Juan Fernández González: cronista pictórico

Santiago Jorge

Santa Cruz de La Palma —

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Los cuadros de Juan Fernández los llevo en la retina desde mi infancia; la amistad que tenía mi padre con él suponía tener mi casa llena de sus cuadros, calderas coloristas, rincones de Santa Cruz de La Palma, casas con almendros en flor, marinas, etc…  En más de una ocasión realicé algunas copias con la intención de aprender de su depurada técnica, mezcla de colores, pinceladas precisas y limpias y toques de espátula en las rocas. Faltaría a la verdad si digo que no aprendí de esta actividad, en realidad aprendí muchísimo y sobre todo fue un valioso referente para mi futura trayectoria como pintor.

Un día de verano acompaño a mi padre a la casa y estudio de Juan Fernández, es un recuerdo que recurrentemente a veces me viene a la memoria sin yo buscarlo. El olor de los óleos, los colores mezclados en una inmensa paleta saturada de pinturas, los formatos grandes de sus cuadros a medio empezar y sobre todo la magia que se respiraba en el estudio impregnado de luz, que iluminaba una inmensa Caldera de Taburiente en sus primeras manchas, y que me hacía temblar por la potencia de los colores. Es una vivencia que siempre llevaré conmigo y a la que regreso de vez en cuando en momentos de bloqueo creativo ya que me reconforta.

Juan Fernández González era un artista sereno al que le brotaba la amabilidad por los cuatro costados, de mirada tímida y voz tenue. Su gran escuela fue la naturaleza de su entorno, no podía estar ajeno a la exuberancia de la Caldera a la que tantas horas de trabajo y disfrute le dedicó, la pintaba como un paraíso impregnado de miles de tonalidades mágicas y luces cambiantes. Cuando trabajaba este tema en gran formato daba la sensación de que se introducía en el cuadro y paseaba por sus rincones recopilando detalles. Sus cuadros siempre aportaban una serenidad y un estímulo al mismo tiempo que te hacen sentir bien.

Las casas con los almendros en flor, las marinas, los rincones a capricho que elegía eran su forma de enseñarnos a mirar el entorno; recordándonos que estamos rodeados de belleza que a veces no vemos por mirar a ninguna parte. Juan seguramente creó con su obra un mundo paralelo lleno de belleza, armonía y fantasía en la que perderse. Si algún día ves un cuadro de este sutil pintor, respira profundamente y déjate llevar.

Su academia siempre fue la propia naturaleza

Juan Fernández González fue nombrado Hijo Adoptivo de El Paso en 1998. Pintor autodidacta, su academia siempre fue la propia naturaleza, donde estudió la perspectiva, la composición y el color a través de los paisajes que le ofrecía El Paso y sobre todo la Caldera de Taburiente. Gran parte del legado de su obra se encuentra en la isla de La Palma, pero también repartida por los cinco continentes y sobre todo por América. Juan Fernández fue un enamorado de los paisajes de su tierra, de su belleza y en el fondo de sus gentes con quienes compartió su vida. Las casas campestres y tuneras llenas de colorido, dieron a conocer lo que es la imagen de este pueblo. Muchos lo han definido como cronista pictórico del acontecer de El Paso, ya que en sus obras a través del tiempo se observaban los cambios que han tenido lugar en la ciudad.