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En las entrañas del volcán que sepultó más de 300 inmuebles en La Palma

Natalia G. Vargas

El Paso —
23 de septiembre de 2021 09:07 h

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A la orilla del volcán de La Palma no hay más que silencio y ceniza. Una casa naranja resiste ''de milagro'' en primera línea de fuego y pasa desapercibida para la colada de lava, que ha sepultado a su paso más de 300 inmuebles desde que estalló el domingo. Más allá de los controles policiales, desde el origen de la catástrofe, se pueden ver algunas casas diseminadas vacías. En algunas de ellas todavía hay ropa tendida. Sus habitantes ahora forman parte de las 5.700 personas que han sido desalojadas y que a contrarreloj han tenido que salvar documentos, pertenencias y recuerdos. En el punto más alto del municipio de El Paso solo quedan algunas gallinas y árboles abrasados por el fuego. 

Desde Cabeza de Vaca también se ve el mar. El destino que el río persigue sin prisa y al que no se descarta, después de tres previsiones fallidas, que no llegue nunca. Tanto el presidente canario, Ángel Víctor Torres, como el director técnico del Pevolca (Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias), Miguel Ángel Moncuerde, señalaron que ''el aumento de la viscosidad y las hondonadas del terreno'' hacen que las lenguas avancen con lentitud, por lo que ''no hay seguridad sobre si llegará al Atlántico o no''. Si llegara, el choque entre la lava y el océano desataría una humareda blanca perjudicial para la salud, por todas las sustancias tóxicas que contiene. 

Moncuerde, que está a los mandos de la situación de emergencia que atraviesa la isla, insiste en que la seguridad de las personas es la cuestión que más preocupa al operativo. Los Llanos de Aridane y El Paso son los dos municipios más afectados hasta ahora, y no se prevén próximas evacuaciones al menos en las siguientes horas. En el plan, el Pevolca incluyó a otros municipios que podrían verse afectados, como Villa de Mazo, Fuencaliente y Tazacorte. Esta última zona es de las más próximas al mar y no se descarta que la lava pueda llegar a ella. ''De momento no ha llegado'', tranquiliza el experto.

Villa de Mazo, al otro lado de la cordillera, fue incluido en la estrategia de evacuación ''por sismicidad''. ''Un movimiento sísmico importante en esta zona podría tener también repercusión en la otra. Además, no sabíamos por dónde iba a salir el volcán, aunque por el enjambre sísmico que había inicialmente pensábamos que iba a salir en un sitio relativamente cercano al que ha salido. Por eso, 20 horas antes de la erupción estuvimos hablando con vecinos de Las Manchas y Jedey''.

Poco más de 20 minutos después de que empezara la visita organizada para los medios de comunicación, el viento se levantó y la nube de ceniza era cada vez más oscura : ''Hay que desalojar la zona ya''.

''Cada noche pienso que mi casa desaparece''

Al otro lado del cordón de Protección Civil y la Guardia Civil está Dévora. Todavía no ha podido volver a su casa. Gracias a imágenes de drones y de la televisión ha podido confirmar que su hogar sigue en pie. Otras veces sube con su familia a una colina que está frente al río de lava, para ver a lo lejos su vivienda de paredes azules del barrio El Paraíso. Pero la incertidumbre vuelve cada noche, cuando el volcán gana intensidad y se reproducen los terremotos. ''Por las noches, al escuchar los estruendos o que se abren nuevas bocas pienso que ya está, que ya mi casa desaparece. Es una ansiedad constante''.

Tanto ella como Marcelino, un vecino del barrio de La Laguna en Los Llanos de Aridane, rechazan la espectacularización del volcán. “Es un infierno. Esto no es bonito. No todos hemos sido desalojados, pero para todos sí es una tragedia”. Marcelino guarda en su habitación una mochila con tres mudas y documentos. Por el momento, solo ha tenido que dejar su casa una noche por el peligro de gases tóxico. Si bien, vive en una zona incluida en el plan de evacuación. Tiene amigos que sí han perdido la casa que han mantenido hasta en cuatro generaciones: “Me dicen que se acabó su vida, se acabó su familia. ¿Qué le dice uno a un amigo? Solo puedo llorar con él”.

Mientras tanto, pasa la tarde en el pabellón de Los Llanos de Aridane separando ropa y comida para distribuirlas entre las familias que se han quedado sin casas y fincas. En las islas y en otras comunidades autónomas se ha desatado una ola de solidaridad con la población palmera. “Lo bueno de vivir en un sitio tan pequeño es que siempre nos ayudamos entre todos”, cuenta Nayra, psicóloga nacida en la isla bonita. 

Pasarán años hasta que el suelo golpeado por la erupción vuelva a ser utilizable. El terreno será inútil hasta que no se solidifique, al estar cubierto ahora por lava de más de 1.100 grados. Para Dévora, no es buena idea reconstruir viviendas en el mismo lugar del que ahora escapan las familias: “Sería un golpe psicológico muy fuerte”. 

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