Modernismo y generación del 98, confluencias en Canarias

La variante de la literatura finisecular en Canarias puede verse como una confluencia de modernismo y generación del 98. “Ambas corrientes comparten puntos en común, como la rebeldía frente a los saberes que vienen de lo alto, o bien, ese constante afán de renovación espiritual, poética y artística”, comenta Sonia Petisco Martínez, doctora en Filología Moderna por la Universidad Complutense, que este miércoles 22 de noviembre a las 18:30 horas abre el seminario sobre El modernismo y la generación del 98 en la casa-museo Tomás Morales, en Moya, dirigido por Santiago J. Henríquez Jiménez, catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Para la investigadora, que hablará de Miguel de Unamuno como exponente de la hibridación de las dos escuelas que marcan el cambio de siglo en la literatura en lengua española, el rector de la Universidad de Salamanca, contradictorio y agónico, representa la “estrecha relación entre la generación del 98 y el modernismo, en lo que concierne a ese denodado intento de oponerse al racionalismo obtuso y mutilador presente en nuestra cultura occidental”.

El seminario propone cuatro abordajes a las distintas confluencias del modernismo y la generación del 98 en Canarias, a cargo de Sonia Petisco Martínez, Alicia Mederos, Antonio Puente y Santiago J. Henríquez Jiménez. Además de Unamuno, se exploran los casos de Josefina de La Torre, Domingo Rivero y Tomás Morales, en dos jornadas (miércoles 22 y jueves 23 de noviembre) en la casa-museo dedicada, en Moya, al poeta que compendia la expresión del sentimiento del mar en la poesía modernista en Canarias. La periodista y escritora Alicia R. Mederos expondrá la influencia de la generación del 98 en la obra poética de Josefina de La Torre (1907-2002). Aunque adscrita a la Generación del 27, sus años de formación y el contexto cultural en el que creció están marcados por el modernismo, advierte Mederos, autora de una monografía y un documental sobre la escritora y actriz, y comisaria del programa del centenario de su nacimiento. “El modernismo resulta un elemento distintivo de su voz poética en el conjunto de la generación del 27”, adelanta, acerca de su contribución al seminario.

El coordinador del seminario propondrá (jueves 23 de noviembre, 18:30 horas) una lectura heterodoxa de la Oda al Atlántico, de Tomás Morales, incluida en Las rosas de Hércules. El “mar puerto”, el mar próspero de las comunicaciones y el comercio al que Morales canta en otros poemas, deja paso, en la Oda, al “mar de caminos, mágico, de inquietudes y tormentas”, que recuerda el mar con “hambre de higos”, del célebre poema de Goethe, una metáfora con larga tradición en la literatura europea, que simboliza el apetito de naufragios con que el mar incita a los navegantes a adentrarse y perderse.

Santiago J. Henríquez Jiménez ha dedicado parte de su carrera como investigador al estudio de la génesis y la tradición de algunas metáforas. Es autor de Tomás Morales, viajes y metáforas (Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 2005), Realidad y constitución de la ficción en la novelística de Graham Greene (Universidad de La Laguna, 1993) y El viaje literario y la cueva. Imágenes de la memoria (Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 2007), entre otros ensayos y decenas de artículos que son referencia en el campo de los estudios culturales y literarios sobre la literatura inglesa y la literatura canaria en el tránsito al siglo XX.

Para el seminario sobre el Modernismo y el 98, Santiago J. Henríquez Jiménez propone una perspectiva diferente de la Oda de Tomás Morales, centrada en los atributos espaciales de las metáforas del mar. En este poema “la luz siempre viene de arriba”. Puede hablarse de una “verticalidad de la iluminación” que cohesiona el espacio en el que se despliegan las poderosas imágenes del mar. “Esta es una de las razones”, explica el profesor Henríquez, “por las que el hablante poético de la Oda al Atlántico no nos parece ajeno al contexto que describe: sabe ubicarse, reconocer el entorno, construir un mapa cognitivo del medio ambiente y convertirse y convertirse en una pieza clave para la elaboración de su conocimiento del mundo”.

Antonio Puente (jueves 23) hablará sobre Domingo Rivero en el tránsito del romanticismo al modernismo insular. Adelanta, de su ponencia, que señala el “carácter fundacional” de Domingo Rivero en la tradición poética insular, un lugar que comparte con Bartolomé Cairasco de Figueroa. A ambos, a Cairasco y a Rivero, ha dedicado Puente parte de sus desvelos como ensayista. En 2017 publicó el esclarecedor Una poética de la escisión: Domingo Rivero en la oficina del mar, en el que traza la genealogía que va de Cairasco, el canónigo de la Catedral de Las Palmas autor de Templo militante, a Domingo Rivero, el funcionario de la Audiencia Provincial que escribió Yo, a mi cuerpo, uno de los mejores sonetos del siglo XX en lengua castellana, y un hito que lleva la tradición poética insular a su edad moderna. 

“Hay una evolución coherente”, dice Antonio Puente, “desde que el religioso Cairasco culturiza y humaniza el catolicismo, hasta el modo en que Rivero hace aterrizar el legado heredado, igualando cuerpo y alma desde una posición existencialista, y empleando, a diferencia del Romanticismo, un yo escindido, impersonal y colectivo”.

Antonio Puente es autor de una obra poética en desarrollo, que ya ha dado frutos como Contraazul (Accésit del Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria), Sofá de Arena (Premio Pedro García Cabrera) y Ojos de garza, entre otros libros. Como ensayista, acaba de publicar Elvireta Escobio, bajo la piel de la arpillera. Conversaciones sobre Manolo Millares (Ediciones Mercurio, 2023). Es autor de Isla militante. El testamento insular de Shakespeare y Cervantes (Pre-Textos, 2018) y de La memoria esculpida: conversaciones con Martín Chirino (Galaxia Gutenberg, 2019).

Al seminario programado para este miércoles y este jueves en la casa-museo Tomás Morales se propone contribuir con una clave de “la irrupción innovadora de Domingo Rivero en la poesía insular: el desplazamiento, desde el intimismo a un yo genérico”, lo que le vincula, desde el modernismo, a la generación del 98 a través de Antonio Machado y Miguel de Unamuno. “El poeta que se convirtió en poema”, dice, refiriéndose al soneto Yo, a mi cuerpo, “se convierte, así, en un eslabón necesario en el tránsito del siglo XIX al XX”.