Cantante, tocadora, compositora y directora: Loli Martín Castillo, Mujer Destacada del Municipio de Santa Cruz de La Palma 2023
Carmen Dolores Martín Castillo (Santa Cruz de La Palma, 16 de julio de 1958), más conocida como Loli Martín o Loli «Pacovi», pertenece a una de las sagas de músicos más prestigiosa, auténtica y perfeccionista de cuantas han nutrido la ciudad en los últimos tiempos. Maribel García, que convivió con ellos en la mansión situada al pie del barrio de La Canela (otro monumental testigo de la música, perpetuado en tantas carátulas de discos), me recordó una vez que allí debajo, en las lonjas de la casa Massieu (calle San Sebastián, número 14-calle Cabrera Pinto, número 46), «a media tarde todo eran guitarras, timples y cantares». Loli Martín vuelve ahora a hacer memoria de ese ambiente doméstico en el que la música constituyó un elemento más del núcleo fundamental de la familia. Las «tertulias musicales», como ella misma las llama, vertebraron esa predisposición natural de los «Castillitos» a los instrumentos, a las composiciones nuevas (nunca del todo novedosas porque van teñidas del arraigo multicultural propiamente palmero, que ha sido capaz de aunar desde siempre lo andaluz, lo portugués y lo cubano), a esos arreglos que tienden a embellecer una canción (en origen algo mediocre) mediante la combinación armónica a tres voces o a través del añadido de unas claves que aportan el toquito caribeño (venga o no a cuento), y a ese coger una guitarra e improvisar una velada concertística de primer nivel, ya sea en medio de la calle durante el Carnaval, ya en una aula de colegio o ya en un festival de barrio.
Loli Martín Castillo nace en este contexto. Y comienza su carrera musical «obligada» por tales circunstancias… Loli Martín hubo de someterse a las herramientas genéticas que le legaron sus padres y sus tíos, e inició su militancia escénica junto a su hermano José Eduardo, cuando «el Ruiseñor» empezó a cambiar el timbre de su voz prodigiosa. Y, cómo no, lo hizo en el marco difusor de la emisora La Voz de la Isla de La Palma, instalada en el Teatro Chico. Ese Club Niñolandia daría cabida a los jóvenes palmeros de altas capacidades artísticas (muchísimo antes de que aparecieran en televisión Operación Triunfo y otros modelos contemporáneos «cazatalentos») para gozo de los escuchantes y para donar la recaudación de taquilla a una niña de La Gomera necesitada de una silla de ruedas o a un párvulo de Fuencaliente cuya falta de visión precisaba de unas gafas urgentes. Nunca tuvo tanto sentido la célebre expresión «por amor al arte».
Con una carrera agotadora, Loli Martín no sólo heredó de su familia la sanguínea consustancialidad por las notas y un oído ¿casi? absoluto. También metió en su mochila el peso de la generosa entrega por los otros con la música como bandera, organizando festivales en las fiestas de San Vicente Ferrer de Velhoco, en donde acabaría involucrando a una de sus maestras, la mismísima doña Rosario Gómez González (tal y como ha dejado el rastro de una fotografía incluida en estas páginas), en los colegios por los que pasaron sus hijos y sus sobrinos y últimamente en las salas de Padisbalta.
Su currículum como vocalista solista se cobró con la interpretación de uno de los Ángeles de la Loa de Recibimiento a Nuestra Señora de las Nieves en la Bajada de la Virgen de 1975, paradigma de los excelentes y capacitados para enfrentarse a la masa uniforme que se desborda por la plaza de España el domingo de la Entrada Triunfal. En este mismo año lustral entró a formar parte de la Masa Coral de La Palma, otro foco esencial de la enseñanza y la difusión de la música culta. Más adelante, en 1983, participó en la cofundación de la agrupación folklórica Tuhoco, de la que fue directora, convirtiéndose en la primera mujer en La Palma en ponerse al frente en este tipo de conjuntos. Por si esto fuera poco, en 1988 contribuyó a la fundación de la primera agrupación Lo Divino de Mujeres, renombradas por el pueblo Las Divinas, con las que se paseó por las calles batiendo contra los prejuicios y los miedos a la presencia femenina protagónica en las noches navideñas. Con ellas llegaría a grabar hasta cuatro volúmenes: Cantando a la Navidad (1996), Siguiendo la estrella (2003), Llegó la Navidad (2008), trabajo en conjunto con la Rondalla lo Divino de Santo Domingo, y Antología: 30 Navidades Divinas (2018).
Loli Martín ha actuado también como guía pionera de la estimulación temprana a niños afectados por trastornos genéticos y del desarrollo, labor que desempeñó durante varios años con su propia hija, creando así un modelo de aplicación pedagógica y educativa de la música como vehículo artístico para la creatividad y la integración. Como ella misma manifiesta en estas páginas, se trata de una de las etapas más complejas y, gracias a su propio aprendizaje, más felices de su vida.
La presente entrevista fue realizada en el Centro Cultural «José Pérez Andreu», el pasado lunes, día 20 de marzo de 2023, colaborando en ella Leticia Martín Ramos, trabajadora social de la Concejalía de Bienestar Social e Igualdad de Oportunidades del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, y María Milagros Martín Álvarez, profesora de la Escuela Insular de Música de La Palma y también Mujer Destacada del Municipio de Santa Cruz de La Palma en esta edición. La transcripción de la grabación ha sido realizada por el historiador Eduardo Arrocha Lorenzo.
Víctor J. Hernández Correa. Buenos días, Loli, me gustaría que empezaras hablando un poco de tus inicios en el mundo de la música. Tu familia, desde doña Lola Castillo, pasando por la rama de tu padre, siempre ha estado vinculada a este mencionado mundo musical pareciendo que ustedes lo llevan en la genética.
Carmen Dolores Martín Castillo. Sí, yo diría que sí. Lo vivimos desde muy pequeños, siendo nuestra primera escuela, con quienes aprendimos, y la verdad es que a partir de ahí, de mis padres, que participaban con mis tíos, dado que estaban en un grupo folklórico y siempre lo hemos vivido con ellos.
VHC. ¿Cómo se llaman tus padres y en qué grupo estaban, Loli?
CDMC. Mi padre, Francisco Martín Rodríguez «Pacovi», y mi madre, María Lola Castillo Felipe. Ellos empezaron cantando como solistas; salieron incluso fuera de la isla y, bueno, estaban primero en el grupo Rondalla Insular de La Palma (que anteriormente era conocida como Rondalla del Mensajero; pero no quiero mosquear a los del Tenisca). Mi madre tuvo que abandonar el grupo por el tema de los niños que tenía y mi padre sí continuó de forma altruista haciendo festivales aparte de folklore, dado que aquí, antiguamente, cuando una persona o familia necesitaba algo, pues estábamos siempre apoyando, cantando o para sacar algún fondo ya que no había ONGs y de alguna manera era una forma de ayudar a los demás.
VHC. ¿En tu casa se sentaban a cantar para prepararte una canción, por ejemplo, o para tocar una guitarra que se ponía delante o fue todo como sin tanta formalidad? ¿Nos podrías contar algún recuerdo que tengas grabado donde la música estuviera presente (aunque me imagino que era algo que estaba patente a diario)?
CDMC. Salía de una forma natural. Nos reuníamos por las tardes y las tertulias eran cantadas. Empezaba mi madre, luego estaban mis tíos, mis primas —si estaban por allí, también— y, como te digo, era una cosa muy familiar y que no se preparaba para nada. Esta fue nuestra escuela. Ya en esa época ni siquiera Jose [Eduardo Martín Castillo] ni yo cantábamos. José fue el primero en cantar con apenas cuatro años con mi madre en un escenario. Era una cosa natural, que fluía, cantábamos todas las tardes y yo no sé cómo estaban los vecinos, pero estas eran nuestras tertulias.
VHC. Para comenzar a fechar una carrera como la tuya de intérprete, que empezó en algo que ya no existe lamentablemente y que fue el llamado «Club Niñolandia» de La Voz de la Isla de La Palma, ¿podrías explicar cómo empezó todo eso y si te acuerdas de la pieza que interpretaste conjuntamente con tu hermano?
CDMC. Pues sí, empezó como festivales. Antes había muy poquitas cosas y entonces estos festivales comenzaron reuniendo a grupos de niños a los que les gustaba la música. Eran unos festivales que se daban radiados y que se celebraban los domingos. Cantábamos en el escenario del Teatro Chico y luego, el otro fin de semana, nos íbamos por los pueblos de la isla cantando hasta llegar a Garafía. La verdad que fue una infancia musical muy bonita, donde hice muchas amistades y que recuerdo con mucho cariño. Mi padre intentó recuperarlo, pero al final no se pudo.
VHC. Más adelante, ya de una manera un poco más seria o profesional (y no quiero decir con esto que lo anterior no lo fuera), ¿podrías hablar de tu siguiente etapa en el ámbito de la Masa Coral de la Isla de La Palma?
CDMC. Antes de la Masa Coral comencé con los colegios. Mi padre también ayudaba porque siempre estaba donde estuvieran nuestros hijos o sobrinos. Nada, pues ayudando y colaborando. Estuvimos primero en el [Colegio Público] Sector Sur [hoy, Centro Cultural «José Pérez Andreu») y luego mis hijos cambiaron al Gabriel Duque Acosta y fue donde más tiempo me dediqué a todo esto de ayudar en los festivales. En cuanto a la Masa Coral, es verdad que vino después de todos estos mencionados festivales y empecé ya cuando había dejado la música. Compartí aquí con muy buenos directores de los cuales aprendí mucho, y luego surgió la oportunidad de cantar la Loa, siendo una de los cuatro ángeles para recibir a la Virgen de las Nieves. La verdad es que fue algo muy bonito, muy emocionante y también muy impactante al ver la plaza repleta de tanta gente, y me decía: «¡Ay, Dios mío!». Pero la verdad es que fue precioso.
Y retomando lo de los festivales en los colegios, en el mencionado Gabriel Duque Acosta, que era donde estaban mis hijos y mis sobrinos, estuve bastantes años. Incluso cuando mi hijo menor terminó el colegio, continué ayudando a Francis Brito y me incluí en la cruz. Aunque no esté relacionado directamente con la música, siempre he estado vinculada a estas cosas. Y nada, con los niños, integrada. Especialmente con mi hija Paloma, ya que la música me vino muy bien para trabajar con ella desde la estimulación precoz, y seguir por ese camino me ayudó muchísimo porque no era fácil en aquel momento.
VHC. Me gustaría conocer tu vinculación con Velhoco y tu papel cofundador y directivo de la Agrupación Folklórica Tuhoco.
CDMC. Pues, mira, lo de Velhoco tiene que ver porque me enamoré de un velhoquero; así de sencillo. Empezaron, de esta manera, las amistades, y me pidieron que si podía organizar un festival, nunca antes hecho, con los niños del barrio en el ámbito de las Fiestas Patronales de San Vicente Ferrer y la Virgen del Pino. Estuve ayudando durante varios años en la organización de las fiestas, compaginándolo con la Agrupación Folklórica Tuhoco, que se fundó poquito después.
VHC. ¿Te acuerdas más o menos de cómo fue lo de la Agrupación Tuhoco?
CDMC. Sí, había un grupo de conocidos nuestros a los que les gustaba cantar, pero que nunca habían cogido una guitarra ni habían cantado, sino a lo mejor en una parrandita entre ellos, familiarmente. Contaron para la fundación con papá. Yo, en un principio, no entré porque tenía a los niños pequeños, y, nada, a partir de ahí, en un garaje de un amigo, empezaron a ir. Comenzaron totalmente de cero, dando una persona un curso de guitarra, de laúd, de bandurria y de todo un poco. Tardamos algo de tiempo hasta que empezó a andar, pero sí es verdad que se comenzó de cero. Después, con unas personas que ya sabían un poco más. Pero ni por asomo nos imaginaríamos grabar dos discos. De aquí salió Tuhoco, de un grupo de amigos. Luego, mi padre lleva la dirección de todo y cuando me incorporé yo, me ocupaba de la parte musical.
VHC. Si tuviéramos que buscar un antecedente en La Palma de aplicación de la música como un elemento terapéutico, tú eres la pionera aquí en esta isla.
CDMC. Pues no lo sé, ¿cómo mujer?
VHC. Como mujer y por aplicar la música como algo terapéutico sin tener idea o estudios de Psicología. ¿Nos puedes explicar cómo nace esa carrera casi de psicopedagoga aplicada?
CDMC. Para nada, yo no tengo título. Yo he estudiado en la «universidad de la vida» y a base de los golpes he aprendido muchas cosas. Los comienzos con mi hija fueron muy duros, ya que hace treinta y siete años no había lo que tenemos hoy en día. Sí es verdad que fue la primera niña integrada en un colegio. Ahí empezó todo. Ella estaba igual de integrada que los demás compañeros y fue a partir de aquí cuando comencé con la música con ella. Poco a poco fui descubriendo que la música le gustaba tanto como a nosotros y por ahí la estimulación era muy dura, ya que había que hacer muchísimas cosas durante el día. Yo apenas tenía veintisiete años y estaba asustada y aterrada. Pero cuando vi los progresos, me fue ayudando a crecer como persona, como madre, y te diría que a ser un poco mejor y a ver las cosas desde otro punto de vista. Me di cuenta de que todo lo que tenía que hacer sin música, se le podría agregar y por ahí fue todo más divertido y fácil para ella y para mí. Aquí fue cuando se incorporó su hermana Carolina, trabajando en conjunto las dos, al ser una niña que no podía estar dejando al margen. Ella se implicó totalmente y, bueno, de esta forma, la psicomotricidad la trabajábamos de mejor manera porque había que dedicarle mucho tiempo en lo que es a caminar y a hablar. Podría estar muchas horas explicando lo que es tener un hijo con otras capacidades (como decimos nosotros). La verdad es que fue divertido; su hermana me ayudó mucho, al igual que el resto de la familia. Nosotros, cuando vimos que iba creciendo, le quisimos dar naturalidad, siendo una más que vino con el mismo amor que los demás, y simplemente tratarla como a otra persona.
VHC. Loli, yo sigo sin entender cómo descubriste… Entiendo que quizás tuviste asesoramiento en esto, ¿o fue todo un poco a la aventura o a lo loco?
CDMC. Fue un poco a la aventura. Tuve la suerte de contar con una prima que vivía fuera y me puso en contacto con un médico que tenía una niña con síndrome de Down. Y al ver a esa niña de tres años, se me abrió el mundo y dije: «¿Por qué no lo podemos conseguir también nosotros?». Al principio me tenía que ir todas las semanas a Tenerife para que me prepararan un programa, uno para mí y otro para ella. Yo acondicioné la habitación para hacer los ejercicios de estimulación y por ahí empezó todo, hasta que se montó aquí, por medio de una gran persona como fue don Antonio Sanjuán Hernández, alcalde de Santa Cruz de La Palma, y se puso en marcha, en el Gabinete Psicopedagógico Municipal, la mencionada estimulación precoz. Aquí tenían logopeda; la estimulación la llevaba muy bien Francisco Javier Neris Paz y ya era un gran alivio no tener que ir todas las semanas a Tenerife. Hay que pensar que por ese entonces no había móviles y era todo a toque de teléfono y, cada vez que avanzaba en algo, tenía que contactar e irme a Tenerife para continuar con el paso siguiente. Fue un poco duro, pero también divertido.
VHC. Me gustaría que desarrollaras cómo surge el grupo de Las Divinas y una pregunta rápida: Mila [Martín Álvarez] ha comentado que las mujeres siempre han estado involucradas de alguna manera dentro de los Divinos; el papel que tienen Las Divinas, ¿supone un antes y después? ¿Cómo surge esta presencia de la mujer en las calles de madrugada, en los conciertos y también en los discos?
CDMC. Pues sí. Surge con la idea de Mila y de Inés González [Gutiérrez]. Ellas tenían muchas ganas de cantar y de hacer una rondalla de mujeres. Se pusieron en contacto conmigo y buscamos a más mujeres a las que les gustase la música y empezamos por ahí. Es verdad que antes hubo varios intentos, pero no salieron. Pero, bueno, ya en el año 1988 empezamos con seriedad y pudimos aprender todas de todas. Creo que Mila está muy de acuerdo conmigo, y la verdad es que con muchísima ilusión, aunque también con un poco de miedo porque era un terreno de hombres. Es verdad que en un principio hubo muchas personas cercanas que nos apoyaron, pero desde la calle no estaba la gente muy allá. Al principio hubo muchos tropiezos e incluso no teníamos dónde ensayar. Dimos muchas vueltas y mucha gente se implicó.
VHC. Y, ¿crees que tenía que ver, por ejemplo, que ustedes hicieran un repertorio que no tenía nada que ver en un principio (al menos, con los primeros villancicos) con lo que se interpretaba aquí? Aparte de las tres voces que —dice Mila— tú hacías así, sobre la marcha, de todas las piezas, ¿crees que la elección del repertorio fue como decir «Nosotras estamos aquí y somos diferentes al resto»?
CDMC. Pues sí, no sé si Mila lo comentó antes. Empezamos con cinco villancicos y teníamos que irnos muy lejos para que no se escucharan siempre los mismos. Ese fue el primer año, para probar. La parte instrumental siempre fue la más débil, bien porque no había mujeres que los tocaran o bien porque sí las hubiese pero simplemente no estaban con nosotras. Pero con lo que teníamos, siempre tirábamos para adelante. Y en cuanto al tema de la música, sí es verdad que marcó un poco. Hubo gente a la que no le gustó mucho, pero sí es verdad que siempre respetamos lo tradicional, aunque añadíamos alguna novedad. Esto no era nada nuevo, porque, por ejemplo, [la Rondalla Lo Divino de San Francisco] con «La huella» ya lo había hecho. Sí es cierto que quizás el foco estuvo al principio puesto en nosotras al ser el primer grupo de mujeres, pero, bueno, hay opiniones para todos. De hecho, yo creo que estas obras han pasado a ser parte de la historia y que se han convertido en piezas ya tradicionales. Ya te digo, nosotras seguimos adelante con mucha ilusión, ya que nunca pensamos en grabar ni en nada. De hecho, comentamos de grabarnos, mas que fuera para oírnos y tener un recuerdo de que hubo un grupo de mujeres que cantaban, y siempre pensando que en un momento podríamos desaparecer como conjunto. Pero ocurrió lo contrario, ya que nos animó el primer disco y ya para el segundo nos llamaron del Centro de la Cultura Popular Canaria y Benito Cabrera vino y nos escuchó. No pasó un mes y ya estábamos grabando. ¿Puede haber fallitos? Pues sí, pero yo creo que nadie graba un disco (dos, tres y casi cuatro; el penúltimo fue con la Rondalla lo Divino de Santo Domingo), si no estoy equivocada, en un fin de semana. Yo recuerdo a Mila con unas ojeras que le llegaban hasta abajo; yo, más de lo mismo, y mi hermano José Eduardo, que estaba de productor y que ha sido una persona a la que tengo que nombrar porque nos apoyó bastante y estuvo ahí para cualquier duda que tuviéramos. La verdad es que fue una odisea, pero la gente que ha grabado y que está ahí, tiene, entiende. Mejor no pudo salir.
VHC. Loli, ¿cuál crees que ha sido la aportación de Las Divinas, por un lado, al conjunto de la cultura de la Navidad de Santa Cruz La Palma y, por otro, cuál crees que ha sido su contribución al ámbito socio-cultural de La Palma en general?
CDMC. Pues, mira, pienso que ha abierto puertas a mujeres también, porque después surgieron otras Divinas, como en Los Sauces, las Niñas de Calcinas…, y todas son Divinas porque todas llevan el mismo nombre. No es que nosotras nos pusiéramos el nombre «Las Divinas» por ser divinas en el sentido de ‘Muy excelente, extraordinariamente primoroso’ (según del Diccionario de la Real Academia), sino que este denominación se refiere a que viene de «lo divino». Entonces, en la calle, popularmente, nos lo pusieron o nos decían: «¡Ahí vienen Las Divinas!» o «¡Esta noche cantan Las Divinas!». Y surgió así. No pertenecíamos a ninguna parroquia (no por nada, ya que en alguna misa cantamos cuando contaron con nosotras) porque ya todas contaban con sus grupos. Y nosotras teníamos también que depender… pues de gente con trabajos, niños, horarios, madres, padres… que a lo mejor teníamos que cuidar, etc. No fue fácil, en ese momento. Aunque ahora los hombres —gracias a Dios— se incorporan más a todo este tema, en aquel momento fue muy difícil el camino. Pero ahí estábamos. También era nuestra vía de escape (por lo menos para mí).
María Milagros Martín Álvarez. Loli, una cosa importante: Nosotras, ya cuando había un grupo más sólido, con unas voces preciosas, nos picábamos un poquito con los chicos cuando nos encontrábamos en el atrio del Ayuntamiento. No es por nada, pero nosotras buscábamos lo mejor de nuestro repertorio. Siempre la gente nos pedía «El arbolito», que se convirtió prácticamente en el himno nuestro.
CDMC. Pero sí es verdad que nos reuníamos, hacíamos nuestros arreglos. Yo hice alguna composición, pero siempre ayudada y apoyada por las chicas.
MMMA. Di que no. Eso es mentira, que eso lo hacía Loli sola.
VHC. Una pregunta: de la parte así local, digamos «de repertorio de aquí», de La Palma, de la creación nueva aportada por ustedes, ¿cuál es la pieza más emblemática de alguna manera compuesta por ti o por otra compañera del grupo que esté a la altura de cualquier villancico o a la que tú le tengas especial cariño o lo que tú quieras decir de esa obra?
CDMC. Pues, mira, aunque me llames «pelota», por mi hermano, él compuso un villancico para nosotras especialmente. Y después nombro otro que otra persona también hizo para nosotras y que fue precioso; fue «Siguiendo la estrella», que de hecho le pusimos ese título al segundo disco por toda la vinculación que tuvo con nosotras, y es un villancico que puede ser muy tradicional de aquí y no muy diferente de lo que se canta. No sé si Mila está de acuerdo conmigo.
MMMÁ: Sí, sí es verdad.
CDMC. Y después surgió otro más adelante, que es «Estrellas de Tenerra», el cual es muy palmero y que fue compuesto por Álvaro Velázquez, y fue un villancico también exclusivo para nosotras y cuyos arreglos hizo Chabela Barberis, quien también, alguna vez, colaboró con nosotras. Y, bueno, por nombrarte algo, porque son hechos aquí en La Palma y para nosotras. Y luego, más adelante, yo escribí una especie de himno, aunque «El arbolito» siguiera ahí. La hice navideña, es «Las Divinas van cantando», y preparamos una especie de pasacalle. Después hice unos arreglos, pero en letra, porque la música ya estaba ahí, que es canaria, que es el «Arrorró de Navidad». Y luego, la última composición fue una nana que yo había escrito para mis hijos y nos faltaban como unos minutos para completar un disco. Entonces se me ocurrió coger y tirar de ahí poniendo al final unos lápices de Navidad para que fuera navideño y en vez de poner «Duerman, mis niños», reescribí «Duerme, mi niño». Lo que sí te puedo decir es que Las Divinas tuvimos, como los matrimonios —dicen que al principio, aunque a mí me fue bien—, sí que es verdad, unos cambios y opinábamos cosas diferentes. No te lo voy a poner todo de color rosa. Pero sí que es verdad —y te lo digo con todo el cariño del mundo— que llegamos a ser amigas y una gran familia. De las que están en la actualidad, la más veterana es María Nieves Brito Pérez, que ha continuado en el grupo. Cuando dejé la dirección, siguió el testigo María José Martín Brito y en la actualidad dirige Las Divinas Alba Pérez Lorenzo.
VHC. Loli, ¿crees que existe igualdad de género en la música (según tu experiencia) por lo menos en el ámbito de La Palma? ¿Crees que la mujer tiene el mismo derecho y oportunidades de aprender o de interpretar que un hombre?
CDMC. Claro que sí. Además, de hecho, a veces valoran lo de fuera y no lo de dentro. Aquí hay tanto hombres como mujeres y gente muy joven que cantan que es una maravilla. De cualquier lado o de la propia calle Real te sale un pintor, un poeta, un cantante o un buen músico. Yo lo pienso y siempre lo he visto así. Aquí hay una cultura que se desconoce un poco, aunque ahora ya se está descubriendo más. Pero tenemos que apoyar y darle más a toda esta gente. Y en cuanto a las mujeres, por supuesto que sí.
VHC. ¿Y en el ámbito un poco más directivo…? Por ejemplo, aparte de lo de los colegios (que de alguna manera, puesto que eras madre de los niños, entrecomillas como que pasó más desapercibido), tú, cuando fuiste directora del grupo Tuhoco (que ya eras una mujer hecha y derecha por así decirlo y como más individualizada y diferente a tu padre, aunque estuviera él por ahí danzando), ¿tuviste algún inconveniente o piensas que a alguien le pudo no gustar el hecho de que hubiese una mujer al frente? Porque posiblemente seas la primera mujer en ocupar un cargo de este tipo.
CDMC. Por parte del grupo, para nada. Lo único que sí es verdad es que tengo que reconocer que era un poquito exigente. No es que le exigiera a los demás, sino que yo… es que me exijo demasiado, porque soy una persona así y me gusta hacer las cosas bien. Yo, como te dije antes, soy artesana: pues me tenía que esforzar más para transmitir y podía ser un poco «pesadita». Pero sin las exigencias y sin la disciplina, no podemos llegar a conseguir las cosas. Era muy exigente con la puntualidad porque quería aprovechar los ensayos y mucha gente hacía un sacrificio muy grande, incluso viniendo de Los Llanos o de Los Sauces, para ensayar porque quería ser parte de Las Divinas. La verdad es que sí, era muy recta y disciplinada con los horarios ya que date cuenta de que yo, muchas veces, me llevaba a mis niños conmigo. En los ensayos que cambiábamos para los viernes, se me quedaban dormiditos allí, en las sillitas del Chipi-Chipi (cuando ensayábamos con Tuhoco), y, muchas veces, la gente que nos acompañaba por allí me los cogía en brazos. Así que todo fue un poco así. Como cuando estaba en el colegio, que me cogió embarazada de Jorge y me puse de parto en pleno festival. Pero yo dije: «Tengo que aguantar». No le dije nada a nadie y aguanté y ya luego, pues vino mi niño.
VHC. ¿Tú crees que los hombres también llevaban a sus ensayos a sus niños chicos? ¿Crees que no puede ser una diferencia?
CDMC. Pues la verdad es que no lo sé porque no estoy en ningún grupo de hombres ni estoy vinculada. Hasta donde yo sé, no, pero es posible que haya alguno. No quiero tampoco hablar de lo que desconozco.
VHC. A lo largo de que tú empezaste de niña hasta la actualidad, me gustaría que nos dijeras uno, dos o tres referentes de la música o alguien en quien te vieras reflejada en la isla de La Palma.
CDMC. Pues tengo que volver a mis padres, porque estuve muy presente, ya que yo también iba con ellos a sus ensayos y lo viví desde muy pequeñita, pues tendría unos cinco añitos; y también mi hermano Jose, que tenía dos años más. Es lo que vivimos. Mis referentes siempre han sido ellos, y mis tíos, que siempre estaban con las guitarras.
VHC. ¿Cómo se llamaban tus tíos?
CDMC. Pues mira, el que mejor tocaba y nos transmitió o nos metió en el cuerpo la tradicional música cubana (Matamoros y demás) —no sólo el folklore, sino lo que yo diría que es «la Cuba chiquita», porque tanto la música cubana como el son también nos gustaban; de hecho, mira todas las orquestas que hay o bandas de música cubana—, fue mi tío Antonio Castillo y otro era José Manuel Castillo. De ahí viene la rama. Por parte de mi padre también, pero la rama directa de la música viene por parte de los Castillo (mi madre y demás).
VHC. Loli, ¿qué tareas crees que tienes pendientes en el ámbito de la música todavía?
CDMC. Pues mira, yo la música la abandoné, como casi todo el mundo, por preocupaciones familiares, como podrían ser los padres. Yo también empecé a estar un poco más nerviosa: fíjate que con los niños pequeños no tanto, pero después sí, porque te van surgiendo cosas en tu vida a las que tienes que darle prioridad y fue así. Yo dije a los veinticinco años de estar al frente de Las Divinas: «Me retiro». Y así fue, aunque esto no quiere decir que me haya desvinculado por completo, ya que siempre he estado ahí para cuando me necesitasen y apoyarlas en todo lo que hiciera falta y quisieran. Las Divinas siguen ahí trabajando, son muy disciplinadas, dado que he podido estar en algún ensayo y, bueno, pues en ese tema ya lo dejé un poquito.
Mi última etapa será Padisbalta, que es una asociación a la que pertenece mi hija Paloma y ese es mi grupo ahora, que es un mundo completamente diferente, pero precioso. Hemos salido a la calle cantando en Navidades, hemos hecho festivales de inclusión, etc. También se han incorporado a cantar mi hijo Jorge, mis hermanos Juan y Jose y toda la familia, en realidad. Yo también he cantado. Se me hizo muy fuerte cantar un tema llamado «Tengo un hijo especial», siendo muy duro ese día, pero, al mismo tiempo, muy bonito. Ahí estaba acompañada de mis chicos, pero la verdad es que fue un poco fuerte para mí.
VHC. En el ámbito de la composición, Loli, ¿por qué lo dejaste? Yo creo que tienes pendiente componer alguna cosita más, desde mi punto de vista, y perdona que sea un impertinente.
CDMC. A mí me gusta escribir mucho. Suelo hacerlo para desahogar mi rumbo. Tengo cosas escritas, incluso tengo una hecha para mis padres, pero cuanto más la leo e intento ponerle música, más lloro. Entonces, la tengo apartada. Compuse para Tuhoco cuatro temas, que fueron «El Emigrante», «El Campesino», «Recuerdo Lustral» y «El Puerto de Tazacorte». Allí nos acogían muy bien siempre y querían que les hiciéramos un tema y, mira, al final surgió. No son grandes obras, pero, bueno, humildemente, hice lo que pude con mis pocas herramientas. Le pedí ayuda a mi hermano porque yo lo hacía un poco mentalmente (memorizaba la música que me gustaba, la grababa y luego la unía). Por esto te digo que soy un poco artesana. En aquel momento, no había estudios para grabar. Todo era a base de casete y demás. Ya luego le decía a mi hermano: «Aquí, ¿qué nota se puede poner? Hazme la partitura para yo poderla entregar y hacerla llegar a los demás». Como tiene que ser.
Leticia Martín Ramos. ¿Has echado de menos alguna referencia femenina en el mundo de la música en los libros de historia? Puesto que hoy en día los niños dicen: «Yo quiero ser Cristiano Ronaldo», ¿has tenido algún referente femenino?
CDMC. Mira, te podría nombrar a mucha gente, pero en aquel momento primero la veía en el cine y luego me compré todos sus discos. Y esa no era otra más que Marisol. Yo estaba enamorada de esa niña, que para mí sigue siendo esa niña, porque es la imagen que tengo. Como yo era pequeña y me gustaba cantar, pues para mí era mi referente.
LMR. Queda patente la figura de la mujer, la crianza, ya que muchas tuvieron que irse porque se dedicaron a criar a sus hijos.
MMMÁ. También hay que decir, Leticia, que en el momento de Las Divinas también tuvimos a una persona que nos aportó varios villancicos, que fue doña Rosario Gómez, la cual estuvo siempre muy pendiente de nosotras. Una cosa muy bonita que nos hizo fue unos villancicos, que nosotras pensábamos que eran venezolanos, pero no. Me lo corrigió Jerónimo Saavedra, y resultó que eran villancicos andaluces que emigraron a Venezuela y luego vinieron de allá para aquí. Y ella se enfadaba cuando viciábamos una nota porque ella ensayó muchísimo a los chicos Divinos. Claro, luego ella llegaba a su casa y decía: «¡Esa nota no es así!, Loli». Se preocupaba mucho por no viciar ni una sola nota. Es algo de lo que yo también me preocupo mucho ahora en el caso del Coro Infantil y Juvenil de la Escuela Insular de Música, y más si es algo muy conocido.
CDMC. Yo me pasé muchas tardes con ella en su casa desde que tenía sólo catorce años. Ella me llamaba porque era una persona que tocaba mucho, desinteresadamente, en bodas. Yo creo que le tocó a casi media Santa Cruz de La Palma y a gente de algún que otro pueblo. A veces me llamaba a mí y a Élida para ver si la acompañábamos a bodas. También recuerdo ayudarla a darle fuelle al órgano porque era de aire. Yo prefería estar con ella, porque siempre estaba cantando y sí, fue un referente para mí. Es una pionera que te hacía vibrar cuando tocaba y siempre nos apoyó en todo a pesar de ser de otra época y de tener algún pensamiento de esos tiempos. A veces nos decía: «Tengan cuidado, que esto es un mundo de hombres». La verdad es que era una gran mujer.
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