Ginés Garrido Colmenero (Albacete, 1962) ofreció una de las conferencias promovidas por el Colegio Oficial de Arquitectos de Tenerife, La Gomera y El Hierro (Coactfe) con motivo del Día Mundial del Urbanismo. Arquitecto y doctor arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, profesor de este centro desde 1991, fundó junto a Francisco Burgos el estudio Burgos & Garrido arquitectos asociados, especializado en el diseño y construcción de espacios públicos, parques y planeamiento territorial.
Fue director del equipo redactor del proyecto Madrid Río, que transformó en un espacio peatonal y de recreo de más de 150 hectáreas degradadas por el soterramiento de la autopista M-30 en los márgenes del río Manzanares, a su paso por el oeste de la ciudad. Su conferencia vino precedida por la concesión a un equipo del que forma parte su estudio del concurso para reformar el Hospital La Paz en Madrid, una obra de doce años que supondrá una inversión cercana a los 500 millones de euros.
PREGUNTA: Su estudio ha intervenido a diversas escalas, desde la arquitectura al paisaje, llegando incluso a montar instalaciones en la feria Arco. Investigador, docente, arquitecto… ¿cómo se puede trabajar teniendo en cuenta esas escalas?
RESPUESTA: Pues pensándolo bien, y ahora que me lo comenta, si hago tantas cosas diferentes es malo porque no sé lo suficiente de ninguna de ellas. Creo además que cada una de esas escalas tiene su disciplina propia, sus reglas propias. Con frecuencia pensamos que somos capaces de hacer cualquier cosa y a veces no es así. En el ámbito del paisaje hay muchos arquitectos que creen que saben e igual no saben tanto, pues hay cuestiones específicas de cada campo, y con esto estoy tirando piedras sobre mi tejado. Por otro lado, en realidad nosotros no hemos hecho cosas tan diversas. Por ejemplo, no hemos hecho nada de planeamiento territorial. Hemos hecho proyectos de diseño urbano más o menos grandes, algunos realmente grandes, pero siempre de la mano de gente experta de aquello que nosotros no sabemos y desde la óptica del arquitecto, sin perder de vista las limitaciones. Los arquitectos debemos pensar que hacemos una labor colectiva, en la que hay muchos actores, entre ellos los ciudadanos, además de los ingenieros y otros consultores. Esto nos ha permitido hacer cosas más o menos grandes y otras más o menos pequeñas.
P: ¿Entonces lo de Arco…?
R: Lo de Arco resulta algo totalmente excepcional. Es una rareza, una especie de divertimento. Es efímero. Solo está montando tres días. Tampoco puedes decir que no porque mola mucho hacerlo. Arco tiene una gente detrás que es estupenda y te da mucha libertad para trabajar. Es algo además donde se puede arriesgar mucho, que no es habitual en nuestro trabajo. Nosotros hacemos edificios de viviendas y edificios públicos, y luego bastantes proyectos de diseño urbano, pero no de planteamiento. No me considero para nada un estudioso de la ciudad, me considero un ciudadano que procura documentarse. Creo que hay gente que tiene el tema más estudiado. Yo procuro estar al día.
P: Háblenos de lo que se le viene encima con el Hospital de La Paz.
R: Esta semana hemos ganado el concurso para reformar el hospital y lo hemos ganado porque hemos trabajado mucho y hemos tenido suerte. Pero, también, porque el jurado era muy bueno y ha sabido valorar la propuesta. Hemos ganado porque el jurado ha visto en nuestro proyecto lo que probablemente otros no tenían, que a lo mejor estaban más centrados en el asunto hospitalario, que evidentemente se debe resolver. La Paz es un edificio con una dimensión metropolitana y urbana enorme. Nosotros hemos entendido el problema hospitalario, pero también hemos buscado mostrar el complejo como una institución pública que está en el paseo de la Castellana, donde se encuentran la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, la estación de Atocha y, en definitiva, las grandes instituciones del Estado. Creo que esta visión es consecuencia de los trabajos que hemos venido haciendo durante los últimos quince años y que eso ha sido lo que nos ha dado la oportunidad de ganar el concurso. Y por ir de la mano con unos arquitectos amigos nuestros que son especialistas en hospitales.
P: Conocen Madrid a fondo, pero ¿cómo se abordan los temas cuando se trabaja fuera?
R: Nosotros no hemos hecho ningún proyecto fuera de España sin ir de la mano de otro. Esto es fundamental. Por otro lado, tenemos la ventaja de llegar a un lugar sin prejuicios, lo que se contrapone a la visión del lugar de aquellos que sí conoce bien el sitio y tienen muchos prejuicios al respecto. El diálogo entre esas dos visiones es productivo. Por eso nuestros proyectos tienen visión a largo plazo y, al tiempo, también los pies en el suelo. Nuestra experiencia es buena y en general hemos tenido suerte con los socios.
P: Hablando del urbanismo de hoy, ¿creen que se está cambiando de paradigma? ¿Se debería mirar más a la regeneración que al urbanismo de planes?
R: Hablar de la ciudad como algo que se puede definir resulta difícil porque las hay de 200 mil habitantes al lado del mar, como Santa Cruz de Tenerife; pero también México, Tokyo o Albacete. Es como un campeonato del Mundo de fútbol, donde juega Brasil contra Holanda. Ambos son países, pero uno es muy pequeño y el otro es muy grande. Hay ciudades hechas en extensiones gigantes, unas se desarrollan muy deprisa, otras menguan, otras mueren… Es difícil porque todas tienen su realidad, que debe ser mirada con una óptica diferente. Por lo poco que yo sé, hay una visión doble y que cada vez está más presente. Por un lado, se niega que viva el 50% de la población mundial en ciudades, para decir a continuación que estamos en un planeta completamente urbano y que todo está interconectado. El precio de las bananas de los agricultores de Guatemala depende de un montón de variables a nivel mundial, que es lo que al final marca las condiciones de vida de esas personas que las cultivan. En otras palabras, esos agricultores dependen de cosas que pasan a miles de kilómetros. Pero, por otro lado, no se para de mencionar a Lefebvre, que en los años setenta empezó a hablar de que el planeamiento de las décadas anteriores había sido empobrecedor, rígido e inhumano. Él pedía poner el foco en las personas, en lo que llamaba urbanidad, en los vínculos entre las personas. Esto llega unido al cambio climático y a la necesidad de consumir menos energía, lo que ha hecho que muchos de los que estamos obligados a pensar en esto hayamos cambiado de visión. ¿Cuánto de esto se traslada a la realidad? Eso ya es más difícil de saber. Las ciudades son muy conservadoras y sus inercias son como las de esos grandes petroleros que necesitan kilómetros para girar.
P: ¿Es partidario de la participación de los ciudadanos en el desarrollo de los proyectos?
R: Todos los planeamientos deben pasar por sus periodos de exposición pública y supuestamente todo el mundo puede opinar. Pero creo que la realidad no tiene nada que ver con eso. Los planes se publican, te dan 15 días para ver algo que en general resulta incomprensible y que en el fondo hace imposible que los ciudadanos puedan expresar una opinión informada y que ello dé origen a un debate lo suficientemente creativo. Eso en España no está bien organizado y tiene algo de falso. En otros lugares con democracias más maduras, con otras estructuras sociales y políticas, este diálogo se produce de manera más intensa. Eso requiere de más tiempo para que la gente se entere bien y pueda opinar. No obstante, reconozco que en España se está tomando conciencia de que esto debe cambiar. Estos procesos muchas veces no son útiles y se hacen de cara a la galería. A veces esos procesos no están “engrasados” porque nos falta experiencia. Nos falta paciencia. Los políticos siempre tienen mucha prisa y eso lo hace más difícil. Tiene su lógica, pues ellos arriesgan mucho en estas cosas.
P: Cuando hablamos de reactivar ciudades, lo vinculamos a la ecología. ¿Cuáles son las claves de la ciudad en la que viviremos en el futuro?
R: Hablando de reactivar he de decir que nosotros hemos trabajado para una fundación que tiene su sede en Armenia que es extraordinariamente innovadora, con un programa educativo buenísimo. Han fundado escuelas vinculadas a la informática, al cine y a la televisión en muchos lugares del mundo relacionados con las comunidades armenias de distintos países: Los Ángeles, París, Beirut o Moscú. Y se colocan en lugares donde intentan reactivar barrios. En los países de las antiguas repúblicas soviéticas hacen un gran trabajo con la gente joven. Por otro lado, es evidente que las ciudades cambiarán a medida que los coches vayan liberando espacio, a medida que el transporte se vaya haciendo más eficaz. Grandes zonas de la ciudad podrán tener vegetación. En unos años, el aspecto de las ciudades va a cambiar mucho. Y está claro que las exigencias en relación a las emisiones de C02 harán necesario vincular las ciudades a sus territorios, a sus climas, a la ecología en el sentido más amplio de la palabra. Lo que no está tan claro es cómo va a ocurrir todo eso. Lo tenemos todos en la cabeza, nos sabemos la teoría, pero luego está el mercado, el dinero, los intereses contrapuestos de los ciudadanos, etc.
P: ¿Tiene opinión sobre Madrid Central?
R: Soy muy poco usuario de Madrid Central porque vivo en el centro de la ciudad y, por lo tanto, no necesito usar el coche para ir al centro de Madrid. Tengo un conocimiento del asunto a través de los medios. Pero pienso que es una cosa que estaba bien. Hay lío, pero creo que forma parte del “boxeo” político. Mi opinión es que Madrid es una ciudad muy densa, muy poblada y muy visitada, donde parece razonable que los coches no puedan entrar al corazón de la urbe. Claro está que hay personas con movilidad reducida o vehículos de reparto que son excepciones.
P: ¿Cómo nos cambiará la vida el 5G relacionado con el urbanismo?
R: Lo obvio es que tiene una implicación muy directa en el transporte. Se supone que todo será más eficaz. Manejar grandes cantidades de información a través del teléfono parece que tendrá beneficios, sobre todo para la movilidad.
P: En Santa Cruz de Tenerife se va a liberar mucho suelo donde hoy está la refinería de Cepsa. No le voy a preguntar qué haría en un lugar así, pero sí desde su experiencia en otros lugares, qué no haría.
R: Es la primera vez que visito esta ciudad y desconozco el asunto. Lo que haría sería mantener algún testimonio de la actividad llevaba a cabo en el lugar, a modo de homenaje. Con mucha frecuencia llegan las excavadoras, lo tiran todo y luego nos arrepentimos. Pensaría en las personas que hayan estado vinculadas al lugar. La historia de las personas normales y corrientes es importante y merece sus monumentos.