En el otoño del año 1969, tuvo lugar la recuperación de dos cañones de bronce del fondo marino de “La Playa” de Vallehermoso; el periodista Juan Pedro Ascanio relata los hechos en un artículo publicado en un periódico de Tenerife, y hace constar que cada cañón media unos 2´30 metros de largo y unos mil kilos de peso cada uno.
Los submarinistas D. Antonio Ballesteros y D. Jesús Martínez fueron los encargados de realizar las tareas de sumergirse para atar cada cañón a una especie de globo que, inflado con aire comprimido, permitiría elevar el cañón desde el fondo marino hacia la superficie. A su vez, los submarinistas constataron la presencia en la zona de otros cañones, aunque, dada las fechas y próxima llegada del invierno, planearon intentar extraerlos en algún periodo de calma marina del siguiente año.
Algunos vecinos recuerdan aún hoy, como se procedió para realizar las operaciones de la extracción de las citadas piezas de artillería y como se depositaron en la plaza del pueblo; y sobre todo, aún se recuerda con enojo que los militares se los llevaran una noche, como se suele decir, con nocturnidad y alevosía, sin dar explicaciones ni decir dónde los depositarían.
La extracción de los cañones fue de tal calado social en el pueblo que también hizo aflorar la ocurrencia; hizo trabajar la maquinaria de la imaginación inventiva de algún vecino que planteó y popularizó una adivinanza: ¿en qué se parece la plaza de Vallehermoso a un nido de palomas?, ¡en que los dos tienen “cañones”!; cañones en la plaza del pueblo y “cañones” en los pichones de palomas. Como me dice un amigo, al que considero ilustrado y de mucho conocimiento, en La Gomera hay mucha imaginación, porque, al ser valles, la gente siempre está pensando que habrá más allá; aunque, el problema está a la hora de hacer realidad la imaginación.
Por otra parte, los investigadores Alfredo Mederos y Gabriel Escribano conocían la recuperación de los dos cañones de bronce citados anteriormente. Estos autores, en su trabajo “Arqueología subacuática en Canarias (1994-1998)”, cuya obra se puede consultar en Internet (insertando en el buscador el nombre y apellidos de los autores), describen lo que observaron y evaluaron en la prospección arqueológica de La Playa de Vallehermoso, en la primavera de 1995. Después de apuntar los requerimientos formales y fundamentar los motivos de su trabajo, dicen que, en la prospección, documentaron fragmentos de maderas correspondientes al barco hundido, cinco cañones de hierro, todos orientados hacia el norte, una treintena de balas de cañón, una decena de lingotes de hierro/plomo utilizados para lastre y diversos fragmentos metálicos; además, hallaron otro cañón de bronce, propiedad de una colección particular y que había sido igualmente extraído de la playa de Vallehermoso (no aportan datos sobre el lugar ni el individuo que tiene este cañón). Respecto a los dos cañones de bronce extraídos en 1969, estos autores los localizaron en el Museo Naval de Madrid.
Mederos y Escribano relatan un supuesto de reconstrucción del hundimiento; paso a parafrasearla. La embarcación, empujada probablemente por una tormenta y la corriente dominante chocaría con la punta del risco Frailillo (lugar dónde está situado “El Pescante Nuevo”); desde allí, se vería arrastrado hasta la Punta de los García (zona del “Pescante Viejo”, actualmente “Castillo del Mar”), y posteriormente, a la punta inmediata (supongo se refieren a la baja y al “Risco de Genaro”), para, finalmente, acabar estrellándose contra la playa. Los autores señalan algo muy significativo (que contradice determinado supuesto de la leyenda), es la constatación de “la disposición homogénea, y más o menos lineal, de los cañones en dirección Norte, que van trazando la trayectoria de la embarcación hasta que finalmente se rompió completamente en pedazos”.
Estos autores aportan datos sobre la supuesta identidad del navío hundido, probablemente, del siglo XVIII o inicios del XIX, y que ciertos botones (¿?) recuperados en la playa hacen creer que se trate de “La Mosca”. La cuestión es que, con esta denominación, se puede tratar de cuatro embarcaciones. Por ejemplo, podría tratarse del navío corso francés denominado “Nueva Mosca” que asaltó embarcaciones inglesas en La Palma en 1804; mas dudosamente, el Bergantín de guerra holandés “La Mosca” que hizo escala en Tenerife en 1807; o también, la goleta “La Mosca 2” que en 1808 hizo escala en Las Palmas en su viaje hacia América, y entre las versiones, una apunta que, al regreso de América, pudo haber naufragado en La Gomera. Ahora bien, estos autores consideran que, de acuerdo con la documentación disponible, bien podría tratarse de “La Mouche” (La Mosca) armada en Burdeos y que actuó como corso en Canarias.
Sobre “La Mouche”, el navío corso armado en Burdeos (cuando dos países estaban en guerra, uno podía autorizar a un barco para asaltar barcos del país enemigo), Alejandro Cioranescu, en “Piratas y corsarios en aguas de Canarias (siglo XVIII)”, publicado en Historia General de Las Islas Canarias por la editorial Edirca, hace referencia a que era muy conocido en Canarias con su nombre español La Mosca; navegó en aguas de las islas entre 1799 y 1808, con una carrera muy destacada, apresando seis navíos en dos años.
Considero que, probablemente, estos hechos bien podrían haber cultivado la imaginación sobre el prestigio de tan afamado navío “La Mosca” y facilitaron la construcción del imaginario social sobre la leyenda del barco hundido en La Playa de Vallehermoso.
En las fotos, observamos la presencia de conocidos vecinos que colaboraron en el rescate de los citados cañones, unos desgraciadamente ya fallecidos. Otros, por suerte, aún vivos entre nosotros, lo que es motivo de gran satisfacción personal el poder compartir con ellos; si alguien está interesado en escuchar sus experiencias y valoraciones, probablemente, se las contarán con agrado. Entre otras personas: Pepe Raya, Manuel Jesús Medina, Nicolás Damas, Aurelio Coello, Goyo León, José Darias, Eustaquio Ventura, Pepe Morales, Juan Vera, Manuel Herrera, Manuel Brito, Pepe León, Ventura Darias, Manolo Valeriano, Luis Navarro, José Enrique Arteaga, Aurelio Morales, los submarinistas citados, así como, me parece también reconocer en las fotos a Pepe, Rogelio, Ramón, Jesús, Jaime, Manolín, vecinos de los que no recuerdo sus apellidos.
Agradezco a varios de estos vecinos, y otros, sus aportaciones y, especialmente, a Cecilia Mora y Manolo Valeriano por su amabilidad al traspasarme, tiempo atrás, valiosas fotos, algunas insertadas junto a este texto.
(*) Licenciado en sociología