Qué ver en Arezzo: la ciudad toscana de la Vida es Bella

Plaza Grande de Arezzo. La pequeña ciudad situada a 80 kilómetros de Florencia aún no ha sido ocupada por las masas de turistas.

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La Vida es bella. Una de las sensaciones más auténticas de la vida toscana es llegar a esa conclusión. Ninguna de las regiones italianas tiene el aura y la potencia de este rincón de la Bota que comprende el área que media entre los últimos valles de influencia alpina y los campos laziales que anticipan la cercanía de Roma. Florencia reina sobre una constelación de ciudades que incluyen nombres tan célebres como Siena o Pisa. Y también está Arezzo. Esta pequeña joya toscana se encuentra a apenas 80 kilómetros de la ciudad de Florencia y es una de las excursiones fijas que hay que hacer desde la capital toscana. Nosotros descubrimos Arezzo gracias a una de las grandes obras maestras de la escultura medieval. La primera vez que estuvimos en Florencia (en un road trip de esos desde Andalucía hasta Roma siguiendo el rastro de la Vía Augusta –una de las calzadas más importantes de la vieja Roma imperial-) pasamos de largo y no pudimos ir a verla. Pero aprovechando una de esas visitas de fin de semana fuimos a ver el Arca de San Donato.

Estamos hablando de uno de los conjuntos escultóricos funerarios más importantes de Italia aunque queda fuera del imaginario de la gran mayoría de los viajeros que van y vienen por la geografía italiana porque está en una pequeña ciudad a la que no se le da mucha importancia. Este arca del siglo XIV es una de las cumbres de la escultura gótica y sólo por verla ya merece la pena acercarse a esta ciudad. Pero es que hay mucho más que ver en Arezzo. Muchísimo. Estamos hablando de una típica ciudad toscana repleta de obras de arte, de preciosos edificios históricos y trattorias donde se come de escándalo. Una ciudad, también, vinculada a una de las grandes obras maestras del cine de finales del pasado siglo: aquí se rodó la multi premiada La Vida es Vella, esa maravilla hermosa capaz de convertir el horror en una fábula optimista. La ciudad es bella y la típica vida sencilla de La Toscana es bella.

Fuimos a ver el arca. Y fuimos en tren. Porque es muy fácil llegar hasta Arezzo desde Florencia en transporte público. La mejor forma de llegar hasta Arezzo es Tren Italia que conecta la estación de Santa Maria Novella con la de Arezzo en un trayecto que se demora una hora, que cuesta en torno a los diez euros y que tiene un número muy elevado de frecuencias durante todo el día (entre las cinco de la mañana y las 22.25 de la noche). Lo del autobús es más complicado ya que da un rodeo por Siena.

 Una guía de urgencia: qué ver en Arezzo en una excursión desde Florencia.- Arezzo es pequeña y todo l que hay que ver y hacer se puede planificar en un paseo de una jornada. Se puede llegar a primera hora de la mañana e irse el mismo día con la sensación de haber visto todo lo que hay que ver. Las dos grandes obras de arte que hay que ver sí o sí son el ya mencionado Arca de San Donato y los frescos de la Leyenda de la Verdadera Cruz. Así que vayamos por partes. La ciudad antigua se articula en torno a la Via Guido Monaco que conecta la Estación de tren con la calle Cavour, ya en pleno centro histórico. Aquí te vas a encontrar con el primero de los hitos imperdibles de la ciudad: la Basílica de San Francisco (Piazza S. Francesco), una iglesia del siglo XIII que cuenta con una de las obras cumbre del primer Renacimiento. El artista Piero della Francesca es uno de los nombres clave del Quattrocento y junto a Fra Angelico uno de los estudiosos más sobresalientes de la perspectiva y la incidencia de la luz en la pintura. No es tan conocido como otros maestros renacentistas, pero su ‘Leyenda de la verdadera Cruz’, que decora la Capilla Bacci de San Francisco es una obra maestra que señala la madurez de la pintura mural antes de la llegada de los grandes genios posteriores.

La segunda parada obligada es el Duomo de San Donato (Piazza Del Duomo, 1). Para llegar hasta aquí hay que ‘escalar’ por callejuelas encantadoras que conducen a una colina donde se localizaba la antigua acrópolis pagana de la ciudad romana. Por fuera, la Catedral de Arezzo es una mole de ladrillo a medio camino entre iglesia y fortaleza. Pero por dentro es una de las obras cumbre de la transición entre la Edad Media y el Renacimiento. Los frescos son una pasada y la cantidad de grandes obras maestras que puedes ver aquí compiten con las grandes iglesias florentinas o romanas: destacan las obras de della Francesca, pero hay un panel de mármol en el baptisterio que se atribuye al mismísimo Donatello. Junto al Doumo hay otras dos cosas para ver: la primera es la Casa Vasari (Via XX Settembre, 55), un palazzo del XV repleto hasta arriba de obras de arte y el segundo es la Fortaleza Medicea (Viale Bruno Buozzi). Este castillo del siglo XVI fue mandado a ‘reconstruir’ por la familia Medicci para dotar a la ciudad de un sistema de fortificaciones preparadas para resistir a la novísima artillería. Este castillo formaba parte de un complejo de murallas y fortificaciones de las que hoy apenas quedan algunos restos dispersos (como la Puerta de San Andrés -Piazza di S. Giusto- o la Puerta de San Lorentino –Piazza di San Lorentino, 105-).

Una vez recorridos los puntos más importantes queda darse una vuelta por el centro usando como punto de referencia la Piazza Grande, corazón de la ciudad y escenario de una de las fiestas de origen medieval más importantes y vistosas de toda Italia: la Justa del Sarracino, un torneo medieval que se celebra dos veces al año: el segundo sábado de junio y el primer domingo de septiembre. Este torneo es el más famoso del país y se menciona hasta en la Divina Comedia de Dante. Durante el resto del año, esta plaza monumental porticada ejerce como centro cívico de Arezzo acumulando algunos de sus monumentos más destacados: el Palazzo della Fraternita dei Laici (Giorgio Vasari, 5), una logia de asistencia mutua de los vecinos que se remonta al siglo XIII –precioso edificio a caballo entre el último gótico y el primer renacimiento-; la Torre Cofani (Via di Seteria, 40) y la espectacular Santa Maria della Pieve (Corso Italia, 7), una maravilla románica con una de las portadas más hermosas de toda Italia. Cientos de columnas diferentes que forman un conjunto inigualable.

Un paseo por Arretium.- Más vieja que Roma. Esta parte de la Toscana fue un importante centro de producción de metales durante la antigüedad más remota. Hasta tal punto de que era una importante ciudad etrusca cuando se incorporó a Roma como Arretium. Para entender la historia de la ciudad hay que acercarse al Museo Arqueológico Nacional Gaio Clinio (Via Margaritone, 10) donde se pone de manifiesto la importancia del lugar desde antes de Roma a través de piezas emblemáticas como ‘La Quimera’, un bronce etrusco que presenta un animal mitológico mezcla de león y serpiente que se ha convertido en la imagen de la ciudad (también hay una colección de cerámica griega importante que demuestra las relaciones comerciales del lugar con las diferentes civilizaciones del Mediterráneo –destaca la Kratera de Euphronios-). La colección se nutre de hallazgos encontrados en varias necrópolis etruscas y romanas pero hay mucho más que mármoles, cerámicas (una de las mayores colecciones de Terra Sigilata del mundo ya que la ciudad era un importantísimo centro de producción que nutría el mercado imperial) o antiguas joyas, porque desde el museo puedes acceder a los restos del Anfiteatro romano de Arezzo. La otra gran referencia de la ciudad antigua son las Termas de Arezzo (Vicolo delle Terme) cuyos restos se encuentran a los pies de la Fortaleza Medicea.

Comer en Arezzo.- El lugar paradigmático de la ciudad para comer la gastronomía local es la Antica Osteria l'Agania (Via Giuseppe Mazzini, 10) donde reinan las carnes locales (incluidas las de caza) y productos del bosque como los fungi (hongos y setas) y trufas. Pastas frescas de gran calidad, embutidos de primera, buen vino y precios que no asustan. Otro clásico de Arezzo es la Trattoria Il Saraceno (Via Giuseppe Mazzini, 6) donde puedes comer los famosos pici toscani (pasta gruesa acompañada con salsas de tomate) o los fegatelli toscanos, un plato espectacular a base de higadillos de cerdo. Buenísimos. Otro buque insignia de la gastronomía toscana es Il Cantuccio (Via della Madonna del Prato, 76) con una de las mejores relaciones calidad-precio de toda la ciudad. El vino es el protagonista de una carta con abundancia de guisos tradicionales muy ricos. Conejo al ajillo glorioso.

Fotos bajo Licencia CC: Rodney; SOPHOCO; michael kogan; Franco Vannini; Stefano Costantini; Carole Raddato; Adam Smok

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