Hace ahora cuarenta años, el 1 de junio de 1967, los Beatles publicaron su álbum más célebre, Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, un disco que cambió la música moderna y marcó a toda una generación.
Editado en la víspera del “verano del amor”, al comienzo de la era hippy, Sgt. Pepper rompió los límites de la música pop y logró que un álbum de música dejara de ser una simple colección de canciones para convertirse en una obra de arte con identidad propia.
“Mirándolo desde la perspectiva actual, se ve que Sgt. Pepper fue como un icono. Fue el disco de la época y probablemente cambiara la forma de grabar, pero no lo hicimos de forma consciente”, afirma George Martin, productor de los álbumes de los Beatles, en la autobiografía del grupo (Antología, Ediciones B).
Las sesiones de grabación del disco comenzaron el 6 de diciembre de 1966, pero para comprender el proceso creativo del álbum hay que remontarse unos meses atrás, al 29 de agosto de ese año, fecha en la que los Beatles ofrecieron su último concierto en público.
Sin los compromisos de las giras, el cuarteto de Liverpool pudo concentrar su actividad en el estudio y dedicar nueve meses a la grabación de su nuevo disco.
Con la inestimable ayuda de George Martin, que había trabajado antes con música electrónica, los Beatles dieron rienda suelta a su imaginación en los estudios de Abbey Road de Londres.
Todas las voces y los instrumentos que suenan en el disco fueron sometidos a algún tipo de manipulación técnica y se añadieron numerosos efectos en varias de las canciones, para crear un sonido único, característico del álbum.
Sgt. Pepper tardó en grabarse más de 700 horas y tuvo un coste de unos 75.000 dólares, cifras desconocidos en aquella época. Sólo cuatro años antes, los Beatles habían invertido un único día en grabar su primer álbum (Please me, please me).
Fue Paul McCartney quien propuso a sus compañeros encarnarse “en otro grupo” y sugirió el rimbombante nombre de La Banda del Club de los Corazones Solitarios del Sargento Pimienta, inspirado en el de las bandas que proliferaban aquellos años en Estados Unidos.
Grabaron el tema que da el título al álbum, una canción de rotundas guitarras que comenzaba con el ambiente de un concierto -instrumentos afinando, el ruido del público- y que enlazaba con With a little help from my friends, el segundo corte del disco.
Esa fue otra de las novedades de Sgt. Pepper, las canciones se sucedían de manera continua, sin interrupciones, en las dos caras del disco.
A partir de la tercera canción -la composición de John Lennon Lucy in the sky with diamonds-, las canciones dejaron de tener un nexo temático. “El disco iba a discurrir como una ópera, pero luego dijimos: 'A la mierda'”, recuerda Ringo Starr.
Sgt. Pepper terminó convirtiéndose en un variado desfile de canciones, algunas tan alejadas del rock clásico como Within you without you, un tema de George Harrison que grabó con un grupo de músicos de la India y una pequeña orquesta de cuerda.
El tema que da título al álbum vuelve a sonar en una versión más rápida casi al final del disco, que se cierra con A day in the life, una de las colaboraciones más celebradas de Lennon y McCartney.
Para presentar estas canciones, los Beatles encargaron a Peter Blake un montaje fotográfico en el que los cuatro miembros del grupo aparecen vestidos con guerreras de llamativos colores y rodeados de un sinfín de personajes. Es la portada más famosa de la historia.
Marlon Brando, Marilyn Monroe, Bob Dylan, Edgar Allan Poe, D.H. Lawrence, Karl Marx, Johnny Weismuller, Stan Lauren y Oliver Hardy son algunos de los personajes que acompañaban a los Beatles en el fotomontaje, del que se eliminaron finalmente a Hitler y a Gandhi.
La contraportada del álbum marcó otro hito: por primera vez en un disco aparecían impresas las letras de las canciones.
“El cambio con respecto a los anteriores discos de los Beatles fue tan radical que tuvimos que escucharlo varias veces para asumirlo”, explicó el periodista José Prieto al recordar el efecto que provocó el álbum en los seguidores del grupo.
Sgt. Pepper tuvo una gran acogida por parte de la crítica -el escritor británico Kenneth Tynan aseguró que el disco representaba “un momento decisivo en la historia de la civilización occidental”- y en un mes había vendido medio millón de copias en el Reino Unido y en tres meses 2,5 millones en Estados Unidos.
Desde entonces no ha dejado de encabezar listas sobre los mejores discos del rock y, a punto de cumplir los cuarenta, sigue siendo una referencia cultural.