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Lima en un par de días: claves para aprovechar una escala en la capital peruana

Plaza Mayor de Lima. La impronta española se deja ver por todos lados en uno de los mejores y más ricos cascos históricos de América.

Viajar Ahora

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Llegar a Lima y tirar para Cuzco. No lo vamos a negar. Lo mejor de Perú se encuentra bastante lejos de la capital del país y no son pocos los que llegan al Aeropuerto Jorge Chávez y huyen de la megápolis peruana buscando la antesala de Machu Picchu y el magnífico Valle Sagrado, uno de los lugares más intensos del mundo para un viaje cultural e histórico. Estuvimos dos veces en Lima: la primera de paso y apenas con el tiempo justo de ver un par de cosas antes de seguir viaje hacia el norte del país. Y la segunda nos quedamos cuatro días y pudimos recorrer bastante y hasta permitirnos el lujo de ‘perder el tiempo’ visitando algunos museos imprescindibles y dejándonos seducir por los interiores virreinales del casco histórico de la ciudad. La llegada a Lima puede ser descorazonadora para el viajero: el viaje desde el Aeropuerto hasta el centro se inicia de manera chocante. La zona de Callao, donde se concentran aeródromo y puerto, es un lugar inseguro y el viaje por la Avenida Morales Duárez muestra una cara poco atractiva de la capital (siempre con transfer contratado con anterioridad a la llegada, pues el transporte público es caótico, poco organizado y es fácil confundirse -QuickLlama Shuttlebus-). Aún así, Lima debe estar entre los destinos de un viaje a Perú. Al menos pasa una noche aquí antes de seguir.

¿El mejor lugar para alojarse? Miraflores, sin duda alguna. Barranco y el entorno de José Pardo, la zona más exclusiva de Miraflores, son ‘una ficción’. Entiéndannos. Es una isla de prosperidad en un contexto mucho más complejo. Y también, a nuestro juicio, lo menos atractivo de la capital pero sí el entorno más seguro para caminar tranquilo y hacer algo de vida nocturna. Aquí vas a encontrar los restaurantes de moda de la nueva gastronomía peruana, algunos museos de arte contemporáneo y un paisaje de grandes edificios a lo anglosajón con parques cuidados y malecones al borde de los cantiles que culminan en playas como La Estrella. Y también algunas joyas arqueológicas como la Huaca de Pucllana (Gral. Borgoño cdra. 8), un espectacular centro ceremonial de la cultura limeña más de 800 años antes de que surgiera el estado incaico (400-700 después de Cristo) en donde puedes ver una gran pirámide y grandes estancias ceremoniales. Esto es una constante en el país: la existencia de grandes yacimientos arqueológicos por todos lados. Acá en Lima hay varios más allá de la potencia de la arquitectura virreinal de un casco histórico repleto de iglesias, palacios, conventos y plazas monumentales.

Un paseo por la ciudad más rica del mundo.- Lima vale un Perú. Hasta principios del siglo XIX, la ciudad de Lima compartía con México y La Habana el título de ciudad más rica del mundo. El nivel de vida de los limeños era muy superior al de las grandes capitales europeas. Una riqueza que se manifestaba, también, en piedra a través de un urbanismo donde no se escatimaba en gastos. La primera vez que visitamos la ciudad una amiga nos llevó primeramente a la ribera del Río Rímac junto al Puente de Piedra (Jirón Ancash). Hasta bien entrado el siglo XIX, este era el único puente sobre el río y servía para entrar en las formidables murallas e Lima (sus restos puedes verlos en el Parque de la Muralla –Jirón Amazonas, sn- donde hay un pequeño museo de sitio) y punto de arranque o final de una red de caminos que culminaba en la ciudad de Buenos Aires. Casi nada. Las mercancías iban y venían. Y el oro y la plata corrían. Ahí mismo, junto a lo que queda de los muros, puedes ver otras dos muestras de ese pasado de riqueza: el Museo de Sitio Bodega y Quadra (Jirón Áncash 213), antigua casa de comerciantes e industriales de la élite criolla, y el Molino Jerónimo de Aliaga (Jirón Áncash junto al puente), el primer molino harinero de la ciudad construido por uno de los compañeros de andanzas del mismísimo Francisco de Pizarro.

El monumento clave para entender el esplendor virreinal de la capital peruana es la Catedral de Lima (Plaza Mayor -Jirón Carabaya-), una de las grandes iglesias latinoamericanas y de las pocas construidas en estilo renacentista-plateresco. Una auténtica obra maestra de la arquitectura española que es un fiel reflejo de la importancia histórica de la ciudad. Por fuera impresiona. Por dentro sobrecoge. Aquí nos encontramos uno de los pocos ejemplos de gótico en América. Las bóvedas del templo se elaboraron con crucería de madera (para evitar caídas en los terremotos) al estilo de la catedral de Sevilla y sus capillas muestran la evolución de las artes hispánicas desde el Renacimiento al Neoclásico. La cantidad de arte sacro que puedes ver aquí abruma con todos los grandes nombres de las escuelas americanas y sus criptas guardan los restos de muchas personalidades locales incluido Pizarro.

El templo catedralicio sirve de colofón de un conjunto de gran belleza que rodea toda la Plaza Mayor. La sucesión de edificios amarillos porticados con grandes balcones de madera oscura es una de las fotos más potentes de Lima. Aquí se apelotonan el fastuoso Palacio Arzobispal (Jirón Carabaya –junto a la Catedral-) con sus balcones y su museo de arte sacro; la Municipalidad (Jirón de la Unión, 300); el Palacio de Gobierno (Jirón de la Unión, sn), un grandilocuente edificio neobarroco a la francesa que se construyó sobre el Palacio virreinal, y la sede del Club La Unión (Jirón de la Unión, 364), el lugar de reunión de las élites peruanas desde mediados del siglo XIX y verdadero cenáculo de poder local. De aquí parten pequeños callejones como el Pasaje Santa Rosa o la recoleta Plaza Perú que completan el conjunto monumental que ejerce de centro político, religioso y social de la capital. Desde aquí puedes ir yendo y viniendo para ir descubriendo los tesoros limeños.

Lo que hay que ver sí o sí.- Por desgracia, hay pocas casonas abiertas al público y para poder ver por dentro como se vivía en la Lima de aquellos tiempos hay que acercarse a un par de museos instalados en viejas casas virreinales o de los primeros tiempos de la etapa republicana como es el caso del Museo Municipal Prehispánico (Jirón Ancash, 299), que ocupa la conocida como Casa de las Trece Puertas, la Casa de la Riva (Jirón Ica 426), uno de los máximos exponentes de la arquitectura señorial del siglo XVIII y sede de un modesto museo de artes decorativas, o la Casa O’Higgins (Jirón de la Unión, 554), residencia del libertador de Chile mientras duró su exilio en Perú y hoy centro cultural de una universidad privada. La mayor parte del patrimonio histórico visitable es de carácter religioso centrándose en iglesias y conventos muchos de ellos con pequeños museos. Destacan la Basílica y Convento de San Francisco de Lima (Jirón Lampa), una joya barroca cuajada de obras de arte y unas catacumbas únicas en el país; el Convento de Santo Domingo (Jirón Camaná, 170), con uno de los claustros más hermosos de toda la ciudad, o la Iglesia de la Merced (Jirón de la Unión, 621), con una de las portadas barrocas más bonitas y simbólicas de Perú –donde se combinan elementos indígenas y cristianos de gran belleza-.

Para terminar de explorar a fondo el casco histórico hay que acercarse a otras plazas históricas como las de Simón Bolívar (donde está el Palacio del Parlamento) y de San Martín (que sirve de nexo entre la ciudad vieja y la nueva) y darse una vuelta por los alrededores del Mercado Municipal Gran Mariscal Ramón Castilla (Jirón Ucayali, 615) y visitar las calles que forman el peculiar Barrio Chino de Lima. 

Un paseo por Miraflores.- Como te decíamos antes el barrio de Miraflores es un mundo aparte en este macro universo que es Lima. Aquí vive la clase alta limeña y se localizan las sedes de las grandes empresas en enormes edificios de cristal, hormigón y acero al más puro modelo anglosajón. ¿Nos gusta este tipo de urbanismo? No. Pero es una parte de Lima que hay que ver. La Avenida José Pardo y el Parque Kennedy ejercen de eje que articula el barrio. La mejor opción para alojarse es acercarse a alguno de estos dos puntos para estar cerca de lo que hay que ver por aquí. Lo más famoso es la zona de Barranco, una hendidura colonizada por una autopista de seis carriles que comunica Lima con sus playas. Aquí puedes acceder a los malecones que se asoman al cantil y que sirven de miradores sobre el Pacífico y, también, acceder a las playas. A nosotros el malecón que más nos gustó fue el Parque Grau (ahí al lado del arranque de José Pardo) y la llamada Bajada de Punta Roquitas que te deja en uno de los mejores sectores de playa del barrio. Otro sitio muy bonito de ver en Miraflores es el Parque del Olivar de San Isidro, un lugar muy cuidado que contrasta con la dejadez habitual de otras zonas verdes de la ciudad (o casualidad es la zona más cara de Miraflores y cuenta hasta con un campo de golf). Otro lugar imperdible de los malecones de Miraflores es el Parque del Amor (Malecón Cisneros), con sus particulares bancos a lo Gaudí realizados con trozos de cerámica.

Pero a nosotros lo que más nos gustó de Miraflores es la concentración de grandes yacimientos arqueológicos que en cualquier otro lugar del mundo serían grandes atracciones nacionales. Ya te hablamos de la Huaca de Pucllana y su recinto ceremonial con más de 1.500 años de historia encima. El otro gran punto de interés arqueológico de la costa limeña es el Museo de Sitio Huallamarca (Salamanca al 200), uno de los lugares más importantes de todo el país por su ocupación desde los llamados periodos formativos (en torno al siglo III antes de Cristo) hasta el dominio del Estado incaico. Estamos hablando de una pirámide truncada de casi 20 metros de altura que sirvió de lugar de culto y enterramiento durante más de quince siglos. El museo es brutal con cerámicas y momias que explican casi todo el periodo precolombino peruano. Una delicia para amantes de la arqueología. Muy cerca de aquí está el Museo Textil Precolombino (Retiro, 160) que, sencillamente, es una delicia.

Los grandes museos limeños.- Si tu estancia es de uno o dos días te recomendamos callejear y no detenerte a ver museos: si acaso tienes el tiempo justo nuestra recomendación es el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (Antonio Polo, 878 –Pueblo Libre-) instalado en la llamada Quinta de los Libertadores, un edificio histórico de época virreinal que sirvió de residencia en Lima a San Martín y Bolívar. El museo hace un recorrido bastante exhaustivo por la historia del país con una colección impresionante que va desde los periodos formativos precolombinos a la época virreinal y primeros momentos de la era republicana. Otro centro que merece la pena es el Museo Larco (Simón Bolivar 1515 _Pueblo Libre-) otra casona virreinal que cuenta con una de las mayores y colecciones de piezas precolombinas de todo el país. El Museo Oro del Perú y Armas del Mundo (Alonso de Molina, 1100 -Santiago de Surco-) queda bastante a desmano y no lo pudimos visitar. Sabemos que tiene una colección de orfebrería precolombina bastante grande. Está muy lejos del centro histórico y por eso no fuimos. En pleno Miraflores tienes Museo de Arte Contemporáneo de Lima (Avenida Almirante Miguel Grau, 1511 –Barranco-). Tampoco lo visitamos.

Comer en Lima: La oferta es brutal con opciones para todos los gustos y bolsillos. Comer en el mercado o los puestos callejeros puede resultar atractivo y una aventura, pero puede acarrear consecuencias para los estómagos más delicados. En el centro nos gustó bastante Embarcadero 41 (Pje. de José Olaya, 181), local de una gran cadena de cevicherías que incluso ha dado el salto al extranjero. Las especialidades son los pescados y mariscos, pero puedes encontrar otras recetas de la riquísima gastronomía local. También comimos muy bien en el Museo del Pisco (Jirón Junín, 203) un local dedicado a la famosa bebida peruana pero donde se come bien y a muy buen precio y se bebe aún mejor. El Cordano (Jirón Áncash, 202) es una institución en la ciudad. Muy buena gastronomía local con la mejor relación calidad precio del centro. En Miraflores nos dejamos aconsejar por el algoritmo y nos dejamos caer por Panchita (Dos de Mayo, 298) con una carta basada en la gastronomía tradicional peruana con parrilla de carnes y pescados. Más que recomendable. El Poke 51 (Mariscal La Mar, 1263) es una buena opción para dejarse llevar por la fusión japonesa peruana si dejarse un riñón en el intento.

Fotos bajo Licencia CC: Güldem Üstün; Manuel Menal; Art DiNo; Paulo Guereta; pululante; Christian Córdova; Matt

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