Se cumplen 542 años de la fundación de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, villa que nació en un montículo repleto de palmerales (de ahí el origen de la denominación de la ciudad) y al margen derecho del barranco de Guiniguada. Justamente en la plazuela que se denominó San Antonio Abad. En aquella colina instalaron el primer campamento de protección militar los soldados del regimiento enviados por la reina Isabel I de Castilla al mando del capitán Juan Rejón, para la cual dictó una providencia en la ciudad hispalense el día 13 de mayo de 1478 (escrito custodiado en el Archivo General de Simancas). El capitán alistó a 600 soldados y 30 hidalgos que aportaron caballos y armas. Del Puerto de Santa María zarparon las naos el día 13 de junio de 1478.
El objetivo era la conquista de la isla de Gran Canaria, siendo el campamento soldadesco –y la futura ciudad–, el centro de logística para la conquista de la isla. Y una vez anexionada, seguir asaltando el resto del archipiélago canario. En aquel sector se ubicaron el primer Cabildo de Gran Canaria, y la construcción de viviendas para los conquistadores y nuevos colonos. Todo en torno a la plazuela, en las direcciones administrativas, políticas y religiosas, y supeditado al ordenamiento de Pedro de Vera –militar de baja estofa moral y sanguinario, quien usó abyectos engaños con los aborígenes isleños para subyugarlos– finalizando este la conquista de la isla una vez doblegados los briosos defensores de su tierra: los aborígenes canarios. Fue el primer gobernador de la recién anexionada ínsula a la Corona de Castilla.
La primera denominación de la urbe capitalina, y primera ciudad que fundaba el reinado de los Reyes Católicos allende sus fronteras peninsulares fue el Real de Las Palmas, nacida o fundada el día 24 de junio de 1478, en el solsticio de aquel verano, en el día de San Juan, y onomástica de la ciudad, llamada hoy, Las Palmas de Gran Canaria. En el año 1515, el día 28 de enero, la ciudad Real de Las Palmas recibió el título de Muy Noble Ciudad Real de Las Palmas (Archivo de Simancas).
La primigenia ciudad se fue expandiendo rápidamente en angostas callejuelas y pequeñas plazuelas, gracias a los terrenos dados en recompensa a los militares colonialistas. Vegueta se fue ampliando; y seguidamente, lo hizo el barrio de Triana. Se construyó el primer hospital San Martín en el siglo XV y el primer templo religioso, la que se llamó iglesia vieja, para luego ser construida cuasi en el mismo solar, la catedral de Santa Ana.
La recién fundada ciudad Real de Las Palmas, junto a San Sebastián de la Gomera, habían contribuido de base logística a la proeza de la navegación de Colón en la conquista de las Indias en 1492. En las nuevas calles del barrio trianero se levantó el convento de San Francisco, y desde ese monasterio, en 1516, fueron llevadas las plataneras en la conquista del Nuevo Mundo por fray Thomás de Berlanga, de la Orden de los Predicadores, a la ciudad de Santo Domingo (según el relato del historiador de Indias Fernández de Oviedo), en uno de los viajes coloniales a la Española, y de ahí a las Antillas y el resto de la América tropical y Caribe. Como asimismo se transportaron plantones de cañas de azúcar, que muy bien arraigaron en la agricultura y clima americano, siendo uno de los pilares pasados, y de tantos años posteriores hasta la actualidad, en las industrias y economías centroamericanas.
En estas Fiestas Fundacionales se destacan los valores e historia de la ciudad laspalmense, pero en esta ocasión deseo destacar el mérito, tantas veces relegado del Faro de La Isleta que durante muchos años ha sido testigo mudo, pero con eficaz iluminaria aero-marítima, de los cambios generados en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que cumple sus felices 542 años de su fundación en aguas del Atlántico y sobre la plataforma africana.
En la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, este es un hecho que en la propia urbe pasa desapercibido constantemente en la intrahistoria de la misma –sin pertenecer al patrimonio insular ni a la importancia social o evolutiva–, aunque siempre está en la escolta marina de los buques que llegan a la ciudad e isla de Gran Canaria, o en rededores travesías navegan, ha sido la instalación en 1865 el Faro de La Isleta, en la montaña más alta del islote (249 metros sobre el nivel del mar) que corona la redondez de la isla de Gran Canaria. Desde aquel año en que irradió su luz por primera vez, en señales de custodias a los barcos, que entraban y entran, al puerto de La Luz. Y desde su ubicación en La Isleta, ha sido la luz que acompaña la clara y estrellada nocturnidad isleña, pero sin iluminar las noches de la ciudad laspalmense.
Ese Faro de La Isleta es la señal de llegada de los buques; y tiene también, un dispositivo informativo para la navegación aérea (si bien, hoy con los GPS en las naves aéreas no se necesita). Es una linterna aéreo-marítima que avisa a la navegación desde su garita isletera. El Faro de La Isleta fue diseñado y dirigida su construcción por el ingeniero Juan León y Castillo, en su matriz del primer edificio, con torre de cantería y cúpula de la linterna con los focos de la iluminaria (es este mismo ingeniero el creador del Faro de Maspalomas). Tuvo un farero y residencia del trabajador hasta 1993, hasta que eliminaron el gas y la vigilancia constante de la iluminaria. La potente luz amarillosa que emite en la actualidad, desde las primeras penumbras del crepúsculo hasta la media luz del alba, tienen su señal marítima en la variación de destellos lumínicos: 3 tiros de luz durante 5 segundos; y el cuarto, 7 segundos más tarde. Señales únicas de la navegación cuya lectura marina es: que se llaga al puerto de La Luz y de Las Palmas. Tiene un alcance dicha luminosidad de 25 millas náuticas. Y da la bienvenida a la ciudad y la isla a toda la navegación marina.