Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

La rebelión de las cajas chinas

Excepto las fotografías, sujetas obligatoriamente al instante, todos los titulares de los periódicos durante y tras el 1 de octubre de 2017, estaban más cantados que La Internacional, Els Segadors y el Cara al Sol. Cualquier observador de ese presente continuum que ha sido el pulso entre la Generalitat y el Gobierno del Estado durante meses sabía de sobra que habría altercados, que los Cuerpos de Seguridad tendrían sus más y sus menos con los mossos (ya la Generalitat había hecho con antelación los pertinentes cambios en Interior y otras carteras), que había plan A, B, C, D y demás letras del alfabeto para que hubiera votación, aunque al final las papeletas fueran a un cartucho, que la manipulación y la mentira tendrían su hueco, como el victimismo y el presunto martirologio, que la proporcionalidad de una acción policial es muy difícil de establecer a priori, que de un tal coronel de la Guardia Civil, Pérez de los Cobos, como comandante en jefe y coordinador del reparto de porrazos iba a saberse menos que de aquel que bajó a comprar tabaco a medianoche y apareció en Venezuela, que la independencia de Catalunya se iba a proclamar de una manera patética, en el más puro estilo de una dictadura bananera, sin garantías, sin observadores internacionales y sin otra razón que una calle (con el 60% de abstención) adoctrinada en que ganaría la libertad saltando por encima de la legalidad. Ese patetismo, esa obscenidad, se correspondió también con la falta de inteligencia política de un Estado plagado de juicios por corrupción, que arrastra la metástasis del 78 sin encontrar un camino de cohesión y con una deuda tan brutal que merma fuertemente su soberanía y su peso exterior. El convencimiento del ahora o nunca por parte de la atomizada izquierda y su fuerte presión sobre Puigdemont y Junqueras indica que, según se adelanta, al parecer será el lunes – si no aparece mediante el mediador que lo mediara y que buen mediador será – cuando se proclame unilateralmente la república independiente de Cataluña y lo que haya de venir después. ¿Cómo va a aceptar el Gobierno de una nación sentarse a negociar, medie quien medie y calcetín – se ha hablado de que fuera la Iglesia, tiene coña – a negociar, digo, el resquebrajamiento del Estado política y geográficamente?

En definitiva, al nacionalismo radical no le quedaba otra que actuar como actuó y el Gobierno del PP afrontó el sainete embozado de capa y espada.

Primero moviendo al Poder Judicial e imponiendo multas y, a posteriori, llenando las calles de policías mientras los que quieren coger pasaporte las llenaban de ciudadanos no tan inocentes como se cuenta. Al contrario, la gran mayoría de ellos movidos por el odio al enemigo exterior, que es consustancial al nacionalismo y absolutamente necesario para que este se desarrolle. Un verdadero disparate a dos bandas para mayor gloria de la prensa internacional, al que puso guinda Felipe VI, apodado El Preparao, con un discurso tópico y oficialista, vacuo y sin alma, aunque obligado, que podría haber pronunciado mucho tiempo atrás cuando, abiertamente, se cometían, día sí y otro también, sin pudor alguno, los delitos de rebelión y sedición por parte de las más altas autoridades de una autonomía española. El Jefe del Estado, constitucionalmente último responsable, junto al Ejército (en estado de importante indignación), de que la unidad de España no se rompa, será, muy probablemente, Dios y la moreneta mediante, un Jefe de Estado Recortado, gracias a que, pese a las rotundas afirmaciones del Ejecutivo español de que no habría referéndum ni por la marina, los colegios abrieron aún de aquella manera, com es diu a Catalunya quan es parla en espanyol, para recoger algo más de 2 millones de votos contados con técnicas cuestionables, al menos. No hubo cajas de Pandora, que esa es otra para el futuro, sino cajas chinas que no llegaron a usarse en Tiananmen. La globalización es tremenda: un régimen comunista dictatorial exportando urnas para el voto democrático inducido. Y dicen que los rusos colaborando vía informática como lo hicieran con la causa de Donald.

Un panorama de comedia si el asunto no fuera tragedia. Hablando de comedia, no quiero dejar de citar a Albert Boadella, director de Els Joglars.

He seguido desde hace muchos años sus opiniones sobre Cataluña y, aunque discrepo en la apreciación de que España es una democracia, admito que ha mantenido siempre una coherencia y valentía sobresalientes. Sus argumentos sobre la manipulación de las conciencias y la Educación son incontestables. Los nacionalismos aseguran su futuro actuando sobre los niños desde pequeños. Ha pasado en las ikastolas y también en los colegios catalanes con especial fuerza. Ello, sin duda, es una acción criminal y un retroceso cultural que pasará factura.

Aquellos que hablan de libertad y dicen luchar por ella son los que no la practican. Al igual que los partidos políticos, que se llenan la boca con la palabra democracia, no conocen la democracia interna. Y ahí está el mandato imperativo para demostrarlo. Y la más reciente historia del PSOE Sánchez, Susana, Felipe, Cebrián, para que el patio se divise con claridad.

Ni la historia acabó en 1978 ni la verdad es verdad

Después de la Constitución de 1978, que establece, con respecto a lo que ahora nos atañe que:

  • Artículo 1. 1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. 2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. 3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.
  • Artículo 2. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
  • Artículo 3. 1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. 3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.

Después de ser aprobada por Las Cortes en sesiones plenarias del Congreso de los Diputados y del Senado celebradas el 31 de octubre de 1978, ratificada por el pueblo español en referéndum de 6 de diciembre de 1978 y sancionada por el rey ante las Cortes el 27 de diciembre de 1978, fueron muchos, muchísimos, los que pensaron que, tras la dictadura del general Franco, la Historia quedaba detenida y, de ahí en adelante, estaba muy claro lo que era definitivamente España. Esa errónea visión, que omite la reflexión sobre el movimiento y la fluidez de absolutamente todo y a todos los niveles en el Universo, la tuvo también Francis Fukuyama en 1992, cuando decretó “el fin de la Historia” como consecuencia de la caída del Muro de Berlín – en la noche del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989 – y el final de la Guerra Fría. Fukuyama, poniendo la carreta delante de los bueyes, infirió que se había acabado el enfrentamiento ideológico aparecido con el marxismo y que, a partir de entonces, se impondría “la democracia liberal” en todo el planeta. La victoria del liberalismo político y económico le pareció incuestionable y se atrevió a predecir un nuevo statu quo que ya sería inamovible. Antes, en 1806, ya Hegel había señalado otro final de la Historia cuando advirtió que, como consecuencia de la Revolución Francesa, se incorporaban al Estado los principios de libertad e igualdad. Erró también porque esa idea no llegó a la praxis. Y después de la dos guerras mundiales, es Kojéve quien apuntala la teoría hegeliana e insiste en que el Estado que define el final de la Historia es el liberal, puesto que reconoce el derecho del hombre a la libertad, y se consolida como democrático ya que la sociedad civil no puede ser gobernada sin su consentimiento. Pero una cosa es la teorización y otra la realidad que imponen la política, la economía y la dinámica social.

Para mí, todo ello abocó a la prevalencia del parecer sobre el ser, a la mentira, a la hipocresía, al eufemismo, a la manipulación de lenguaje y pensamiento que, finalmente, han definido el que ahora se conoce como sistema de la post – verdad, mucho más cercano, por contraposición, a la frase de Gramsci: “La dictadura sólo es posible con el consentimiento de los oprimidos”. La Verdad como concepto filosófico ligado a la sabiduría ha desaparecido, de tal manera que se construye a conveniencia según los acontecimientos y las estrategias van necesitando de ella. Contra lo que sostienen Fukuyama, Hegel y Kojéve, no estamos ante un final de la Historia sino ante un principio. Ese principio se basa precisamente en el fracaso y cuestionamiento de sus apreciaciones. Ni existe la libertad política colectiva ni tampoco la democracia en el sentido en que la establece la Ciencia Política. Votar no es democracia. Menos cuando las leyes electorales y el régimen de partidos conforman una confusa e inextricable tela de araña muy difícil de penetrar y modificar. De los muchos artículos que he leído sobre el denominado procés, quiero destacar uno que me parece acertado y relevante, firmado por el analista Enrique Dans, Profesor de Innovación en IE Business School: Gobierno listo, gobierno tonto: la gestión de la post – verdad.

Epílogo

¿Y en Canarias, nacionalista de timple, asadero e índices socioeconómicos de infarto? Pues en Canarias, del mandanga al mandinga y la burundanga. En lo del mandanga – mejor pluralizarlo – no hace falta entrar. Sólo leer los titulares diarios de los periódicos y ver las correspondientes imágenes. Los mandingas, aunque escasos a falta de más investigaciones, se reducen oficialmente de momento a Zebenzuí (PSOE) y Agustín Hernandez (CC). Finalmente y como no podía ser de otra manera, se documenta en las Islas el primer caso de España de fallecimiento por uso de burundanga.

Un alcaloide denominado escopolamina, extraído de ciertas plantas similares a la datura, con capacidad para “anular la voluntad” de la persona que lo ingiere, de forma que propicia su “sumisión química”. Era lo que faltaba, ya que la sumisión intelectual se viene registrando desde hace más de cuarenta años.

-¿Y qué pasó?, preguntó uno.

-Pasó lo que tenía que pasar, contestó otro.

-En realidad, pasó lo que se quería que pasara, por un extremo, y lo que el otro extremo quería que no pasara, manifestó un tercero.

-Y aquel que estaba sentado en el fondo del bar advirtió: estáis muy anticuados, habláis de lejanías, lo que importa es lo que va a pasar …

-Y, entonces, el barman sirvió varias pintas de cervezas de grifo mientras el tiempo continuaba pasando. Sin contemplaciones y sin saludar a nadie.

Excepto las fotografías, sujetas obligatoriamente al instante, todos los titulares de los periódicos durante y tras el 1 de octubre de 2017, estaban más cantados que La Internacional, Els Segadors y el Cara al Sol. Cualquier observador de ese presente continuum que ha sido el pulso entre la Generalitat y el Gobierno del Estado durante meses sabía de sobra que habría altercados, que los Cuerpos de Seguridad tendrían sus más y sus menos con los mossos (ya la Generalitat había hecho con antelación los pertinentes cambios en Interior y otras carteras), que había plan A, B, C, D y demás letras del alfabeto para que hubiera votación, aunque al final las papeletas fueran a un cartucho, que la manipulación y la mentira tendrían su hueco, como el victimismo y el presunto martirologio, que la proporcionalidad de una acción policial es muy difícil de establecer a priori, que de un tal coronel de la Guardia Civil, Pérez de los Cobos, como comandante en jefe y coordinador del reparto de porrazos iba a saberse menos que de aquel que bajó a comprar tabaco a medianoche y apareció en Venezuela, que la independencia de Catalunya se iba a proclamar de una manera patética, en el más puro estilo de una dictadura bananera, sin garantías, sin observadores internacionales y sin otra razón que una calle (con el 60% de abstención) adoctrinada en que ganaría la libertad saltando por encima de la legalidad. Ese patetismo, esa obscenidad, se correspondió también con la falta de inteligencia política de un Estado plagado de juicios por corrupción, que arrastra la metástasis del 78 sin encontrar un camino de cohesión y con una deuda tan brutal que merma fuertemente su soberanía y su peso exterior. El convencimiento del ahora o nunca por parte de la atomizada izquierda y su fuerte presión sobre Puigdemont y Junqueras indica que, según se adelanta, al parecer será el lunes – si no aparece mediante el mediador que lo mediara y que buen mediador será – cuando se proclame unilateralmente la república independiente de Cataluña y lo que haya de venir después. ¿Cómo va a aceptar el Gobierno de una nación sentarse a negociar, medie quien medie y calcetín – se ha hablado de que fuera la Iglesia, tiene coña – a negociar, digo, el resquebrajamiento del Estado política y geográficamente?

En definitiva, al nacionalismo radical no le quedaba otra que actuar como actuó y el Gobierno del PP afrontó el sainete embozado de capa y espada.