Muros, grandes palabras y verdades pequeñas, en Valladolid

La Sección Oficial comenzó con una estupenda comedia francoisraelí, Bikur Hatizmoret, algo así como La visita de la banda. A un rincón perdido de Israel llega la modesta pero orgullosa banda de la policía local de Alejandría, Egipto. La noche que comparten lugareños y visitantes no cambia el curso de la historia, pero ¿quién dijo que para empezar a arreglar las cosas hay que hablar de paz, de desarme, de territorios y de justicia? Puedes empezar hablando de Chett Baker y Omar Shariff, o incluso puedes darte un revolcón con el supuesto - apuesto enemigo. Así, de paso, llenas de carcajadas el Teatro Calderón y te llevas dos ovaciones, premio no siempre fácil de conseguir. Lo mejor, la escena del pañuelo en la discoteca, realmente desternillante. Lo peor, que la Academia de los Oscars no la acepte como opción israelí por utilizar sus personajes un inglés muy primitivo durante buena parte de su metraje ...precisamente como única forma de comunicación.

Donde sí se ven los muros es en la hispanomexicana La Zona. Tres jóvenes marginales irrumpen en el Edén que les tienta al otro lado de las alambradas. Esa intrusión no será bien vista por los integrantes de esa comunidad, dispuestos a llevar hasta las últimas consecuencias lo del ojo por ojo. Fábula sombría y muy actual, supone el acertado debut del cortometrajista Rodrigo Plá, un nombre a tener en cuenta a partir de ahora. Lo mejor, el tono sombrío y pesimista. Lo peor, el remake que van a hacer en Estados Unidos (ya compraron el guión).

Y de palabras grandes sabe mucho Ermanno Olmi, reputado director italiano que con su Centochiodi nos hace viajar en el pasado a un cine que, desgraciadamente, hoy en día resulta caduco y trasnochado. Un curita comunista, bello, enigmático, con melenita, barba y una peligrosa tendencia a quedarse absorto ante jovencitas que no llegan a los 15 años, decide acometer un acto de rebeldía moral contra la jaula cultural en la que se ha educado, y arremete contra los libros de la biblioteca de su Universidad. Los discursos que regala a los habitantes del pueblo donde se esconden provocan en el espectador la misma cara de desconcierto que en los actores (no profesionales) que le miran como quien ve pasar el tren. Lo mejor, que dura hora y media. Lo peor, el arranque de la película, porque parece que todo va a ser una broma. Y no lo es.