientos que se apliquen, determinados por la cantidad de población a suministrar. Pero el objetivo principal es lograr la mayor calidad posible con los controles necesarios, reduciendo la energía empleada y sin que se encarezca en exceso.
Una vez en la depuradora, primero hay un pretratamiento, para separar materia voluminosa sólida, arena y grasas flotantes como aceites. Se aparta por sedimentación o flotación. Después pasa al tratamiento primario, donde los sólidos se sedimentan y se retiran fangos primarios. El flujo del agua continúa y discurre hacia el decantamiento secundario o reactor biológico. Entonces se crean condiciones para que los sólidos que no sedimentan, se eliminen mediante bacterias que se desarrollan mediante la inyección de aire y consuman esa materia. Esos microorganismos crecen y también se eliminan cuando hay un exceso. El agua, una vez está clarificada, con una desinfección es apta para el vertido. Pero si se quiere reutilizar, se le dan tratamientos añadidos.
Como ha ocurrido con la desalación, Canarias ha sido pionera a la hora de probar todas las tecnologías posibles para desarrollar este proceso. El ingeniero Manuel del Pino Montesdeoca creó en 1994 un proyecto denominado Demostración de Reutilización de Aguas asociado a la depuradora del sureste de Gran Canaria. La iniciativa investigó todo tipo de tratamientos terciarios y sistemas de desinfección aplicables a las aguas residuales tratadas para posibilitar su reutilización en las mejores condiciones posibles. “Fue algo inédito, pero no obtuvo el apoyo necesario en ese momento”, recuerda Martel que, sin embargo, remarca que posteriormente sirvió de base para desarrollar numerosas acciones.
Las estaciones depuradoras
En Canarias existen 89 estaciones depuradoras de aguas residuales que tienen una capacidad que oscila entre los 2.000 y los 550.000 habitantes equivalentes (h-e), unidad que se emplea en función de la población a la que suministra el recurso. Estos datos han sido facilitados por el Grupo Tragsa, a quien el Gobierno de Canarias encomendó el apoyo técnico a los consejos insulares de aguas para la elaboración de los planes hidrológicos. El 17% de estas estaciones tienen una capacidad superior de 50.000 h-e y, entre las más grandes, destacan la de Barranco Seco en Gran Canaria y la de Buenos Aires, en Santa Cruz de Tenerife.
En las cuatro ciudades más pobladas del Archipiélago (más de 100.000 habitantes) existe al menos una estación al límite de su capacidad, saturadas por la gran cantidad de aguas residuales que reciben y que, en algunos casos, no pueden depurar y se vierte al mar tan solo con pretratamiento o se conceden permisos del Gobierno regional para que se permita desechar aguas contaminadas. Ante este escenario, la Unión Europea abrió expedientes de sanción millonarios a España por la gestión en Valle de Güimar y Valle de Guerra (Tenerife), esta última ya solventada tras acometer obras de ampliación.
En Las Palmas de Gran Canaria, el alcalde Augusto Hidalgo ha reconocido que la planta de Barranco Seco está obsoleta y ha vuelto insistir en la construcción de otra depuradora en el puerto de La Luz y de Las Palmas, un proyecto que ya ha contado con la oposición de los vecinos del barrio de La Isleta, a pesar de tener la del barrio de Tamaraceite, inaugurada en 2016. “Una depuradora como Barranco Seco pegada al mar ocuparía una gran extensión y generaría tensiones urbanísticas por el interés del suelo del litoral”, apunta Martel, quien recuerda que la estación existente en la ciudad más poblada del Archipiélago se diseñó pensando en la reutilización, ya que se ubica en altura y permite aprovechar la gravedad para enviar el recurso tanto al norte como al sur de la isla a través de extensas redes.
Hasta 2019, en Canarias se generan 146 hectómetros cúbicos de aguas residuales anuales según las estimaciones facilitadas por Tragsa para la elaboración de los próximos planes hidrológicos de tercer ciclo (2021-2027). De dicha cantidad, se depura el 63% (92 hm3) y de este porcentaje, un 67% se vierte tratada al mar y se reutiliza un 32%. Destaca Gran Canaria como la isla que más agua depurada vierte, pero también la que más reutiliza; también es llamativo que La Gomera no regenera sus recursos hídricos. De estos datos se excluye la isla de La Palma porque Tragsa aún no cuenta con sus datos y las cifras de Tenerife corresponden a 2016. La empresa estima que en el futuro (hasta 2033) aumente la reutilización hasta un 36% y se reduzca la generación de agua residual sin depurar.
La reutilización
El acceso al agua en Canarias para la agricultura ha generado numerosas perforaciones en las islas, sobre todo entre los años 40 y 80 del siglo XX, que propiciaron la sobreexplotación del subsuelo en busca del oro líquido. Con el agua regenerada se abre otra oportunidad añadida a la desalanización que además mitiga la extracción en pozos o galerías. Para ello, el ITC trabaja para que la información sobre su uso sea accesible al usuario, con formación y demostración. “Con huertas demostrativas que existen, por ejemplo, en la mancomunidad del sureste o en Cabo Verde, en la que se compara el agua de pozo con la regenerada”, señala Martel.
El técnico de la empresa pública detalla que la mayor parte de este recurso lo aporta el sector público a través de los consejos insulares, que establece unos precios fijos y regulados independientemente del mercado. “Cuenta con conducciones independientes, llega pie de finca, tiene un contador para medir el agua y es a presión”, añade Martel. Entre las indicaciones que se ofrecen desde la entidad a los agricultores, destaca que el riego se haga por goteo, de forma localizada o enterrada, para que llegue directamente a la raíz y ahorrar aún más agua. “La evaporación del agua cada vez va a más y se obtendrá lo mismo. Además, no estará en contacto con el fruto o la verdura y las restricciones pueden ser menores”.
Pero no solo puede servir para los agricultores, el recurso también contribuye a “una reforestación de una zona determinada” o la “recarga directa de acuíferos”, por ejemplo, en cauces de barrancos, “creando pequeñas balsas de perforación para que filtre el agua poco a poco en el subsuelo”. A ello se suma su potencial para ser usado en zonas verdes en áreas urbanas, como parques y jardines, pero también en campos de golf.
En zonas turísticas, Martel subraya que el agua regenerada también cuenta con otra ventaja. Aunque el consumo en municipios como Mogán o Arona puede ser elevado en temporada alta, ello lleva consigo que también se incremente la depuración y regeneración, que se puede emplear en el mantenimiento de zonas verdes. De hecho, el técnico del ITC recuerda que cuando se produjo el cero turístico con la pandemia de coronavirus “en muchas zonas, al no haber turistas, no había agua que depurar y entonces no se podían mantener las zonas verdes de las áreas turísticas. Hubo que buscar aguas de otros orígenes”.
El doctor ingeniero de montes y profesor de la Universidad de La Laguna (ULL) Juan Carlos Santamarta considera que Canarias necesitará cada vez más recursos hídricos en las islas porque “aumentarán las temperaturas y, por lo tanto, la evapotranspiración de los cultivos”, es decir, que los vegetales necesitarán más agua para sobrevivir porque se incrementa la evaporación del agua del suelo. Aunque cree que la mayoría procederá de la desalinización, Santamarta recomienda “aumentar la regeneración con el fin de cerrar el ciclo del agua y no emitir vertidos”, siempre y cuando, “se cumpla con los estándares sanitarios”.
En este punto coincide el director general de Aguas del Gobierno de Canarias, Víctor Navarro, quien ve en la reutilización “uno de los objetivos principales para un desarrollo sostenible”, con el objetivo de alcanzar el 70% de agua regenerada. Para ello, el jefe del departamento de Aguas del ITC ve esencial, por un lado, “concienciar a la ciudadanía en no verter ciertos productos a las alcantarillas” porque la red de saneamiento “se está convirtiendo en un sumidero”, y por otro, gestionar la demanda.
Gilberto Martel detalla que se trata de controlar las pérdidas en las redes de saneamiento, cambiar los tipos de cultivos o los sistemas de riego para reducir el consumo de agua y que en la oferta, la regeneración o reutilización se plantee como un recurso alternativo más “como prevención y adaptación al cambio climático a largo plazo”.
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