Manuel, el vecino jardinero

Javier Lópex

Las Palmas de Gran Canaria —

La biografía de Manuel Morán está íntimamente relacionada con la Plaza del Pueblo. Vive en la calle Saucillo desde que tenía nueve meses, hace ya sesenta años, “cuando las casas se levantaban los domingos, echando techos con la ayuda de familiares y vecinos.” Hace cuatro años que está prejubilado y, desde entonces, tiene también mucho que ver con el paisaje de este histórico enclave de La Isleta.

La zona ajardinada de la Plaza del Pueblo es cosa suya. Sin que nadie se lo pidiera, no soportaba el mal estado de los jardines y decidió ponerle remedio por su cuenta: “Me daba vergüenza la basura, lo abandonado que estaba todo.” El personal del servicio público pasa cada semana pero, a su juicio, es insuficiente. Manuel, que echa los días enteros en la plaza, limpia, poda, riega...

Trenza la historia del lugar con sus recuerdos de juventud. Lo mismo rememora la Casa del Pueblo, la que fue dinamitada por los fascistas en el 36, que empata con algunas de sus andanzas noctámbulas en aquella misma parcela del barrio.

“Cuando yo era chico, estaba llena de laureles de indias y algunas palmeras”, dice Morán, que culpa de la ausencia de vegetación a la reforma que construyó el garaje subterráneo. “Antes era una plaza abierta a las cuatro calles, ahora te sientes encerrado aquí dentro.” Está especialmente orgulloso de una pequeña palmera canaria de la que presume. La acompañan buganvillas, flamboyanes, aloes, margaritas... que domestica sin marcarle demasiado las formas porque, dice, le gustan los jardines con apariencia asilvestrada.

Su batalla principal es contra los excrementos de perros o, mejor dicho, contra quienes los pasean, que les permiten usar los parterres y no retiran los desechos. Lo que echa de menos es luz, “la plaza está llena de farolas pero no se ve nada por las noches.”