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Espacio de opinión de La Palma Ahora

La arquitectura religiosa como elemento de aculturación en la Isla de La Palma

Miguel A. Martín González

Una exploración sistemática por numerosas iglesias y ermitas de Canarias, así como la búsqueda de documentación escrita nos condujo a revelar, por el momento, una decena de santuarios cristianos que muestran claros indicios de asiento indígena. Esto nos motivó a elaborar un ensayo que publicamos en la revista Iruene (2017) y del que vamos a extraer, a continuación, un esbozo para el caso de la Isla de La Palma.

Una vez concluido el episodio de conquista y colonización (siglos XV-XVI), el proceso de cristianización fue relativamente rápido debido a una brutal aculturación y un plácido sincretismo. Algunas celebraciones y ciertos lugares debieron sufrir un proceso de adaptación y conversión a la ideología cristiana transformando enclaves indígenas en ermitas y cultos cósmicos en ritos católicos, señalando el final para unos y el principio para otros. Los recién llegados imponen los nuevos preceptos que consiguen utilizando elementos iconográficos como pequeñas tallas de vírgenes con niño (La Virgen de Las Nieves) o santos cuya onomástica se superpone a las celebraciones de los indígenas (San Blas y San Juan de Belmaco en Villa de Mazo). De este modo, se logra sincronizar las creencias y las emociones de los dos ámbitos religiosos en una sola epístola. No es nada improvisado, se trata de seguir los preceptos evangélicos.

Las legendarias historias sobre apariciones de imágenes marianas es un fenómeno bastante extendido en el Archipiélago Canario. Estas “apariciones” fueron la principal estrategia, el instrumento y el argumento cardinal para la evangelización de los indígenas canarios, al adaptar espacios de singular tradición religiosa ancestral a las nuevas disposiciones del culto cristiano, cambiando así la simbolización que tenía asociada  como sucedió con la Virgen del Pino en El Paso.

Un detalle trascendental a reseñar es que estas primeras imágenes de vírgenes sostienen un niño, clara identificación con el arquetipo femenino maternal, la asociación de la mujer con el poder sobre la vida y la muerte, con la creación y la fertilidad. De este modo, se le re-presenta e identifica con lo sobrenatural. La madre es, indudablemente, la figura más poliédrica en el mundo de las creencias, la portadora de vida, la fuerza estabilizadora, centro del universo en la cosmovisión de los antiguos canarios. Esto lo percibieron aquellos primeros misioneros que transitaron por cada una de las islas dejando imágenes de vírgenes con niño en sus costas con el objetivo de que las creencias en diosas o espíritus madres y las celebraciones estelares fueran desplazadas por el culto a la Virgen María. Por eso, las imágenes matriarcales de la Virgen y el Niño trataban de captar rápidamente los sentidos y llegar hasta el alma indígena al vincularse directamente con el universal instinto maternal.

Al final, llegamos a un proceso de síntesis, no sustitutivo colectivamente, entre las aportaciones cristianas y las tradiciones nativas canarias donde su matriz cultural perduró camuflada dentro del sistema católico. Algunos enclaves indígenas fueron reemplazados y modificados con ermitas para dar continuidad al culto bajo diversas advocaciones cuyo nombre es el resultado de la evolución etimológica de meras disposiciones destacadas, entre otros, por algún elemento natural como sucede con el fitotopónimo de “El Pino”. Los nuevos rituales dieron forma a desemejantes significaciones, aunque respetando las equivalencias culturales como sucedió con la paridad entre la estrella Canopo y la Virgen del Pino.

Las nuevas edificaciones o templos sagrados se construyeron según un plan previamente diseñado y medidas adaptadas a la importancia del lugar, al principio todos muy sencillos y modestos (en la literatura antigua se señala la humildad de las estancias sagradas) y luego ampliadas, acomodadas a la exigencia del progresivo aumento de la población y del fervor popular, algunos de carácter insular como es el caso del Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves (S/C de La Palma).

¿Por qué se construyó el templo matriz tan alejado de la población en una pequeña degollada en la base del Morro de Las Nieves y entre dos grandes barrancos? No sabemos con seguridad quien trajo la talla de la imagen de la Virgen de Las Nieves, ni el momento exacto de la llegada a la costa occidental de la isla de La Palma, concretamente a las playas de Maldonado (Santa Cruz de La Palma), ni cómo fue el encuentro por parte de los naturales que la recogieron y trasladaron al poblado troglodita ubicado en el margen izquierdo del Barranco del Río, en el Morro de Las Nieves, conformado por unas 15 cuevas con capacidad para ser habitadas.

Los cimientos y las primeras piedras de las paredes comenzaron a levantarse en los primeros años del siglo XVI, luego ampliado en 1525 y sustituido por el actual en 1646. El lugar ya era sagrado para los awara (antiguos moradores de la Isla), confirmado por la existencia de dos estaciones de grabados rupestres y tres de canales y cazoletas sobre la parte superior del Morro de Las Nieves y en ambos extremos orientados al naciente y al poniente.

Se crea así un nuevo paradigma diferente a toda realidad cotidiana sobre lugares apropiados por la fuerza en nombre de Jesucristo. “…las cosas viejas han pasado; he aquí que todas se han hecho nuevas” (II Corintios, 17) recreadas por los templos, la cruz, las imágenes de vírgenes. Con el éxito del catolicismo, el Sol, la Luna y las estrellas pierden la condición de deidades. Adquirieron, eso sí, una dilatada serie de interpretaciones acorde a la teología cristiana, especialmente a la hora de concebir el templo como una representación de la ciudad celeste, la abertura hacia lo alto, el lugar de comunicación directa con Dios.

Otro caso llamativo es la supuesta aparición mariana en el Pino de la Virgen (El Paso), a 900 m s n m  (metros sobre el nivel del mar), allí donde arranca la empinada cuesta o reventón que comunica las dos vertientes de la Isla, el Valle de Aridane y la ciudad de Santa Cruz de La Palma. Las primeras referencias a la Virgen del Pino de El Paso se remontan a la llegada de los conquistadores europeos en 1492-1493. Lo extraño es que no se construyera ninguna ermita, tan solo se erigió una modesta y pequeña hornacina para guarecer la talla mariana, siendo visitada por los caminantes que cruzaban la cumbre.

La pregunta obligatoria es ¿por qué se eligió ese lugar tan apartado? ¿Sería otro espacio sagrado para los aborígenes? Nos encontramos con un argumento análogo al de la Virgen del Pino de Teror en Gran Canaria que presenta un sentido cosmológico muy preciso al coincidir o participar con el cosmos. Podemos afirmar que el pino simboliza el cosmos, pues en un espacio tan concreto y preciso, en aquellos tiempos se podía apreciar el orto de la estrella Canopo, en la alborada del 8 de septiembre, en la zona de La Palmita en Cumbre Nueva. No puede ser una coincidencia sino una concordancia planificada. La reina del Cielo o la Madre de Dios indígena (Canopo) era la misma reina del Cielo o la Madre de Dios cristiana (la Virgen).

Los cultos a la Candelaria estaban muy extendidos por todo el Archipiélago Canario. En La Palma encontramos algunos casos; en concreto, nos vamos a detener en la ermita de Nuestra Señora de Candelaria de Mirca, construida en 1626. La principal talla venerada es una imagen de la Virgen de Candelaria, cuyo día de celebración era el 2 de febrero. Esta construcción es otra de las minoritarias que tienen una orientación poco habitual N-S. El templo de Nuestra Señora de Candelaria de Mirca se orienta hacia el poniente, al lugar exacto por donde se oculta la estrella Canopo sobre el horizonte montañoso de Villa de Mazo, concretamente sobre el Roque Niquiomo, una referencia topográfica muy destacada ¿Es tan sólo una imprevisión o estamos ante otro episodio de aculturación religiosa entre un ídolo pagano -la estrella Canopo- y su paralelismo en una imagen católica de la Virgen de Candelaria? Ya sabemos que en la tradición de la orientación de los templos, nada es casual, subyace un vínculo cósmico idealizado. 

Nos trasladamos ahora a otros dos templos con una orientación desviada de la norma habitual. El primero es el templo de San Blas (Villa de Mazo), una de las primeras iglesias construida en la Isla. Llama la atención que tenga una disposición N-S, concretamente los pies a 162-163º de acimut ¿Sería un descuido, una necesidad de adaptación al terreno, de cimentación o arquitectónica? Su posición no puede ser arbitraria; entonces ¿a qué se debe? Debía tener un inteligente significado cósmico puesto que era la forma de vincular el templo con un astro o con los ciclos temporales que se establecía el día de su fundación como es el caso de la onomástica del santo de su devoción. La onomástica de San Blas se celebra el 3 de febrero, un día después de la Candelaria. De manera interesada se dispone hacia el Morro Mojino, lugar preciso por donde asomaba, sobre la antigua degollada, la reverenciada estrella Canopo en su orto helíaco -al oscurecer- a principios de febrero.

Para ahondar si cabe más y potenciar esta hipótesis de asiento cosmológico, en 1500 la anaranjada estrella Aldebaran (conocida por nuestros abuelos como el Pastor), la más brillante de la constelación de Tauro, causalmente se ocultaba justo por encima de la destacada Montaña de Las Toscas, durante el crepúsculo, sobre el 13 de abril, coincidiendo con el ocaso helíaco de Canopo. Son ya demasiadas coincidencias.

Por último y sin salir del término municipal de Villa de Mazo, nos desplazamos a la ermita de San Juan de Belmaco, localizada a tan sólo unos 280 m de distancia del emblemático conjunto cavernícola y de arte rupestre de la afamada cueva de Belmaco y a unos 480 m de trayecto con respecto al imponente yacimiento rupestre de El Corazón, en Malpaíses, con más de 30 petroglifos, canales y cazoletas, dado a conocer en la revista Iruene nº 2 (2010).

Sobre el margen izquierdo del barranco de Belmaco, a 338 m s n m, en el sitio conocido como Lomo Oscuro (Malpaíses), el clérigo Presbítero Don Juan Fernández Yanes fundó la Capellanía y Ermita de San Juan de Belmaco bendecida en 1709. Fue conocida su devoción personal a San Juan Bautista pero la propia orientación de la ermita esconde un misterioso culto estelar ancestral. Volvemos a insistir en la lógica cristiana de las orientaciones de las iglesias hacia el Este. Era factible, por lo tanto, alinear la ermita hacia el Oriente y, sin embargo, se dispone en dirección S-SE, mirando hacia el barranco, justo hacia el lugar por donde se ocultaba en los siglos XVII y XVIII, sobre el margen derecho del barranco de Belmaco, la constelación de la Cruz del Sur, no en cualquier día del año, sino durante el crepúsculo del 24 de junio, el día de San Juan.

No somos amante de las casualidades. Juan Fernández Yanes quiso sincronizar en el tiempo el ocaso de La Cruz del Sur y el día de San Juan. Por eso eligió ese lugar en concreto y orientó la ermita hacia la constelación. Es un caso único en la iglesia católica canaria, pero no original en la Isla puesto que muchos siglos antes los awara habían orientado diversos lugares sagrados con la misma constelación de la Cruz del Sur en simultaneidad con el Sol del verano. Pongamos por caso, entre otros, las puntas del Moro, del Cazón y de Las Bogas -en la costa de Villa de Mazo- donde se concentran más de un centenar de cazoletas de mar, desde donde se puede observar como la Cruz del Sur se ocultaba por la Montaña del Azufre en la alborada del 21 de junio (solsticio de verano). Esta tradición cosmológica se recoge en el Libro de Job 9:9 donde se hace una clara alusión a la Cruz del Sur: “Él ha creado la Osa y Orión, las Pléyades y la constelación del Sur”.

La nueva ideología cristiana extirpó creencias y ritos ancestrales, destruyó y, a la vez, aprovechó muchos lugares sagrados para superponer templos, sustituyendo las divinidades indígenas por cruces, santos, cristos, vírgenes… 

Más información en la revista Iruene nº 9 (2017)

Miguel A. Martín González (historiador, profesor, fundador y director de la revista Iruene)

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