La Novena sinfonía de Beethoven cumple 199 años

La pérdida de audición de Beethoven comenzó a manifestarse a sus 20 años y fue empeorando durante su vida. Con el tiempo, su sordera se volvió casi completa, por lo que tuvo que dejar de tocar en público y comunicarse por escrito. A pesar de este, continuó componiendo y produciendo algunas de sus obras más importantes

Luis Martín

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Un día como hoy, hace 199 años, tuvo lugar en Viena el estreno de la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven, una obra monumental para la música clásica, y una de las más representativas del legado del artista alemán, nacido en Bonn, el 16 de diciembre de 1770* y fallecido en Viena (Austria) el 26 de marzo de 1827.

La Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, comúnmente conocida como Coral, fue compuesta entre 1818 y 1824. Además de su belleza y emotividad, la Novena sinfonía de Beethoven nos ha acompañado tanto musical como filosóficamente.

Una celebración de la libertad, la fraternidad y la superación personal

En términos musicales, Beethoven experimentó con innovadoras formas y técnicas, incluyendo por primera vez a solistas y a un coro en una sinfonía. El músico introdujo además otros elementos novedosos en este tipo de composiciones, pues duplicó los hasta entonces característicos treinta minutos de duración y citó motivos musicales de los tres primeros movimientos en el cuarto para dotar a la obra de una sensación de unidad y coherencia.

En cuanto a su dimensión filosófica, la Novena sinfonía es una obra profundamente humanista que ha trascendido el tiempo e inspirado a generaciones enteras. La letra del último movimiento se basa en el poema Oda a la alegría de Friedrich Schiller, que expresa la idea de que la humanidad puede ser unida por la fraternidad. Los versos de ese poema han sido adaptados y empleados en múltiples ocasiones, como en el emocionante y conmovedor himno de la Unión Europea, un arreglo de la obra de Beethoven llevada a cabo por el director de orquesta austríaco Herbert von Karajan a petición del Consejo de Europa en 1971.

Como igualmente conmovedor fue el combate que Beethoven mantuvo contra su sordera mientras componía la que sería su última sinfonía. Aunque se desconoce si estaba completamente sordo al comenzar a escribirla, es probable que hubiera perdido la práctica totalidad de su capacidad auditiva al terminarla. De esta manera, la Novena sinfonía también puede entenderse como una afirmación de la creatividad y la capacidad humana para superar limitaciones físicas y emocionales.

De la «maldición» de la 9ª y un estreno insonoro hasta los discos compactos

Las anécdotas y supersticiones que rodean a esta obra la hacen aún más interesante.

Varios compositores fueron reacios a escribir su propia «novena», ya que, si lo hacían, temían morir poco después, tal y como le ocurrió al genio alemán a los tres años de componerla. Además, deseaban evitar comparaciones entre sus «novenas» y la de Beethoven, considerada por muchos como una de las mejores piezas musicales jamás escritas.

Esta superstición, conocida como «La maldición de la Novena sinfonía», marcó a músicos como Josef Anton Bruckner, Franz Peter Schubert y Gustav Mahler. De hecho, ningún compositor logró sobrevivir a la composición de su novena sinfonía hasta que en 1953 Dmitri Shostakóvich rompiera el «maleficio» componiendo una décima.

Franz Peter Schubert es un caso curioso, ya que escribió una novena sinfonía, pero la tituló como su octava. Se cree que lo hizo para esquivar la supuesta maldición.

El caso de Mahler, muy influenciado por la leyenda en torno a la sinfonía de Beethoven, es aún más llamativo, pues no agregó ningún número a su novena sinfonía (La canción de la Tierra) y luego escribió otra que en realidad sería la décima. Sin embargo, el compositor austro-bohemio no escapó a la «maldición» y murió antes de terminarla.

Otra de las anécdotas de esta sinfonía es que el propio Beethoven no pudo escucharla en su estreno en el Kärntnertortheater, ya que para entonces estaba completamente sordo. Cuenta la historia que el compositor siguió la música leyendo la partitura al lado del maestro de capilla del teatro que la dirigía, imaginando las notas, y que tuvo que ser alertado por los músicos de la orquesta para que se diera la vuelta y ver la ovación del público.

Quizás un dato que remarca aún más la influencia universal de la extraordinaria obra del compositor alemán es que su Novena sinfonía está en el origen de uno de los inventos más importantes de la industria musical de nuestros tiempos: el disco compacto o «CD». Cuando las empresas Phillips y Sony negociaban a principio de los años ochenta para ponerse de acuerdo sobre las especificaciones técnicas de los CD y crear un formato estándar para el mercado mundial, decidieron que la nueva tecnología tenía que permitir a los oyentes escuchar la Novena sinfonía de Beethoven al completo**. De ahí que los discos compactos permitan escuchar setenta y cuatro minutos y treinta y tres segundos de música de manera ininterrumpida.

La Novena sinfonía de Beethoven es una obra fundamental para cualquier amante de la música clásica. Su cuarto movimiento, la sección más popular de la obra, es conocida como el Himno de la Alegría y se ha convertido en un canto universalmente asociado con la libertad y la solidaridad. Que la composición más celebrada del compositor alemán haya sido declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO confirma que la Novena es un ejemplo vivo de cómo la música puede ser un puente que conecte a las personas y las culturas.

A continuación, una interpretación magistral del último movimiento de la obra de Beethoven bajo la batuta de Leonard Bernstein:

* La fecha exacta del nacimiento del compositor es desconocida. Se sabe que fue bautizado el 17 de diciembre de 1770, por lo que se ha designado el día anterior para conmemorar su natalicio.

** Fuentes: https://www.researchgate.net/publication/322951358_Shannon_Beethoven_and_the_Compact_Disc | https://www.sony.com/en/SonyInfo/CorporateInfo/History/SonyHistory/2-08.html

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