Serbia no deja de ser un invitado del todo inesperado a la gran fiesta del baloncesto mundial, aquella en la que debían comparecer Estados Unidos, que sí estará este domingo en el partido por el oro; y España, que se llevó un buen revolcón ante el tsunami francés en cuartos de final. Pronósticos previos a un lado, ambas selecciones se han plantado con toda justicia en la cita decisiva, que se celebrará este domingo desde las 20.00 hora canaria.
Estados Unidos comparece en la misma tras haber transitado por un camino de rosas, tan aplastantes como han sido sus 8 victorias previas. Con un quinteto titular estable que focalizan Irving, Curry, Harden, Faried y Davis, basa su juego en una superiodiad física apabullante. En la lucha cuerpo a cuerpo ni siquiera tiene rival la selección norteamericana, que además cuenta con una segunda línea liderada por un Klay Thompson en un idilio permanente con la línea de tres, y un Derrick Rose que encara la senda que le llevó a ser MVP de la NBA antes de masacrarse ambas rodillas. Con apretar un poco el pistón le vale para avasallar a sus rivales, que apenas le pueden aguantar dos cuartos (como Eslovenia y Lituania en cuartos y semifinales).
Sus jugadores, además, viven en un estado permanente de reivindicación desde que se confirmó la catarata de bajas. “Quería enfrentarme a España en la final. Nos faltaron al respeto diciendo que son mejores que nosotros”, ha dicho Faried. Harden mira más alto: “Lucho por alcanzar a tipos como Kobe, Durant o LeBron. Soy el mejor jugador vivo del mundo. No es arrogancia, sino confianza en uno mismo”. Precisamente, esta última es la clave de tantas y tantas victorias como consigue Estados Unidos en tantos y tantos deportes.
Desde luego, toda la presión está en el bando de USA. Mientras, Serbia, dirigida de manera impecable por Djordjevic en el banquillo y Teodosic en la banda, no tiene nada que perder y podría llegar “hasta el infinito y más allá”, ni que fuera un famosísimo personaje de dibujos animados. El base del CSKA de Moscú está a un nivel imperial (24 puntos a Francia en la semifinal), y por dentro goza del talento de Bjelica, la clase de Kristic, acostumbrado a medirse a las torres NBA, y la potencia de Raduljica. Mención aparte merece también el alero Bojan Bogdanovic, ex del Real Madrid, empeñado como está en reivindicar un puesto en la propia NBA. Pero la gran estrella, sin duda, está sentada, y muchas veces de pie, en la banda: Sasha Djordjevic. Uno de los mejores bases de la historia europea, capitán entre otros de Partizan de Belgrado, Barcelona o Joventut, ha sabido imprimirle a su equipo, que ni mucho menos partía como favorito, ese carácter ganador que emana desde las cordillera de los Balcanes.
No está el anfitrión. Serbia, agazapada, se coló en la fiesta de España. En cualquier caso, se espera una final de época. Puestos a elegir, que gane el mejor.