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El macromuelle matará para siempre al Agaete que fue

Estaba Dios, en lo que luego sería el Puerto de Las Nieves de Agaete (Gran Canaria), estaba Yahvé como había permanecido desde hace unos 300.000 años: cual Neptuno, padre de Atlas y Polifemo, aislado del acantilado, hierático, sereno, impasible, señalando al cielo – con el dedo índice y no con el corazón – cuando se desataron las furias de la Naturaleza que no forman parte de la naturaleza de Dios. Como fruto de una mitología desconocida y de manera imprevista, como el hachazo de un rayo al que solo precede el trueno, armada hasta los dientes de olas y vientos huracanados, la cuarta letra del alfabeto griego – la Delta, precisamente la D – le amputó el apéndice con tanta crueldad que las tres falanges se desplomaron hasta el fondo marino. Nunca pensó nadie – ni siquiera los grandes profetas de la Biblia – que Belcebú tomara espada de tempestad para colocar al Altísimo con una minusvalía, aunque no muy severa. Aquellos que han visto alguna vez las viejas rotativas de los periódicos también pudieron advertir entonces a operarios con dedos desaparecidos en la lucha con rodillos, tinta y papel para que el mundo supiera lo que en el mundo pasaba.

Dijo Lorca: “Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos”. Digo yo: Érase la tarde del 28 de noviembre 12 años atrás, cuando la tormenta tropical Delta se desparramó en airado vendaval y dejó a Agaete sin su icono más querido y relevante: el monumento natural del Dedo de Dios que, a partir de entonces, quedó lisiado en 20 metros de sagrada roca. Ante el dolor popular, las autoridades se preguntaron qué hacer. ¿Respetar los designios de los tiempos o reconstruir lo que el viento se llevó sin Rhett Butler ni Scarlett O'Hara? Hubo un tiempo de polémica y hasta quién defendió la idea de reconstruir el monumento con hormigón. Finalmente, se impuso la cordura y el sentido común. De cara al mañana, el que fuera Dedo de Dios como Dios manda quedaría truncado. Y así está ahora mismo.

Presente, futuro y sostenibilidad

Ni en bailadero de brujas como los de La Cruz Grande (San Bartolomé de Tirajana) o Casares (Telde), ni en hábitat de la Luz Mafasca, ni en ectoplásmica isla a la deriva como San Borondón, ni siquiera en tagoror de los 'seres de luz' de Güimar, se convirtió el entorno del índice mocho del todopoderoso. No atañe a los tenebristas escenarios de la santería o el vudú la maldición del truncado Dedo de Dios. Es mucho más probable que llegue a su cota una gran familia de microalgas que un espíritu benigno o maligno. El progreso – no el mecánico ni el kruger – es quien coloca a Agaete en una difícil tesitura. En breve, ese pueblo blanco, vigilado por los pinos de Tamadaba y acompañado a babor, según se mira al mar, por los dramáticos acantilados que llevan a La Aldea, ese pueblo es posible que deje de ser lo que es para convertirse en otra cosa que habrá de mostrarnos el futuro, quizá cuando el futuro no tenga regreso como, por ejemplo, le ocurriera al Barranco de Guiniguada, ayer bello portal del nacimiento del Real de Las Palmas, hoy autopista con sus rayas, sus carriles, sus señales de tráfico, sus radares, póngase el cinturón y no hable por el móvil. Estoy seguro de que lo que muchos denominan progreso no significa ir hacia delante y que el crecimiento irresponsable es un gran depredador, pero reconozco asimismo, como ya hiciera Quevedo, que Poderoso caballero es don Dinero. Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, anda continuo amarillo. Que pues doblón o sencillo, hace todo cuanto quiero, Poderoso caballero es don Dinero (…) Es tanta su majestad, aunque son sus duelos hartos, que aun con estar hecho cuartos no pierde su calidad. Pero pues da autoridad al gañán y al jornalero. Poderoso caballero es don Dinero (…).

El macromuelle y la sostenibilidad

Mientras que sostenibilidad es una palabra de profundo contenido, que lo pierde para convertirse en tópico y cuento chino en boca de muchos políticos, el macromuelle no es más que una operación económica que, llevada a la esfera del lenguaje, significa quitarle de las Nieves al puerto de Agaete para mutarlo de un lugar pintoresco y atractivo para el ser humano – ya el muelle donde atraca hoy el Fred Olsen es un auténtico disparate horripilante que se ha comido el horizonte a mordida de cemento – para convertirlo, digo, en un puerto comercial en sentido estricto. Con más plataformas de carga y descarga para ferrys, continuos desfiles de camiones y coches, contenedores, contaminación marina y dónde nos metemos caballero para huir de este espanto que hasta las puestas de sol ha espantado.

Si admitimos que los ciudadanos deben tener voz en lo que atañe a la tierra en la que viven, estimo que a corto y medio plazo el macromuelle proyectado para Agaete se convertirá en otra polémica más en una geografía cuyos dirigentes pretenden nadar y guardar la ropa o, lo que es lo mismo, seguir viviendo del turismo mientras persisten las actuaciones suicidas y descoordinadas, la búsqueda del dinero fácil y la sumisión a la oligarquía, la destrucción del medio ambiente y el pan para hoy y hambre para mañana. Los calderos están al fuego y pronto el líquido elemento entrará en ebullición. Es cierto que personas y mercancías llegan más rápido de Santa Cruz de Tenerife a Agaete que doblando La Isleta. ¿Justifica ello cargarse para siempre el Puerto de Las Nieves? To be or not to be: that is the question… 

La contestación

Como respuesta al plan para la construcción del denominado macromuelle de Agaete, ha nacido el colectivo Salvar Agaete: MacroMuelle No, que ya ha iniciado las acciones para concienciar a la sociedad civil de que el pueblo se enfrenta “a la mayor herida de su historia”. Este grupo ecologista mantiene que “la Consejera de Política Territorial del Cabildo, Inés Miranda, también concejala del Ayuntamiento de Agaete, proyecta una red de miradores destinados al disfrute de los valores ambientales de Gran canaria, dentro del Plan Territorial Especial del Paisaje. Desde el colectivo Agaete sin MacroMuelle se critica que, al mismo tiempo, se apoye la ampliación del Puerto de Agaete, una actuación que supondrá la pérdida irreparable de uno de los lugares de mayor valor paisajístico de la isla. Salvar Agaete: Macromuelle No considera una incongruencia que se respalde desde la institución insular y desde el Ayuntamiento, un evento como el Bio@gaete Cultural Solidario que en palabras del alcalde de la Villa, Juan Ramón Martín Trujillo, pretende ”proyectar un municipio sostenible y respetuoso con el medio ambiente“ y se apoye a la vez la construcción de un nuevo muelle innecesario y de un elevado coste ambiental, social y económico”.

“El proyecto consiste, al parecer, en la construcción de un nuevo espigón de más de medio kilómetro para albergar dos líneas marítimas de transporte, la creación de 235 nuevos atraque deportivos y una nueva carretera de acceso paralela al Barranco de Agaete, ”lo que se aleja absolutamente de cualquier concepto de sostenibilidad y respeto ambiental y es totalmente incompatible con los valores naturales y culturales del municipio, representados por el Parque Natural de Tamadaba, la Zona de Especial Protección para las Aves y Zona de Especial Conservación de Tamadaba, la declaración de Reserva de la Biosfera de UNESCO y la candidatura a Patrimonio Mundial de UNESCO“, señala el colectivo, que ha editado un vídeo al respecto.

Epílogo

En agosto no hay epílogos, pero, por si las microalgas, es conveniente tener a mano alguna reflexión. Así que, hablando de macromuelles, puertos y líneas de atraque, me parecen muy pertinentes los versos de Mario Benedetti: “Una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra, de modo que si ocurre un desconsuelo, un apagón o una noche sin luna, es conveniente y hasta imprescindible tener a mano una mujer desnuda (…) Una mujer desnuda y en lo oscuro es una vocación para las manos, para los labios es casi un destino y para el corazón un despilfarro. Una mujer desnuda es un enigma y siempre es una fiesta descifrarlo (...)”.

Estaba Dios, en lo que luego sería el Puerto de Las Nieves de Agaete (Gran Canaria), estaba Yahvé como había permanecido desde hace unos 300.000 años: cual Neptuno, padre de Atlas y Polifemo, aislado del acantilado, hierático, sereno, impasible, señalando al cielo – con el dedo índice y no con el corazón – cuando se desataron las furias de la Naturaleza que no forman parte de la naturaleza de Dios. Como fruto de una mitología desconocida y de manera imprevista, como el hachazo de un rayo al que solo precede el trueno, armada hasta los dientes de olas y vientos huracanados, la cuarta letra del alfabeto griego – la Delta, precisamente la D – le amputó el apéndice con tanta crueldad que las tres falanges se desplomaron hasta el fondo marino. Nunca pensó nadie – ni siquiera los grandes profetas de la Biblia – que Belcebú tomara espada de tempestad para colocar al Altísimo con una minusvalía, aunque no muy severa. Aquellos que han visto alguna vez las viejas rotativas de los periódicos también pudieron advertir entonces a operarios con dedos desaparecidos en la lucha con rodillos, tinta y papel para que el mundo supiera lo que en el mundo pasaba.

Dijo Lorca: “Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos”. Digo yo: Érase la tarde del 28 de noviembre 12 años atrás, cuando la tormenta tropical Delta se desparramó en airado vendaval y dejó a Agaete sin su icono más querido y relevante: el monumento natural del Dedo de Dios que, a partir de entonces, quedó lisiado en 20 metros de sagrada roca. Ante el dolor popular, las autoridades se preguntaron qué hacer. ¿Respetar los designios de los tiempos o reconstruir lo que el viento se llevó sin Rhett Butler ni Scarlett O'Hara? Hubo un tiempo de polémica y hasta quién defendió la idea de reconstruir el monumento con hormigón. Finalmente, se impuso la cordura y el sentido común. De cara al mañana, el que fuera Dedo de Dios como Dios manda quedaría truncado. Y así está ahora mismo.