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El cultivo de la libertad

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Estaba yo echando una pesca en un veril y como no comía nada, me quedé mirando para un charco apestoso lleno de basura que tenía al lado. Aquella visión evocó un sentimiento y el sentimiento un pensamiento. Spinoza, allá por el mil seiscientos setenta y pico, escribía: “Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan”.

F. Nietzsche, durante la segunda mitad del S.XIX, afirmaba: “Deben todavía reconocerse como inútiles no pocas traspuertas que las «cabezas filosóficas» [...] se han reservado: ninguna lleva al aire libre, al aire de la libre voluntad; todas las que hasta ahora se han abierto mostraban una y ora vez tras ellas la destellante pared broncínea del fatum: estamos en prisión, sólo podemos soñarnos, no hacernos libres”.

H. Marcuse, en los años sesenta del siglo pasado: “Esta represión [de la sociedad industrial capitalista avanzada], tan diferente de la que caracterizó las etapas anteriores y menos desarrolladas de nuestra sociedad, funciona hoy no desde una posición de inmadurez natural y técnica, sino más bien desde una posición de fuerza [En nuestro habitat rural ultraperiférico se combinan ambas formas de represión: el caciquismo que presume de bruto y las políticas macroeconómicas. Se refiere a las segundas]. Las capacidades (intelectuales y materiales) de la sociedad contemporánea son inmensamente mayores que nunca; lo que significa que la amplitud de la dominación de la sociedad sobre el individuo es inmensamente mayor que nunca. Nuestra sociedad se caracteriza antes por la conquista de las fuerzas sociales centrífugas por la tecnología que por el terror, sobre la doble base de una abrumadora eficacia y un nivel de vida cada vez más alto. [El keynesianismo de posguerra permitía esa eficacia y alto nivel de vida. Hoy el terror es televisado y con la promesa de volver al ”Estado de bienestar“ ya es suficiente para aceptar la cacicada bruta.] [?]

La forma establecida de organizar la sociedad se mide enfrentándola a otras formas posibles, formas que se supone podrían ofrecer mejores oportunidades para aliviar la lucha del ser humano por la existencia [?] Pero en esta etapa, la sociedad industrial avanzada confronta la crítica con una situación que parece privarla de sus mismas bases. El progreso técnico, extendido hasta ser todo un sistema de dominación y coordinación, crea formas de vida (y de poder) que parecen reconciliar las fuerzas que se oponen al sistema y derrotar o refutar toda protesta en nombre de las perspectivas históricas de liberación del esfuerzo y la dominación. La sociedad contemporánea parece ser capaz de contener el cambio social [?]

Un interés absoluto en la preservación y el mejoramiento del statu quo institucional une a los antiguos antagonistas [burguesía y proletariado] en las zonas más avanzadas de la sociedad contemporánea. [?] Ante la ausencia de agentes y factores manifiestos del cambio social, la crítica regresa así a un alto nivel de abstracción. No hay ningún terreno en el que la teoría y la práctica, el pensamiento y la acción se encuentren. Incluso el análisis más empírico de las alternativas históricas aparece como una especulación irreal, y el compromiso con ellas un asunto de preferencia personal (o de grupo)“.

Es decir, de forma parecida a como, por ejemplo, Perestelo pretende convencernos de que la destrucción y privatización de nuestros recursos naturales es, sin embargo, ecologismo y reparto social de los recursos, la sociedad industrial capitalista ha convertido los valores de libertad y progreso social, que en su momento le permitieron liberarse del antiguo orden, en “preservación y mantenimiento del statu quo institucional”, después de que se ha realizado su perspectiva histórica. Los conceptos o categorías (“individuo”, “sociedad”, “clase”, “propiedad”,?) que sirvieron para describir las contradicciones del sistema pre-industrial y que encontraban su posibilidad de realización histórica en las fuerzas sociales excluidas, han sido integrados por el sistema actual perdiendo su connotación crítica y convirtiéndose en términos descriptivos, falaces u operacionales. Lo que convierte al análisis político en un entretenimiento de bar que no pretende, o no se cree capaz de transformar en nada la realidad socio-política actual.

La integración de la necesidad de cambio de forma de vida que experimenta, por ejemplo la juventud o las personas excluidas, en la demagogia política y sus acciones ineficaces, anula la crítica a las políticas positivas del sistema. Nos hace oscilar continuamente entre dos hipótesis contradictorias: 1) que la sociedad industrial avanzada impide la posibilidad de un cambio social cualitativo para el futuro; y 2) que, al mismo tiempo, existen en ella fuerzas y tendencias que pueden romper los impedimentos y hacerla estallar. Esa oscilación continua se traduce en parálisis social, en una sociedad que en lugar de ser protagonista activa de su devenir histórico, simplemente espera el cataclismo que rompa su incertidumbre; la llegada del mesías o la unión del pueblo.

Marcuse propone una “crítica a la totalidad” desde una perspectiva “exterior” para romper con esa capacidad de contención del cambio social. Para él ese totalitarismo tiene su clave en la tecnología, a la que no considera independiente de sus usos. Pero creo que esta es una concepción romántica estrecha del concepto que liga burdamente técnica a industrialismo.

Nietzsche hace esa crítica a la totalidad desde una perspectiva estética. Es decir, a pesar de que no podamos tener una comprensión absoluta de todas las causalidades que nos determinan (el broncíneo fatum; los hechos contundentes), si entendemos que las representaciones que hacemos del mundo ya determinan nuestra forma tanto de comprenderlo como de percibirlo sensorialmente, y que además prefiguramos arbitrariamente en ella tanto su origen como su destino final, podemos hacer una genealogía crítica de nuestras representaciones, percepciones y aspiraciones para tener un mayor dominio de ellas. Jacques Derrida habla de deconstrucción para el lenguaje y la literatura.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han cambiado la forma de percibir y comprender el mundo. La posibilidad de cambio recluida en las pantallas nos resulta suficiente. El audiovisual y las redes sociales virtuales no pretenden ser canal o metáfora de la “realidad”, sino sustituirla. El que la promesa de prosperidad humana del capitalismo resulte falsa no impide que dejemos de creer en ella, de vivir según su modelo. El mostrarse como único garante de esa prosperidad, mediante unos estereotipos y modelos de armonía creada por la industria cultural ?que excluye a otras perspectivas mediante el acoso persistente sobre nuestra percepción y por tanto dominando nuestra conciencia y, por analogía, nuestra acción-, resulta suficiente para canalizar, para asimilar el deseo de cambio de todo el mundo.

Hacer genealogía estética (medios y fines de la representación) crítica de la política, la cultura y la filosofía occidental proporciona la perspectiva necesaria para desvelar cómo nos atrapan las nuevas tecnologías de control social. Y según vamos conociendo las causalidades sociales que nos determinan dar pie a un activismo estético-político que re-presente alternativas históricas posibles a la barbarie actual mediante representaciones del mundo análogas a nuestras perspectivas de futuro. Ver por ejemplo, CADA (Colectivo de Acciones de Arte) (Raúl Zurita; Fernando Balcells; Diamela Eltit; Lotty Rosenfeld; Juan Castillo) / Chile, 1979 ? 1985.

Estaba yo echando una pesca en un veril y como no comía nada, me quedé mirando para un charco apestoso lleno de basura que tenía al lado. Aquella visión evocó un sentimiento y el sentimiento un pensamiento. Spinoza, allá por el mil seiscientos setenta y pico, escribía: “Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan”.

F. Nietzsche, durante la segunda mitad del S.XIX, afirmaba: “Deben todavía reconocerse como inútiles no pocas traspuertas que las «cabezas filosóficas» [...] se han reservado: ninguna lleva al aire libre, al aire de la libre voluntad; todas las que hasta ahora se han abierto mostraban una y ora vez tras ellas la destellante pared broncínea del fatum: estamos en prisión, sólo podemos soñarnos, no hacernos libres”.