La Biblioteca Insular de Gran Canaria recoge en una exposición la cosmogonía narrativa del escritor lanzaroteño Leandro Perdomo

Canarias Ahora

2 de septiembre de 2022 11:05 h

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La Biblioteca Insular del Cabildo de Gran Canaria exhibe hasta el día 7 de octubre la muestra Leandro Perdomo Spínola, crónica de una vida, una completa exposición que recopila abundante material gráfico y bibliográfico, a modo de recorrido por la existencia de este escritor lanzaroteño (1921-1993), considerado uno de los escritores canarios relevantes de la segunda mitad del siglo XX y un extraordinario narrador y cronista de la calle.

Comisariada por el historiador y archivero del municipio de Teguise, Félix Delgado López, la muestra, que llega a la Biblioteca Insular tras su exhibición en Lanzarote, ha sido impulsada por el Ayuntamiento de Teguise y el Cabildo de la isla con motivo del centenario del nacimiento de Leandro Perdomo. La misma, divida en cuatro espacios geográficos y cronológicos bien diferenciados (Arrecife, Las Palmas, Bruselas y Teguise) puede ser visitada de 8:00 a 19:00 horas, en la planta baja de la Biblioteca Insular.

El Cabildo informa en un comunicado de que la muestra recoge abundante documentación sobre Perdomo, quien en 1946 establece su residencia en Las Palmas de Gran Canaria donde compartirá inquietudes con artistas y escritores. Entre 1957 y 1968 el escritor emigra a Bélgica, para regresar a su isla natal fijando su domicilio en el viejo caserón familiar de Teguise, en donde fallece en 1993. Félix Delgado, comisario de la exposición ha dividido la misma en cuatro secciones que revisan sus años de formación (1921-1946), su etapa de bohemia y escritura (1946-1957), su suerte como emigrante (1957-1968) y el retorno a su isla conejera (1968-1993), asociadas a su vez a cuatro lugares que jalonaron su vida, Arrecife, Gran Canaria, Bruselas y Teguise, respectivamente.

La producción literaria y periodística de Perdomo se difundió en los principales rotativos de las Islas y a través de dos periódicos que él dirigió: Pronósticos (1946-1948) y Volcán (1963-1968). Publicó seis libros en vida, donde se reúne un conjunto significativo de sus crónicas y cuentos: Diez Cuentos (1953), El Puerto de la Luz (1955), Nosotros los emigrantes (1970), Lanzarote y yo (1974), Desde mi cráter (1976), Crónicas Isleñas (1978). Destaca, sobre todo, como escritor costumbrista, muy apegado a los recuerdos y a las vivencias cotidianas, sin dejar de lado su afán crítico y su dimensión humanista y solidaria dirigida a mejorar su entorno. Su obra ha sido objeto de reediciones, nuevas recopilaciones y antologías.

Los apartados temáticos, explica la Institución en la nota, permiten al público acercarse a la singular personalidad de este escritor, marcado por la originalidad, la bohemia y la marginalidad, así como a algunos de los ambientes de los que se rodeó en Lanzarote, Gran Canaria y Bélgica. Numerosos documentos, fotografías, cartas, manuscritos, mecanoscritos, libros, crónicas o cuadernos de notas, se exhiben en la muestra coordinada por el historiador Félix Delgado, que ha recopilado dicho material de los archivos propiedad de la propia familia del escritor, el Archivo Municipal de Teguise y de la Fundación César Manrique (FCM).

Leandro Perdomo durante su estancia en Bélgica adonde emigró en 1957 debido a la situación de penuria por la que atravesaba, durante casi dos años trabajó en muy duras condiciones en las minas de Saint–Quentin y del Goufre, hasta que enfermó de bronquitis Ejerció entonces diferentes oficios, fundó y dirigió el periódico Volcán, una publicación que fue un importante instrumento cohesionador y de autoestima para la colonia española, pero también reflejo las inquietudes literarias y culturales de su director.

Contexto histórico

El perfil biográfico de Perdomo hay que estudiarlo en su contexto histórico, según advierte el comisario de la muestra, Félix Delgado. “Nace en un Arrecife muy humilde y pequeño como ciudad en 1921 en el seno de una familia acomodada, aunque luego le toca vivir una dura posguerra de racionamiento y censura que no encajaba con su perfil libertario y aventurero”, señala Delgado. “En Gran Canaria se relaciona con los Millares, con Ventura Doreste y con los poetas sociales del momento que colaboraron con su periódico ‘Pronósticos’, aprovechándose del impulso y la energía cultural de una ciudad más cosmopolita y dinámica que empezaba a evolucionar al amparo de los flujos comerciales y económicos que generaba su Puerto de la Luz, entre otros espacios”.

Desde su casa de Teguise siguió escribiendo Perdomo cuando regresa a Lanzarote en 1968 para instalarse en la casa familiar de los Spínola. Tras imprimir Nosotros, los emigrantes (1970), a lo largo de la década de los setenta difundió sus artículos en La Provincia, sobre todo, y en Diario de Las Palmas. Recogió parte de ellos en los libros Lanzarote y yo (1974), Desde mi cráter (1976) y Crónicas isleñas (1978). En ellos narra esas historias increíbles que parecían inventos, relatos de ciencia ficción pero que forman parte de la realidad. Personajes, lugares, calles y el mar siguen marcando parte de su inspiración. Leandro no puede evitar describir lo que ve, con esa sutil ironía de quien ha visto mucho y recorrido tantos caminos. En muchos de sus textos periodísticos Perdomo construye su aportación al imaginario literario de Teguise, conformado a base de recuerdos, leyendas, personajes singulares, tradiciones familiares y testimonios críticos sobre la acelerada transformación que sufren los hábitos, la sociología y el territorio insular a partir de los años sesenta. Todo un cosmos identitario asociado a la respiración de una sociedad rural, noble, bienhumorada y desprovista de sofisticación, se compagina con la percepción y el examen de la actualidad contemporánea en la que se impone el desarrollo de la mano del monocultivo de la industria turística ante la mirada disgustada, crítica y melancólica del escritor lanzaroteño.

A partir de 1985, publicó una crónica semanal en Lancelot, donde se hicieron conocidas sus secciones Desde mi Villa vieja y Mi dromedaria. Se mostró atento observador de la realidad local y nacional, en particular de las profundas transformaciones que estaba experimentando Lanzarote, analizadas con desazón y mirada crítica. Al mismo tiempo, escribió abundantes artículos en los que se aferraba a la memoria de una isla en proceso de disipación. Proyectó una suerte de mitología insular de carácter popular a partir de personajes singulares, rasgos morales, símbolos del paisaje y costumbres históricas que dibujan un rico sustrato de antropología cultural.