El XIII Simposio Internacional de Escultura de Puerto del Rosario echa el cierre con cuatro nuevas obras para la capital majorera
Este último viernes cuatro nuevas piezas se sumaron al extenso catálogo de arte público de la capital de Fuerteventura. Cuatro más que son el resultado del XIII Simposio Internacional de Escultura de Puerto del Rosario que, esta vez, hace honor a la costumbre de evitar el número trece. Pero esta vez no por una cuestión de superstición. Ahora ese doce más uno tiene una razón que se escapa a las manías y a los miedos: en esta ocasión esa puntualización tiene como base un verdadero hito fundacional que pone de manifiesto un salto hacia adelante. Porque, tal como señala Juan Manuel Verdugo, concejal de Cultura del consistorio majorero, “hemos pasado de aumentar el catálogo de piezas a intervenir en el paisaje”. Desde la capital de la Maxorata no se renuncia a doce años de historia; ni mucho menos. Pero sí han querido dar un nuevo impulso al Simposio a través de tres novedades fundamentales: la primera es el trabajo in situ (las piezas han sido creadas en el lugar dónde quedaran instaladas creando un vínculo con el espacio); también se ha propiciado el contacto de los vecinos y vecinas con los creadores y, como remate, se ha apostado por la docencia práctica al incluir, en los equipos de los escultores invitados, a un equipo de estudiantes de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna. El resultado se resume en esas cuatro piezas: Hacer Lugar, de Juan Gopar; 300, de Laura Mesa; El Mar lo sabe, de la iraní Ania Sabet y Mensaje al futuro, del también artista persa Alí Soltani. Esta iniciativa ha contado con la colaboración del Cabildo Insular de Fuerteventura.
El mar ha sido el eje de cada una de las propuestas que también quedarán instaladas en dos lugares emblemáticos del litoral de la capital majorera: El Horno de Cal de Los Pozos, en el extremo sur de la ciudad y los Hornos del Charco, en el límite norte y junto al futuro Centro de Interpretación que explorará la relación de la isla con la industria de la cal. Y ahí quedarán las obras que han sido creadas desde y para esos espacios en un proceso que ha culminado en quince días de intenso trabajo. Jornadas en los que los artistas han trabajado y servido de relaciones públicas e improvisados maestros de arte contemporáneo para los vecinos y vecinas que pasean junto al mar. “Iniciativas como ésta son cruciales para sacar el arte de los museos y de las galerías”, comentaba estos días la escultora tinerfeña Laura Mesa. Y tanto. Precisamente es ese el punto fuerte de la convocatoria majorera: integrar a la ciudadanía en el proceso de creación artística y en la ordenación del espacio público. “Ya es hora de abandonar ese concepto de despotismo urbanístico en el que no se cuenta con la gente”, comentó Juan Gopar.
Y esa relación entre espacio, arte y población ha sido el eje de la convocatoria. “Desde el principio estuvimos de acuerdo en la necesidad de realizar algunas variaciones dándole al proyecto un enfoque distinto con un cambio de paradigma. Primero teniendo en cuenta el significado y la comunicación visual, en general, de las artes plásticas y, de forma más específica, en la escultura. Y segundo cómo se percibe cuando se adapta al espacio y su contexto” indica Soheila Pirasteh, profesora de la Universidad de La Laguna y comisaria del simposio majorero. La clave, añade, “es tener en cuenta los espacios en los que intervienen las obras y que ambos se completan”.
300 (Laura Mesa).- 300 metros cuadrados de franja intermareal literalmente calcados a través de la combinación de la fuerza física y la maleabilidad de otras 300 planchas de aluminio. Aquí Laura Mesa ha subvertido las dimensiones del espacio para crear una obra que reflexiona sobre la doble condición del mar como lugar de inmersión y de límite: “en el mar podemos nadar un poco pero sólo eso. No podemos cruzarlo sin el uso de tecnología que lo convierte en un espacio de tránsito”, señala la propia autora.
El Mar lo sabe (Aina Sabet).- Es la obra más personal de las cuatro. La autora nació en Irán y tuvo que salir del país tras la devastación de la guerra entre su país y el vecino Irak. Es una obra que nace del trauma de la propia guerra y del desarraigo y que tiene al mar como un objeto terapeútico y de sanación. El blanco y negro de la psicología atormentada de la autora y el color de una pelota de playa como símbolo de lo que el mar genera en la autora: tranquilidad, paciencia y felicidad. Va a ser una obra fetiche del paseo marítimo.
Mensaje al Futuro (Ali Soltani).- Mucho más de lo que parece. Esta enorme cara que mira hacia el mar desde los hornos de Los Pozos está confeccionada con argamasa y botellas de plástico que contienen mensajes de ciudadanos y ciudadanas de Puerto del Rosario. Es una verdadera cápsula de tiempo que, como dice su propio autor, mira hacia el mar como un símbolo de futuro. “Lo mejor de trabajar aquí ha sido la buena gente con la que me he encontrado. He hecho buenos amigos que cada tarde venían a saludarme y a ver cómo avanzaba la obra”, destaca Soltani.
Hacer Lugar (JuanGopar).- La clave es el tiempo. El artista lanzaroteño ha apostado por la potencia del símbolo para crear una obra que quedará concluida cuando la higuera que guarda esa casa de aluminio bruñido crezca y la desborde. Para Gopar, la idea de intervención en un espacio público es la implicación de la gente en su mantenimiento. Y de ahí esa higuera que no sólo simboliza a la naturaleza que debe sobrepasar los límites de nuestra soberbia artificial, sino la necesidad de cuidar el espacio a través del mantenimiento de esa higuera que convierte a Hacer Lugar en una intervención que nunca dejará de estar inconclusa.
Proceso, proceso, proceso
Casi desde el cero hasta el final. Una de las claves del proceso de creación artística es la reflexión que da paso a que la idea se pueda convertir en un proyecto de materia. Después sólo queda hacerlo, que no es poco. Pero la clave está en ese momento de inspiración en el que una idea se convierte en la representación de algo (ya sea material o ideológico). Y el contacto con el público es un elemento crucial para hacer entender ese proceso y que hay detrás de cada una de las piezas. Los vecinos y vecinas de Puerto del Rosario han sido testigos de ese proceso y han podido participar de él a través del diálogo con los artistas. Todos y cada uno de los participantes señalan que este contacto ha sido lo más interesante de la convocatoria. Hasta el punto de que se han creado relaciones entre algunos de los paseantes habituales y los escultores. “Un diálogo abierto que ha sido muy importante a la hora de comprender que significan los espacios para la gente y que carga antropológica e histórica tienen”, comenta Juan Gopar. El iraní Alí Soltani asegura que esta experiencia ha sido completa ya que no sólo ha podido crear una pieza artística, sino crear vínculos personales con la gente.
Pocas horas antes del acto de clausura del XIII Simposio de Escultura de Puerto del Rosario, una treintena de personas se arremolinaba en torno a los hornos de cal de Los Pozos para ver como Soltani colocaba su Mensaje al Futuro en el lugar definitivo. Todos pudimos ver como se alzaba la pieza; como se calzaba en su podio y, finalmente, el proceso de retirada del molde que guardaba el resultado final. Cuando el enorme rostro apareció, todos premiaron el esfuerzo del artista con un sonoro aplauso. Y ahí radica la importancia del simposio. La gente puede ver cómo se hace la pieza y preguntar el porqué. Y cuando uno entiende lo que ve, no sólo lo aprecia, sino que se interesa por saber más. Una señora mayor que pasea un perro mira Hacer Lugar y señala a la pequeña higuera que se ha plantado en su interior. “Cuando el árbol crezca será más grande que la casa y entonces la escultura estará terminada”. Y ahí está una de las claves que explica la obra de Gopar más allá de su claro significado ecologista. Que quien dará fin a su idea es el tiempo. Y una señora con un perrito lo sabe, lo entiende, hace suyo el mensaje de la obra. La nueva senda del simposio es más que prometedora.
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