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APOLLO 11. PRIMEROS PASOS

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Quizás mi problema venga por formación y por haber crecido mirando al cielo, ya fuera hacia la Luna, por culpa de Julio Verne, o hacia Marte, también por culpa de un escritor, Edgar Rice Burroughs. En el caso del escritor francés fueron sus obras De la Tierra a la Luna (De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures. 1865) y Alrededor de la Luna (Autour de la Lune. 1869) las que marcaron buena parte de mi infancia y juventud, en un primer momento en formato gráfico -merced a la colección “Joyas literarias juveniles”- y, luego, por medio de las diversas ediciones que fueron cayendo en mis manos. Gracias a las palabras escritas por quien me abrió las puertas a la ciencia ficción, sin importar el formato, aprendí los rudimentos de los viajes espaciales y me aficioné a mirar hacia el cielo como esa última frontera que, aun hoy en día, permanece cerrada para la raza humana.

Con los años descubrí cuán acertado fue el escritor francés a la hora de plantear un viaje que, en 1969, logró cumplirse con la misma exactitud y respetando muchos de los parámetros que se encuentran escritos en sus dos novelas. Es más, el módulo principal de la misión y el único que regresó hasta la Tierra -Command module (CM), en su versión original inglesa- se llamó Columbia en homenaje al enorme cañón Columbiad, responsable de lanzar la cápsula espacial que describe Julio Verne en su novela hasta la mismísima Luna.

De la terre à la lune Trajet direct en 97 heures.

Ilustración de Henri de Montaut (1830-1900)

Admito que al igual que soñaba con la cápsula del viaje lunar, la misma que el genial Georges Méliès “estrellara” contra la superficie lunar en su película Le Voyage dans la Lune (1902) también me gustaba dibujar en cualquier papel que se me pusiera a mano la nave del jugador de polo de la universidad de Yale, Flash Gordon, aquélla que tan bien recreó Alex Raymond en sus páginas dominicales.

Siendo cierto que tarde décadas en poder verlos, también tuve presente al aventurero espacial gráfico merced a las fotografías que aparecían en una enciclopedia de cine que había en casa de mis abuelos. Ahí pude ver al campeón olímpico y nadador Larry “Buster” Crabbe, quien luego interpretó al personaje creado por Alex Raymond en los seriales cinematográficos estrenados en la década de los años treinta, del pasado siglo XX.

De Edgar Rice Burroughs, nacido en Chicago en el año 1975, aprendí, tras conocer a John Carter y Dejah Thoris que ni el planeta Marte y ni el planeta Tierra se llamaban así, tal y como los conocíamos. En realidad, el verdadero nombre del planeta rojo era Barsoom y en el caso del nuestro, Jassom, un conocimiento que me llegó a granjear algún que otro contratiempo, incluso con alguno de los profesores con los que compartí aula, aunque, no siempre conocimientos, ni educación. Una princesa de Marte ha sido, y siempre será la única princesa a la que me hubiera gustado conocer en persona…

On July 16, 1969, the huge, 363-feet tall Saturn V rocket launches on the Apollo 11 mission from Pad A, Launch Complex 39, Kennedy Space Center, at 9:32 a.m. EDT.

© 2019 National Aeronautics and Space Administration

La suma de todos estos elementos, una vez que tuve edad de poder aprender y poder entender lo que pasó hace ya cinco décadas, durante el viaje del Apollo 11 (16-24 de julio del año 1969) hasta el satélite que alumbra muchas de nuestras noches, me hizo disfrutar de la enorme trascendencia de tal hecho, y ser inmune a toda la sarta de sandeces que se han ido vomitando por quienes se resisten a entender que, algunas veces, el ser humano es capaz de hacer las cosas como debe.

No voy a entrar en consideraciones, ni enfrascarme en una exhaustiva revisión de datos para apoyar mis creencias, pero tras el estreno del documental Apollo 11. Primeros pasos -producido, montado y dirigido por Todd Douglas Miller (CNN Films 6 Statement Pictures, 2019)- tengo aún más claro que aquel proyecto que anunciara el presidente John F. Kennedy y que pretendía llevar un hombre hasta la Luna es, por derecho propio, uno de los hechos más trascendentales de la historia contemporánea de nuestra civilización. Todo el proyecto Apollo 11 es, además, una muestra de lo que se hubiera logrado si los seres humanos hubiésemos trabajado por el bien común y no por un egoísmo, una codicia y una irracionalidad que, antes o después, nos pasarán una enorme factura.

© 2019 CNN Films & Statement Pictures.

En el caso en particular del documental Apollo 11. Primeros pasos su mayor virtud es la de contarnos una historia con la banda sonora original de la época y sin necesidad de que nadie nos es esté apostillando nada. Hay tiempo para ver cómo se comportaban los actores principales de esta aventura, disparatada a todas luces para quienes pensaban que solamente en las páginas de una novela o en un estudio cinematográfico se podría lograr que un ser humano pusiera el pie sobre el satélite que tantas historias, mitos, leyendas y seres de pesadilla ha volcado en nuestra historiografía.

Y también hay tiempo para ver las reacciones de quienes vivieron en primera persona o como simples espectadores todo el suceso, incluyendo personas que no quisieron perderse el despegue del enorme cohete Saturno V desde el centro espacial Kennedy, el 16 de julio del año 1969.

Otra de las virtudes del documental y de su sobresaliente montaje es que uno no se olvida del momento histórico que, por aquel entonces, se estaba viviendo en un país marcado por la escalada bélica en Vietnam y por los primeros excesos de un presidente, Richard Milhous Nixon (1913-1994), quien un lustro después debió abandonar el Despacho Oval por una conspiración real que llevó a medio centenar de personas a ser condenadas por la justicia estadounidense. Resultan especialmente chocantes las palabras pronunciadas por el entonces presidente de los Estados Unidos de América cuando habló con Neil A. Armstrong y Edwin “Buzz” E. Aldrin Jr., una vez que ambos descendieron sobre la superficie lunar, apelando a una paz para el planeta Tierra que él, como presidente, no se distinguió por defender sino, más bien, todo lo contrario.

Official crew photo of the Apollo 11 Prime Crew. From left to right are astronauts Neil A. Armstrong, Commander; Michael Collins, Command Module Pilot; and Edwin E. Aldrin Jr., Lunar Module Pilot.

© 2019 National Aeronautics and Space Administration.

La suma de todos estos factores termina por lograr que te olvides de donde estás, una sala de cine, y te encuentres recorriendo los pasillos por donde se movieron los astronautas en su camino al enorme cohete que los llevó hasta el satélite. Después, te ves sentado junto a quienes dieron las instrucciones durante los días en los que duró la misión para que nada se saliera de los parámetros establecidos por los responsables del programa espacial. Y, en otros momentos, solamente eres un espectador más, encaramado en una azotea y en el techo de tu caravana, armado de unos enormes prismáticos para no perder detalle del momento del despegue y de los instantes posteriores.

© 2019 National Aeronautics and Space Administration.

En realidad, quienes piensen que todo fue un montaje dirigido, entre otros nombres, por Stanley Kubrick, poco importa lo que pueda decir Todd Douglas Miller y cien mil directores como él. No obstante, prefiero quedarme con las palabras del cosmonauta ruso Georgy Grechko quien dijo: “Cuando recibíamos señales de la Luna, las recibíamos de la Luna, no de Hollywood” (1) y recomendarles que le den una oportunidad a este documental. Si después siguen pensando que fue Stanley Kubrick el responsable de todo, son muy libres de hacerlo, pero ¿sinceramente creen que el director norteamericano hubiese sido capaz de hacer una película tan apasionante e intensa como lo fue, en realidad, todo el programa que llevó al hombre hasta la Luna?

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2019

© 2019 CNN Films & Statement Pictures.

© 2019 National Aeronautics and Space Administration

Nota:

1- Hancock, J. R. (2019, July 16). 50 años de conspiraciones sobre la llegada del ser humano a la Luna. El País.

Quizás mi problema venga por formación y por haber crecido mirando al cielo, ya fuera hacia la Luna, por culpa de Julio Verne, o hacia Marte, también por culpa de un escritor, Edgar Rice Burroughs. En el caso del escritor francés fueron sus obras De la Tierra a la Luna (De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures. 1865) y Alrededor de la Luna (Autour de la Lune. 1869) las que marcaron buena parte de mi infancia y juventud, en un primer momento en formato gráfico -merced a la colección “Joyas literarias juveniles”- y, luego, por medio de las diversas ediciones que fueron cayendo en mis manos. Gracias a las palabras escritas por quien me abrió las puertas a la ciencia ficción, sin importar el formato, aprendí los rudimentos de los viajes espaciales y me aficioné a mirar hacia el cielo como esa última frontera que, aun hoy en día, permanece cerrada para la raza humana.

Con los años descubrí cuán acertado fue el escritor francés a la hora de plantear un viaje que, en 1969, logró cumplirse con la misma exactitud y respetando muchos de los parámetros que se encuentran escritos en sus dos novelas. Es más, el módulo principal de la misión y el único que regresó hasta la Tierra -Command module (CM), en su versión original inglesa- se llamó Columbia en homenaje al enorme cañón Columbiad, responsable de lanzar la cápsula espacial que describe Julio Verne en su novela hasta la mismísima Luna.