Quien durante años ejerció como profesora de Radio Ecca en la isla de La Palma ha sido recientemente galardonada, dentro de la Sección Oficial de Largometrajes, con el premio a Mejor Actriz Secundaria otorgado por el VIII Festival Internacional de Cine «Calzada de Calatrava» (del 6 al 21 de agosto de 2021), patria chica de Pedro Almodóvar, por su papel en Ecos (2020), producida y dirigida por Tommy Llorens, «una película de amor, de un amor sincero, de un amor silente, de un amor a la deriva, de un amor naciente, de un amor moribundo, de un amor sin miedos. Esos seis amores coinciden en un momento y un lugar, el 22/02/2022 en la isla de La Palma. En una tarde sin final», según se anuncia en la sinopsis del film.
No sabemos si es por su vocación como intérprete de las tablas, a la que se ha consagrado desde su jubilación militando en las filas de la Escuela Municipal de Teatro «Pilar Rey» de Santa Cruz de La Palma, o si su talento innato le viene de sangre, descendiente como es de la saga de escritores, humoristas y faranduleros Acosta Guión, entre los que destacaron especialmente su propio abuelo José Acosta Guión, poeta de tintes satíricos, su tío abuelo Domingo Acosta Guión, acaso el más conocido y divulgado de todos los hermanos, célebre por su capacidad de improvisación, perpetuada por sus «poemas de bolsillo», que fueron de mano en mano, y, en el ámbito propiamente teatral, Juan Acosta Guión, actor de la compañía de Margarita Xirgú y promotor de varias agrupaciones dramáticas amateurs creadas en Los Llanos de Aridane y en Santa Cruz de La Palma.
Sea como fuere, Nieves Pilar Acosta Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 5 de octubre de 1949), conocida artísticamente como Pilar Acosta, es de por sí un personaje. Lo es por su fina estampa como dama de las tablas, a la que los aficionados al arte escénico han conocido por sus papeles en la cartelera que durante once años (diez cursos académicos desde 2010-2011) ha desempeñado bajo la dirección de Carlos De León en la Escuela Municipal de Teatro «Pilar Rey» y que la han llevado a obtener el aplauso del público por sus mujeres dramáticas y cómicas. Actriz que ha llegado a destiempo al escenario, su talento deviene de su sinceridad interpretativa, de su contención —impropia en tantos actores sobreactuados— y de una presencia natural en la escena, especialmente cuando no le toca turno de palabra y, sin embargo, mantiene la interactuación con sus gestos y con su mirada: de ojos sabios, que miran como una niña aunque desde hace años Pilar pinte canas, que saludan sin distancia aunque te observe a lo lejos, que escuchan con atención y no ostentan interrupciones impertinentes.
El discurso humano de Pilar Acosta está poblado de pastillas de canela y menta ofrecidas con puntual generosidad (un clásico ya entre las chicas y chicos «De León») a sus compañeros antes de abrirse el telón; de hierbas aromáticas cultivadas en su huerto de Buenavista, que te regala perfectamente colocadas, no en vulgar bolsita de plástico, sino en un cesto tejido por manos artesanas y sacado para la ocasión de su gran cajón de recuerdos domésticos de familia; de una colección de indumentaria que ha traspasado fronteras y que ha viajado como préstamo para la Escuela Municipal de Teatro, como el delantal zurcido y remendado de su prima Carmen Yanes Acosta que Belén Herrera lució en el montaje de Bodas de sangre (2017) y con el que obtuvo el Premio al Mejor Intérprete por su papel de Mujer de Leonardo en el XIII Festival de Teatro Amateur «Villa de El Sauzal’17»; de un entusiasmo contagiador, de una positividad a prueba de tropiezos inconvenientes y de una juventud eterna que cuestiona cualquier teoría sobre las edades del hombre.
En su currículum interpretativo, Pilar Acosta ya fue galardonada como Mejor Actriz Secundaria en el Certamen Amateur de Teatro Cómico «Tías» en su edición de 2018 por su papel de La Muerte en el montaje de Bodas de sangre ya aludido. Según testimonio de Carlos De León, cada año, cuando tocaba el reparto del elenco de la obra correspondiente para representar por el grupo de la Escuela Municipal de Teatro, Pilar le comentaba al director: «Carlos, parece que me lees la mente. De nuevo me vuelves a dar un personaje que coincide con lo que ahora me está pasando. Me siento identificada. En este momento estoy atravesando por una situación similar». El propio De León confiesa: «Todos los años era la misma cantinela. Pilar decía: “Yo ya llevo muchos años haciendo de madre y maestra. ¡No puedo más! Ahora estoy en otra etapa de mi vida…” y bla, bla, bla. Pero, al final, no podía evitar su condición de madre y maestra, e inevitablemente acababa ejerciendo de guía espiritual de todos nosotros. Protestaba mucho con esto, pero —ya te digo— de boca para fuera». Ahondando algo más en lo personal, para su compañera de teatro Amparo Acosta Rodríguez, «Pilar es vida, hermana, madre y amiga».
El 31 de agosto de 2021, la Biblioteca Municipal de Teatro «Antonio Abdo» se ha acercado a su «hogar (que no simple casa)» de Buenavista (Acenk Guerra Galván dixit) para conversar con ella sobre lo ineludible: su pasión por el teatro, su premio y su futuro. Algunas de las cuestiones que le planteamos no son propiamente nuestras, sino que han sido formuladas por tantos amigos y conocidos de Pilar Acosta: su prima Asunción Delgado Yanes, su admirador Esteban San Juan Hernández, su compañero de escenario Acenk Guerra Galván y su director Carlos De León. También ellos han mostrado curiosidad por varios asuntos que nosotros, llanamente, nos hemos encargado de trasladarle.
—Víctor J. Hernández Correa. Tu voz fue durante varias décadas la voz femenina que escucharon los escolares adultos que lograron titularse gracias a la programación emitida a través de las ondas de Radio Ecca. ¿Cómo tuviste que adaptar tu nivel de vocalización para la enseñanza radiofónica? ¿Te formaste en este campo?
—Pilar Acosta. Las clases de Ecca se imparten desde la emisora central. En La Palma yo fui profesora orientadora: la que matricula, se reúne semanalmente con los alumnos para resolver dudas, examina… Aparte, participé en algunos programas de radio desde La Palma y aprendí algunas técnicas: la del lápiz en la boca para vocalizar, incrementar las pausas, etc.
Tengo un momento muy, muy especial, que es la retransmisión, junto con el compañero de Ecca José Antonio González Dávila, de nuestros Enanos desde la plaza de Santo Domingo. No había sitio suficiente para la prensa y una señora de Tazacorte me sostenía por las piernas para no caer desde una torre de iluminación.
—VJHC. ¿En qué momento se desata tu vocación como intérprete? Antes de tu incorporación a la Escuela Municipal de Teatro, ¿habías actuado con regularidad?
—PA. Como muchas personas, participé en las «comedias» del Colegio «La Palmita». Eran, sobre todo, actuaciones de baile y canto. Yo tenía muy buena voz, era la primera del coro del Colegio (luego la perdí por el tabaco), aunque también existía la interpretación. Y entonces, al igual que ahora, ¡disfrutaba muchííísimo! En reuniones familiares y de amigos, siempre me salía la vena cómica y bailaba, imitaba, recitaba… Alguien me decía que iba para artista de cabaret, pero no fue así; digamos que no llegué a tiempo de levantar la pierna.
La familia y el trabajo no dejan mucho tiempo para aficiones personales, de manera que la lectura, el cine y aquellos magníficos programas de teatro de Televisión Española regalaron mis necesidades.
De todas formas, me siento especialmente afortunada; no hay mayor ni mejor escenario que al que se presenta un docente durante varias horas al día de su vida laboral. Es el público más difícil y crítico que he conocido. Esa asignatura creo que la he aprobado, pues cuando me encuentro con antiguos alumnos, me reconocen y me saludan con cariño y agradecimiento. Algunos son amigos personales, otros aún me llaman para felicitarme por mi cumpleaños, por mi santo y por navidades. Seguramente, como pasa siempre, habrá alguno al que no le gustó la obra.
Por eso, cuando llegó la puesta en escena —ya como alumna de la Escuela de Teatro «Pilar Rey»—, los compañeros me preguntaban si no tenía miedo escénico. Y no, no lo tengo. Supongo que esto se debe a que he estado expuesta, toda mi vida laboral, al jurado público más duro.
—VJHC. ¿Qué aspectos destacas como más relevantes de tu paso por la Escuela Municipal de Teatro tanto en lo humano real (el director, los compañeros) como en lo humano ficticio (los personajes)?
—PA. ¡Ay! ¡Qué gran regalo! Llegué a la Escuela en unos momentos de mi vida no especialmente fáciles y de la mano de una amiga a la que estaré eternamente agradecida, Olga Reinoso. Ella llevaba muchos años, desde el inicio con los muy queridos Pilar [Rey] y Antonio [Abdo].
Carlos [De León], mi muy amado maestro, iniciaba su andadura como director. Y, desde el primer momento, me enganché y así continúo. Él ama lo que hace y lo transmite con naturalidad y elegancia. Con gran sabiduría nos va llevando hacia lo que desea y saca de cada uno de sus alumnos lo que no sabíamos que teníamos (y tenemos). Lo amo, lo admiro y lo respeto como persona, como director y como actor.
Soy la alumna que lleva más años en la Escuela —estoy enganchada, nunca terminas de aprender—. Por eso he conocido a muchos navegantes de las tablas. Unos ya son parte indispensable de mi vida. Lógicamente, con unos he tenido más oportunidad de trabajo y de cercanía que con otros, pero el ambiente en la Escuela es fantástico, de camaradería total.
—VJHC. Desde mi punto de vista, creo que toda persona que se precie «debe» (= tiene la obligación de) aficionarse a la interpretación porque, ante todo, puede convertirse en una herramienta eficaz para aprender a ponernos en el lugar del otro. ¿Por qué crees (si lo crees, claro) que la interpretación teatral debe ser asignatura obligatoria en las enseñanzas regladas?
—PA. La vida es puro teatro —ya lo dice la canción— y constantemente interpretamos a los personajes que nos van cayendo, hasta que nos encontramos con nosotros mismos y somos sin más. ¡Llega la paz!
Cuando jugamos, sin importar la edad ni el juego, estamos aprendiendo haciendo teatro. Afortunadamente, muchos enseñantes lo han entendido y lo practican en escuelas, colegios e institutos.
Sí, asignatura obligatoria. La Historia, por ejemplo, dejaría de ser pesada y aburrida si en lugar de aprender nombres, lugares y batallas, diéramos la oportunidad al alumno de elegir al personaje que le gustaría ser en un determinado contexto histórico y él investigara todo lo necesario para interactuar con el resto de la clase. Además del conocimiento histórico, de esa manera estaremos trabajando la lengua, la oratoria, el carácter, la socialización… Lo siento, me salió la vena docente.
—VJHC. En su artículo «Biscuí y compañía: mascarones, personajes y personas» (publicado en las actas del I Congreso Internacional de la Bajada de la Virgen [2017]), Anelio Rodríguez Concepción sostiene: «un personaje apasionante siempre merecería el alto honor de convertirse en mascarón». De las personas que han pasado por tu vida, ¿cuáles crees que deberían haberse perpetuado transmutadas en personajes de ficción, eternos y universales?
—PA. Muy buena idea la de Anelio. Por ejemplo, mi tío abuelo Domingo [Acosta Guión]. Él murió cuando yo era una niña y no tuve oportunidad de estar cerca, pero siempre fue un personaje presente en la familia: sus versos oportunos, sus vivencias intrafamiliares. Sé versos de él desde que soy pequeña. El mascarón podría ir repartiendo pequeñas octavillas con sus versos o similares (pura imitación) aprovechando los aconteceres del momento. Otro sería el gran Julio Gómez, maestro inolvidable de generaciones de músicos y festejos. Creo que quizás, mediante concurso público, podría incentivarse que cada generación eligiera su mascarón.
—VJHC. Por los motivos que fueran (dificultad intrínseca, ambivalencia psicológica…), ¿cuál consideras el papel que más te ha costado preparar?
—PA. Voy por orden. Sin lugar a dudas, el personaje de La Fidelidad en el Carro de la Bajada del 2015 [La otra Virgen, segunda parte de la trilogía Las orillas de Dios, de Luis Cobiella Cuevas]. Mi discurso no era largo, pero sí enormemente difícil de memorizar para mí. Cada oración de Luis Cobiella es un tratado de teología, filosofía, sociología, moral, amor…
Cuando me enfrento a un personaje, lo primero que hago es memorizar el texto plano comprendiéndolo. Oración entendida, oración memorizada. Pero puedo estar perfectamente de tres a cinco días repitiendo constantemente una oración de diez palabras para entenderla y memorizarla.
Mi segundo personaje en dificultad fue La Muerte en Bodas de sangre. Lorca no es fácil de transmitir, máxime cuando el director quiere romper el verso. Lo trabajé muchísimo, pero disfruté más intentándolo. Y, por lo visto, lo conseguí, ya que fui premiada por ello por un jurado que no me conocía de nada; igual que ha pasado ahora con el premio cinematográfico. De quinientos largometrajes presentados en un lugar de La Mancha que nunca imaginé que fuera a marcar mi vida, me distinguen a mí. ¡Asombro total!
Y el tercero en dificultad fue el del monólogo final de Lágrimas del Éxodo. Aquí, el impedimento fue emocional: el texto era muy duro; cada vez que lo estudiaba y lo ensayaba, no podía evitar las lágrimas. La primera vez que lo interpreté en clase, Carlos [De León] me dijo: «Te lo compro. Hasta el día del estreno no lo vas a hacer más». Por supuesto, no fue así: lo tenía que decir mucho para hacer un callo con el dolor.
—VJHC. ¿Qué personaje que no hayas interpretado todavía te gustaría representar?
—PA. No hacía teatro todavía cuando Anelio [Rodríguez Concepción] publicó La abuela de Caperucita [Ediciones La Palma, 2008]. Me encantó y me enganchó desde la primera página. Ya sabemos que él enamora con su prosa, pero, en este caso, el argumento me pareció muy original, humano, actual y solidario. Ya cuando tuve algún rodaje en las tablas, pensé que sería una buena obra de teatro. Y así se lo he comentado a Anelio: «Si me sale una lotería, te compro los derechos de autor y entre tú y Toni Tabares lo adaptan». ¡No me ha salido la lotería!
—VJHC. Como lectora contumaz y hablando ahora de autores, ¿por qué dramaturgo sientes especial predilección?
—PA. Me gusta todo. Cada época, cada país y cada autor tiene elementos atractivos y supone un reto de interpretación. El único que no me atrae especialmente es el costumbrista. Indudablemente, Shakespeare y Lorca son los maestros indiscutibles y ante ellos me rindo; pero son inalcanzables para mí.
—VJHC. Tu doble faceta como actriz de teatro y de cine, ¿te ha aportado diferencias de experiencias desde el punto de vista interpretativo? ¿Son en su fondo la misma cosa o hay distinciones entre el directo a bocajarro y el directo con opción a una segunda toma?
—PA. Para mí, interpretar es entender y transmitir. Y ello requiere trabajo y preparación. Cuando llega el momento de la verdad, es absolutamente diferente todo, pero igualmente interesante y enriquecedor. Me gustan los dos.
—VJHC. Por tu personaje en Ecos (Tommy Llorens, 2020) acabas de obtener el premio a la Mejor Actriz Secundaria. ¿Cómo accediste a este papel?
—PA. Gracias a mi gran y amado amigo Juanjo Neris. Tommy, enamorado de La Palma por su asistencia al Festivalito, conocía a Juanjo y le pidió que le recomendara a una actriz palmera mayor. Juanjo le envió el anuncio del Día del Corsario que yo había grabado con él, lo vio, le gustó, me llamó y pa’lante. Cuando vino a conocerme a mi casa, le encantó, y una de las historias de la película se rodó en ella.
En la película hago el papel de una enferma de Alzheimer y aquí, gracias a otro gran amado amigo actor que es psicólogo y presidente de la Asociación de Enfermos de Alzheimer, Marcos Lorenzo García, pude conocer un poco el doloroso mundo que los envuelve.
—VJHC. ¿Qué esperas de tu futuro como actriz? ¿Estás embarcada en algún nuevo proyecto?
—PA. Muy simple: tener capacidad y salud para seguir disfrutando de las oportunidades que surjan.
Tommy tiene un nuevo guión y una nueva ilusión y, cuando nos vimos en Calzada de Calatrava, me dijo que le gustaría contar conmigo. Por supuesto, le dije que sí. Espero y deseo que sea posible, no es fácil.
Mi amada nieta de seis años, Nicole, me llamó para felicitarme y me preguntó: «Abuela, ¿cómo te sientes?». Después de un profundo suspiro y un mirar para adentro, le contesté: «Pues mira, me siento: asombrada… flotando como en una nube… confundida (porque me parece que todo esto no tiene nada que ver conmigo; yo no lo he buscado; sólo he hecho lo que me gusta…) y también tengo inseguridad y miedo. No sé qué hacer. A partir de ahora, cualquier papel que interprete me da la impresión de que va a ser mirado con lupa y eso me produce una responsabilidad muy grande. Y no se trata de eso, pues hago teatro y cine porque me gusta, no buscando el reconocimiento. ¡No sé qué hacer!». Y mi nieta me soltó: «Abuela, ¡sé tú misma!». Voy a seguir el sabio consejo de mi nieta.
—VJHC. ¿Qué has hecho en tu vida por amor al arte?
—PA. ¡Todo! He aprendido —no hace mucho— la gran diferencia entre querer y amar. Cuando quieres, esperas algo a cambio. Cuando amas, simplemente ¡amas! y estás en paz.