María compra en un comercio local en el municipio de Los Llanos. Allí se escucha retumbar el volcán desde el pasado 19 de septiembre. Las carreteras, las mesas de los bares, los tejados y las aceras están llenas de ceniza. Hace tres semanas que muchos de los vecinos no pueden dormir. María conversa con la cajera del supermercado y le cuenta que la noche anterior a la erupción fue la última en la que pudo conciliar el sueño, y lo hizo a ratos. Los seísmos y los sonidos del volcán sin nombre le impiden descansar y el paso de los días han convertido esa incertidumbre en rutina.
Desde mediados de septiembre las llamadas al Teléfono de la Esperanza (928/922 33 40 50) han aumentado cerca de un 20% durante la erupción del volcán. Así lo confirma el director técnico de la empresa en Canarias, el psicólogo especialista en psicología clínica José Cabrera Pérez. Esta plataforma actúa de soporte para las personas que en momentos de crisis vital necesitan un apoyo externo, gratuito y anónimo.
Dácil fue desalojada el día que el volcán erupcionó, tras poner a salvo a sus hijos, enganchó la caravana a su coche y salió corriendo del barrio de Las Manchas hacia el centro de Los Llanos. Asentada junto a su familia en una caravana confiesa que los tres primeros días fuera de casa se los pasó llorando, ahora ya no cuenta el paso del tiempo.
Primero la vida, luego la salud mental
La teoría psicológica del estadounidense Abraham Maslow explica el comportamiento de los seres humanos y sus motivaciones, también muchas de las circunstancias que en este momento viven los vecinos y vecinas palmeros. En ellas, alimentarse, respirar o descansar son algunos de los principios básicos a partir de los que se rigen todos los demás. Esto mismo defiende Cabrera, quien apunta que una vez cubiertas las necesidades básicas como la comida y el descanso, las familias tratan de solventar otras preocupaciones como la vuelta al colegio o al trabajo. La crisis volcánica, un fenómeno prolongado en el tiempo, se convierte en un handicap para quienes lo han perdido todo, y la salud mental se resiente ante el agotamiento de los damnificados.
En estos veinte días, la lava ha destruido cerca de 800 viviendas, según datos del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca). Esta cifra crece según los resultados que ofrece el sistema de observación terrestre europeo Copernicus que data en un millar las edificaciones afectadas. Con ellas, en torno a 1.000 familias han perdido más que un bien material, han perdido el vínculo emocional que habían creado con un espacio determinado. “Es muy duro no volver a un espacio que te vio vivir”, reflexiona el psicólogo clínico que atiende junto a su equipo las llamadas al otro lado del teléfono. Desde su perspectiva, esta crisis iniciada con el volcán no se acabará cuando deje de rugir, sino que tendrá repercusión a medio y largo plazo en la salud mental de los afectados directos por la emergencia.
Aprender a pedir ayuda
Rodrigo visita a Cathaysa y a Roberto en su casa en El Paso. Allí, la pareja trata de recomponer su vida junto a sus dos hijos después de que les obligaran a desalojar la casa en la que vivían. Rodrigo comparte una casa familiar dividida en compartimentos con otras 24 personas, mientras Cathaysa y Roberto tratan de construir un baño y una cocina en una casa sin agua ni electricidad. Pese a que todos están en una mala situación, los tres piensan que hay personas en la isla que lo están pasando peor. “Mi mujer es la peor que lo lleva, pero es que no hemos tenido tiempo ni de pensar en acudir al psicólogo”, confiesa Rodrigo, que no puede contener las lágrimas.
Esta reacción es habitual en esta situación de emergencia, afirma la decana del Colegio Oficial de Psicología de Tenerife (COPT), Carmen Linares. “Pensar que hay personas que lo pasan peor es un fenómeno frecuente en catástrofes que afectan a muchas personas”, añade José Cabrera. En tres semanas, el COPT ha atendido a más de 300 personas de forma presencial y a otras 100 de manera telefónica.
Linares recuerda que hay puntos de atención psicológica mañana y tarde en el Hotel Teneguía Princess, en el que están ubicados los desalojados sin otras alternativas de habitabilidad. Además, el colegio ha puesto a disposición de los vecinos este servicio en “zonas conflictivas”, donde se recogen las donaciones de enseres y ropa en Los Llanos y El Paso. El aumento de movimientos sísmicos en Tazacorte ha llevado a abrir también un espacio en este municipio.
“A las personas que no están acostumbradas a pedir porque tenían una vida estable, con trabajo, su casa y su ropa, les cuesta inicialmente aceptar que precisan esa ayuda”, atestigua Linares. Por este motivo, es fundamental la presencia de estos profesionales en los espacios de recogida de donaciones.
Dácil viste a sus hijos con la ropa que recoge del Pabellón Camilo León, en él hizo su “primera compra” después de quedarse sin nada. A pesar de que se adapta a la rutina de vivir en caravana, sabe que su casa sigue en pie, aunque está enterrada por la ceniza. Esa esperanza le mantiene en vilo porque la aparición de nuevas lenguas podrían aislar su vivienda o destruirla.
Ayudar para calmar la ansiedad
Pedro* perdió su casa por la erupción, pero no quiere hablar de ello. Desde el pasado 19 de septiembre pasa el día rescatando a animales que han quedado atrapados en la zona cero. Allí, él y su equipo cargan en jaulas a los seres vivos que se encuentran a su paso, luego los trasladan a un centro en el que pueden reencontrarse con sus familias o encontrar un nuevo hogar. Como él, la presidenta de la protectora de animales Benewara, Esther Campos, también se ha refugiado en los animales después de ser desalojada de su vivienda. En este sentido, Carmen Linares alude a la necesidad de mantener la mente ocupada, gestionar el tiempo como una herramienta fundamental para muchos afectados para seguir adelante.
Durante el tiempo en que se prolonga la erupción, se dividen en dos los perfiles psicológicos habituales: las personas que pasan por un proceso de duelo y las que viven con la incertidumbre de perder su vivienda. Las fases de un proceso de duelo ante la pérdida son similares a las que se enfrentan con la muerte de un familiar o la pérdida de una relación. Así, esta situación anormal carga de estrés a los vecinos: “Es imposible tener control ante la erupción de un volcán”, reflexiona Linares.
“Para nosotros que la casa se quemara fue un descanso emocional”, confesó Esther el día que su casa quedó cubierta por la lava. Después de trece días de erupción, su vivienda, que estaba localizada en el Pampillo, desapareció. “La gente se queja de que el foco de la ansiedad no cese, de vivir en un estado de alerta constante”, explica Carmen Linares. El hecho de que la erupción se prolongue en el tiempo ocasiona un estrés añadido a la población.
Entre las secuelas más frecuentes detectadas por el Colegio Oficial de Psicología de Tenerife se encuentra la ansiedad y el estrés, que derivan en cambios en el estado de ánimo, dificultad para dormir o falta de apetito. Así, la mala calidad del aire en los últimos días, con altos niveles de dióxido de azufre, suman un “estresor” más a una situación extrema.
Hecho histórico, no espectáculo
Además, la psicóloga hace hincapié en los perfiles de otras personas que están más alejadas del foco mediático. Susana trabaja en el Mercado de Santa Cruz de La Palma, donde ha visto menguar las ventas de su fruta desde la erupción. En este recinto a 15 kilómetros de El Paso, el turismo ha dejado de llegar y los ingresos diarios han caído de los 600 a los 200 euros.
Susana ha decidido no ir a visitar el volcán, pero muchos de sus vecinos sí lo han hecho. Para Linares es importante no cargar de responsabilidad a quienes se sientan atraídos por “este hecho histórico”, pero prefiere que no se le añada la connotación positiva de “espectáculo”, por el daño material y emocional que ha causado a la población.
Eso sí: el Colegio Oficial de Psicología de Tenerife pide precaución a la población por la presencia de personas que ofrecen servicios de atención psicológica sin ser colegiados. “La asistencia psicológica la dan profesionales colegiados, da igual al colegio que pertenezcan, pero deben estar colegiados”, advierte la decana, Carmen Linares.