Por allá por la década de los noventa, con Internet formando ya parte común de nuestras vidas, vimos como las relaciones a distancia se hacían más llevaderas e incluso, cómo surgían las nuevas “ciber-relaciones”. Hoy en día, cada vez más, somos nosotros los que formamos parte de las telecomunicaciones y sus tecnologías, determinando la manera en que nos relacionamos con los demás. Y seguro que alguna vez se ha preguntado: “¿Hasta dónde vamos a llegar?”...
Sinopsis: Theodore tiene un bonito trabajo, escribir cartas de amor para personas a las que ni siquiera conoce; pero él no tiene a quién escribirlas. Su vida cambia cuando entra en ella Samantha, una inteligencia artificial con quien entablará una relación que trascenderá los límites de la tecnología.
Escrita y dirigida por Spike Jonze (Donde viven los monstruos, Cómo ser John Malkovich) pasó casi sin pena ni gloria por nuestros cines esta historia que, si bien a priori podría parecer tediosa y “demasiado extraña”, sorprende gratamente al espectador que guste de guiones originales y que aprecie los pequeños detalles de la historia y visuales.
Y precisamente en el apartado visual es donde reside buena parte del mérito de esta película, con una infografía bastante convincente (visto como hemos llegado al siglo XXI, sin trajes plateados ni coches voladores), donde el eje central es la comunicación vía internet y nuestra relación con los aparatos que hacen uso de ella (ordenadores, teléfonos, consolas...).
Su director de fotografía, Hoyte van Hoytema (El topo, Interstellar) no defrauda en los planos elegidos, contribuyendo a la expresión de las distintas emociones que se intentan mostrar a través de tan extrañas situaciones y protagonistas, cuidando especialmente la iluminación y los colores que acompañan en cada momento.
Su elenco es relativamente corto, centrado en torno al personaje de Joaquin Phoenix (En la cuerda floja, I'm still here, Puro vicio...), quien parece haberle cogido el gustillo a los papeles ligeramente excéntricos, hombres que no son como el resto, sino que viven al margen del resto de la sociedad más convencional.
Junto a él (y sólo apreciable en la versión original), Scarlett Johansson (Lost in translation, Lucy, etc.) quien pone voz a Samantha, haciendo uso de sus dotes interpretativas más puras, ya que nunca la veremos. No obstante, su dobladora española hace un buen trabajo al respecto.
Además encontramos otros nombres conocidos como los de Rooney Mara (Efectos secundarios), Chris Pratt (Guardianes de la Galaxia) o Amy Adams (La gran estafa americana) entre otros, todos ellos personajes secundarios que desempeñan a la perfección su misión.
El aspecto musical corre a cargo de Arcade Fire, grupo canadiense de indie rock que crea para la ocasión una banda sonora de tintes ambientales realizada en base electrónica, enfatizando el aspecto tecnológico que rodea al film.
Una película de las que yo denomino “magnética”, porque uno comienza a verla por simple curiosidad y se queda clavado en el asiento enganchado por un extraño hipnotismo que hará que su cerebro quiera avanzar más en la historia. Si es usted un espectador de los que prefiere todo masticado y la comedia americana, esta película no es para usted. Si por el contrario es usted un “curioso”, le hipnotizará.
Por allá por la década de los noventa, con Internet formando ya parte común de nuestras vidas, vimos como las relaciones a distancia se hacían más llevaderas e incluso, cómo surgían las nuevas “ciber-relaciones”. Hoy en día, cada vez más, somos nosotros los que formamos parte de las telecomunicaciones y sus tecnologías, determinando la manera en que nos relacionamos con los demás. Y seguro que alguna vez se ha preguntado: “¿Hasta dónde vamos a llegar?”...
Sinopsis: Theodore tiene un bonito trabajo, escribir cartas de amor para personas a las que ni siquiera conoce; pero él no tiene a quién escribirlas. Su vida cambia cuando entra en ella Samantha, una inteligencia artificial con quien entablará una relación que trascenderá los límites de la tecnología.