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Enterrado en los ojos que un día besó (18)

Maguisa, con la pistola de Billy El Niño entre sus bragas fue la primera en entrar a La Carmencita. El segundo fue Mikel Norel. El tercero, pues no eran más, fue Constantine, que en Roma cambió sus botines negros charol, por blancos, charol también; pero que seguía, de una manera insaciable, fumando White Eagle; llevando la misma gabardina llena de hebillas; y el mismo sombrero. Aquellos botines blancos charol, - ¡no había quien no tuviera unos! -, se empezaron a llamar Constantines, tal como hoy se llaman Manolos a los zapatos diseñados por Blahnik.

Quien primero vio a Maguisa bajar por las escaleras fue Hiperión, desde su dimensión privilegiada, y desde la urna de cenizas en donde había quedado resumido su cuerpo. Hiperión, al sentir la presencia de Maguisa, se puso a cantar, con la música de una canción que estaba de moda en aquella época: Tres cosas hay en la vida, salud dinero y amor, y el que tenga estas tres cosas, que le dé gracias a Dios…, el siguiente estribillo: Tres cosas tiene La Palma, que no tiene Madrid, Maguisa, Mikel Norel y Constantine…

Constantine, en el rellano interior de la puerta, encendió un White Eagle con otro. Cometió un fallo, tiró al suelo el cigarrillo que acababa de encender en vez del que fenecía. Se echó a reír, pues recordó, cuando rodando su primera película, cometió el mismo error y tuvieron que volver a rodar por primera y única vez la toma, -nunca más se volvió a rodar una segunda toma de cualquier escena suya-, pues Constantine llevaba el cine en sus venas; fue un tesoro cinematográfico que se descubrió maduro ya y que no precisó de escuela. Cuentan que Constantine no leyó nunca un guion, porque se los sabía todos, y que ayudaba a sus compañeros a aprender los de ellos. También cuentan que Constantine llegó hasta corregir los guiones que interpretaba. Siguió riéndose Constantine, mientras bajaba los seis escalones, al mismo tiempo que tomó otro cigarrillo y lo alumbró de la misma manera que la vez anterior. Es decir, encendiendo uno con otro. Esta vez sí que tiró al suelo el que moría.

Carmencita se dejó encandilar por Constantine, como cuando estás frente a una pantalla de cine y la luz de ella se refleja sobre la cara y pupilas del espectador. Reconoció a su actor favorito, con el que tantas veces soñó tener una velada. Se dijo a sí misma: “¡Uy, esta noche está siendo mucho para mí!” Lo fue a esperar al principio de la escalera. Cuando Constantine bajó el último escalón y ya Carmencita estuvo a la altura de él, le dijo que esa noche iba a cenar como nunca. Constantine le sonrió y le dijo sonriendo: “¿Cómo el coñac Fundador, que está como nunca?”

Constantine, en su huida hacia adelante, a las mazmorras de la Dirección General de Seguridad, al pasar por delante de la puerta del local de la CNT/FAI, sí notó esta vez algo raro, pero no se pudo detener, porque al llevarse la mano inconscientemente a su cartuchera, que se la ponía en donde mismo Maguisa estaba llevando ahora mismo su pistola, entre sus ingles, se percató de que su cartuchera estaba sin revolver. “¡Que día de más espanto llevo hoy! ¡El soplón que tengo metido en la CNT/FAI me dio el chivatazo con un error de un par de horas! ¡El puto cantante mexicano, el Charro ese de mierda, me hace pasar un ridículo bochornoso en La Carmencita! ¡Y ahora resulta que Maguisa, mi diva, me roba la pistola, como lo hizo en su primera película con el Detective Constantine!” –pensó.

No subió al local de la CNT/FAI, como tampoco dio la media vuelta para ir a requisarle a Maguisa la pistola que le había birlado, por no sentir mayor ridículo en La Carmencita. ¡Y eso que no sabía en donde la había guardado su venerada!

Sin embargo, sí paró en el primer bar por el que pasó por delante para pedir un licor Cacao Pico. En aquel peregrinar hasta la DGS hizo varias veces un alto, por la misma razón todas ellas, ir sumando licor Cacao Pico, y recreándose en los modelos de palizas y torturas que iba a ensayar durante toda aquella madrugada. “Solo quiero, al entrar a los calabozos, encontrarme con algún mexicano y algún palmero”- masculló.

El último licor Cacao Pico se lo tomó en la Cafetería California, en donde tres años más tarde se pondría una bomba, -todavía hoy, no se sabe bien a ciencia cierta quién realmente lo hizo-, que ocasionaría más de una docena de muertos. Billy llevaba perfecta cuenta de todos los licores Cacao Pico bebidos ¡Y tan clara tenía la cuenta, como oscura iba a ser la noche en las mazmorras de la DGS.!

Maguisa, sonriendo, preguntó quién cantaba aquella canción tan simpática, cuando ella bajaba por las escaleras. Fue Hiperión mismo el que le contestó: “Yo, Hiperión, que llevo ya casi dos días muerto, y todavía no me he podido zafar del todo de esta dimensión, de la que espero salir pronto y llegar a la luz plena, porque estoy a claro oscuras. Estoy, bueno, yo no, - yo estoy en distintos lugares a la vez-mejor dicho, están mis cenizas dentro de esa urna a la que estás mirando. A ti no te conocí personalmente en vida, pero escuché muchas historias sobre ti cuando fui un verano a La Palma con Mónica: las legiones de jabatos, a las que cuando oscurecía el día, las arrastrabas, al antiguo jardín de Las Monjas, hoy convertido en parque infantil; al viejo campo de deportes del único instituto que había entonces; al Callejón de Reyes, por detrás de la casa en la que trabajabas; a los prismas de la plaza de San Fernando, o Las Explanadas, como también se llama aquel lugar. Te estaba viendo, - eso es lo que tiene de especial esta dimensión en la que estoy-, cuando estabas hace un momento tendida en la calle con Billy El Niño encima de ti. Sé lo que te ocurrió con la pistola de Billy, -no con su pene- , y que con tu larga experiencia sexual, aquello no te había ocurrido nunca. Lo que te ocurrió te lo explicarán esta noche las personas más conocedores del tema, que están ahora con todos nosotros. Aunque tú fuiste iniciada por ellos en Los Cancajos, - por Ninnette, Lissette y El Chivato Tántrico -, sobre ese tema no te dieron ninguna iniciación. Constantine ya te lo adelantó, has eyaculado Agua Sagrada de Ruanda. Billy ya sabe que te quedaste con su pistola, como lo hiciste con la de Cosntantine en vuestra primera película. Pero no te preocupes, no vendrá aquí a por ella. ¡Ya hizo bastante el ridículo hoy! ¡Solo le faltaba venir a dar más testimonio de su impericia! Ahora mismo, Billy, después de tomarse doce licores Cacao Pico, está saliendo de la Cafetería California, y yendo hacia las mazmorras de la DGS. Está deseando encontrar en ellas a algún mexicano, palmero o canario. La noche va a ser dramática para dos personas que están en aquellos calabozos”.

Maguisa, que no se inquietó por estar escuchando la voz de un muerto, pues otro campo de batalla suyo con sus jabatos eran las cercanías del cementerio de la ciudad, donde escuchó muchas conversaciones entre los muertos, sacó de sus bragas todavía mojadas la pistola de Billy. Ninnette, Lissette, El Chivato Tántrico, Mónica y los padres de Hiperión dijeron que empezaba a haber en la habitación olor a Agua Sagrada de Ruanda. Constantine la tomó en las manos, dijo que había que hacerla desaparecer de todas maneras y recalcó que nadie de los presentes ha visto ni escuchado nada. Todos, sonriendo, asintieron, pues sabían que era la mejor manera de llevar aquel avatar de Billy El Niño, que ya de por si era gracioso para ellos. Carmencita, con una sonrisa exultante, le pidió a su divo, Constantine, la pistola de Billy, comentando que ella tenía el sitio idóneo para hacerla desaparecer. “Huele bien”- se dijo, cuando la tuvo en sus manos. ¡Pero no conocía de nada a aquel olor, ni a ninguno parecido!

Se volvió a escuchar la voz tranquilizante de Hiperión diciendo que no había nada por lo que preocuparse, pero que estaban haciendo bien desapareciendo el arma y tomándose todo lo que estaba ocurriendo como si fuera una película. ¡Y de que otra mejor manera había que vivirlo, si estaban encima con tres actores! Pero lo que estaba empezando a ocurrir en la DGS no tenía tintes cómicos algunos, Hiperión textualmente dijo las siguientes palabras: “Billy está entrando a su despacho. Está teniendo conocimiento de que en la estación de trenes de Chamartín habían detenido a una pareja provenientes de Toulouse, mexicana ella, y canario de La Palma, él, con propaganda de la CNT/FAI. Están en las mazmorras, en celdas aisladas, desde el mediodía. Sin agua, sin comida, sin luz, sin reloj, sin wáter. Algo lo más parecido al infierno. Billy El Niño se está tomando en su despacho su decimo tercer licor Cacao Pico. Hace chasquidos con sus dedos de karateca cruel. Se mira al espejo, da grasa a sus botines de piel vaquera, se cambia de chaqueta, se peina, y baja a los sótanos”.

Carmencita sienta a los tres últimos, por ahora, - ¡no se sabe lo que está pasando por la cabeza de Miguel en estos momentos!- , en llegar, a la misma mesa que los demás. Solo el mariachi, por cuestiones de logística, está en una mesa aparte. Maguisa y Mikel Norel, como Ninnette y Lissete, quieren beber Cava Integral Brut Nature de Llopart. Constantine, que está muy pensativo, prefiere beber Mibal Roble; pero antes, quiere beber unas cuantas copas de licor Cacao Pico.

Carmencita trae el cuarto plato. A quien primero le sirve es a Hiperión, que le da las gracias. A Constantine le dice que en seguida les trae a ellos tres los entrantes y el primer plato. Constantine, que no tiene prisa en empezar a comer, la mira con ojos de película, cautivadores, los de su decena de películas en Roma, y le dice, algo socarrón: “Me estoy empezando a sentir, con tu compañía, al igual que con El Fundador, como nunca. ¡Vamos a ver qué tal está tu comida!”

Maguisa, con la pistola de Billy El Niño entre sus bragas fue la primera en entrar a La Carmencita. El segundo fue Mikel Norel. El tercero, pues no eran más, fue Constantine, que en Roma cambió sus botines negros charol, por blancos, charol también; pero que seguía, de una manera insaciable, fumando White Eagle; llevando la misma gabardina llena de hebillas; y el mismo sombrero. Aquellos botines blancos charol, - ¡no había quien no tuviera unos! -, se empezaron a llamar Constantines, tal como hoy se llaman Manolos a los zapatos diseñados por Blahnik.

Quien primero vio a Maguisa bajar por las escaleras fue Hiperión, desde su dimensión privilegiada, y desde la urna de cenizas en donde había quedado resumido su cuerpo. Hiperión, al sentir la presencia de Maguisa, se puso a cantar, con la música de una canción que estaba de moda en aquella época: Tres cosas hay en la vida, salud dinero y amor, y el que tenga estas tres cosas, que le dé gracias a Dios…, el siguiente estribillo: Tres cosas tiene La Palma, que no tiene Madrid, Maguisa, Mikel Norel y Constantine…