Un equipo para salvar a perros, gatos y otros animales de morir bajo la lava

Raúl Rejón

El Paso (La Palma) —
22 de septiembre de 2021 22:02 h

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El volcán en erupción de La Palma atrona. La lava mana y emprende su camino. Los vecinos cercanos salen despavoridos con casi nada encima. Muchos se llevan consigo a su perro, su gato o sus gallinas. Algunos no. Los evacuados y los rescatados están hallando un santuario momentáneo en el refugio animal improvisado de El Paso.

“La respuesta de la isla con los animales está siendo ejemplar”, dice Nayara, trabajadora del centro para la fauna. “La verdad es que se ha movilizado muchísima gente. Nos han escrito mucho para acoger. De hecho, gatos ya no queda ninguno en las instalaciones, todos han salido ya”, cuenta. Allí están viviendo sobre todo perros, pero también hay alguna cabra, loros, canarios y un hurón.

En el refugio no paran de entrar y salir vehículos con material donado por los vecinos o para ir a buscar algún animal. “La gente ha tenido que dejar su casa y es súper doloroso. Y muchos con muchísima prisa, yo sé que es complicado, pero muchos han dejado atrás a los animales. Comprendo la situación, pero pido que intenten llevárselos, o al menos dejar las puertas abiertas, liberarlos”, reflexiona la encargada.

“Hemos tenido que hacer muchas intervenciones con la Guardia Civil y la Policía Nacional. Hemos tenido que entrar en fincas a recoger algún perro”, relata. Y, añade que en una ocasión estas operaciones implicaron cierto riesgo para las vidas de las personas, por ejemplo en “una finca con más de 50 gallinas adonde iba a llegarle ya la lava”. “Siempre es más fácil dejar una puerta abierta en el momento en el que vas a ser evacuado a que lo hagamos nosotros cuando ya tenemos el volcán encima”.

Además, el ganado de cabras u ovejas de las explotaciones afectadas por la lava también ha encontrado acomodo en fincas alejadas de las coladas de magma. “Ha habido bastante solidaridad entre ganaderos”, opina Nayara. “La cabaña ganadera ha podido ponerse a salvo”, confirman en la Asociación Palmera de Agricultores y Ganaderos.

El refugio de El Paso es una instalación improvisada: un espacio donde acoger el menor tiempo posible. La primera noche de la erupción, el 19 de septiembre, llegaron 66 animales. Dos días después contaban 44. “Son los compañeros tanto de las familias que han sido evacuadas y que no han podido llevárselas donde se estén quedando ahora como los que salimos a rescatar porque nos avisan que los han visto, más los que detectamos en zonas peligrosas cuando vamos a esos avisos”, detalla Nayara.

Nada más explotar las primeras fisuras del volcán, surgieron ofertas de refugios para los animales para que no quedaran indefensos por la huida acelerada de los humanos. En Breña Alta, la Casa Amarilla de Dacyl y María “ha recibido ya gallinas y las que nos quedan”, cuentan. En Garafía, en la zona más al norte de la isla, Cecilia Hernández, de la asociación Maragote, ha abierto su finca, aunque “afortunadamente, todavía no ha hecho falta trasladar ningún animal hasta aquí”.

Nayara interrumpe la conversación cada vez que uno de los perros se pone nervioso. “Es normal, con lo que han vivido...”, explica. En el recinto abierto resuenan repetidamente los ladridos, pero ella no parece perder la paciencia. Detiene las frases y marcha a tranquilizar al siguiente. “Por eso insistimos en que sea muy temporal, hasta que las familias se asienten. O, si no, queremos encontrarles un destino diferente si nos dicen que no pueden volver a tenerlos. Cuanto menos tiempo estén aquí mejor para ellos: casi cualquier sitio es mejor que quedarse aquí”.

“Está muy bien cuidado”

Un perro de raza labrador comienza a saltar y atizar el rabo. Por la puerta del solar aparece una pareja de chico y chica. El perro se lanza hacia ella. Es Claudia, la dueña. “Se llama Axel y lleva dos días aquí”, explica. Vive en Todoque, uno de los núcleos urbanos por donde, finalmente, ha pasado el manto de lava. “No podemos tenerlo donde nos estamos quedando ahora así que vengo todos los días a verlo y pasearlo”. También acarrea un saco de comida para Axel. “Lo veo muy bien cuidado, hasta más gordito”, cuenta. Y sale a caminar un rato con su compañero.

“Los gatos y los perros pequeños son más fáciles a la hora de encontrar una casa de acogida temporal”, explican en el refugio. Los grandes, como Axel, se resisten más. “Y también los pequeños que vivían juntos porque no queremos separarlos”, incide Nayara. “Ya de por sí es una situación bastante estresante como para separarlos de sus hermanos o sus amigos y nos cuesta más encontrar casas para ellos. Es lo que más necesitamos”, insiste.

Las evacuaciones, de momento, se han detenido. Las últimas fueron en la población de Todoque y el barrio de Tacande en El Paso. Es lo que esperaban en el albergue para que se estabilice la situación y puedan ir liberando espacio. Andan apurados, pero aseguran que se las van arreglar. “Estaremos todo lo que haga falta”.

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