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¿Entre la UCI y el hundimiento?

Felipe Ramos

En los últimos meses, y a raíz de los resultados de las Elecciones Europeas del 25 de mayo, se ha generalizado en el ámbito de la izquierda política y social de nuestro país un debate político-ideológico en torno a qué elementos debe articular una opción electoral para conseguir ganar el poder municipal en mayo de 2015.

Para algunos, apoyados en los resultados electorales y en las buenas perspectivas que les auguran las encuestas, una de las claves estaría en superar la vieja distinción entre “izquierda” y “derecha” y lo que representan, para ser sustituida por una nueva dicotomía: “los de arriba” frente a “los de abajo”. Para los que durante años llevamos defendiendo la vigencia de las ideologías, también en las políticas aplicadas en el ámbito local, resulta sorprendente que esta apelación no provenga de la derecha, como tradicionalmente ha sido, sino desde personas cuya trayectoria política y partidaria ha estado anclada en la izquierda alternativa. Que en plena crisis capitalista, cuyas consecuencias estamos sufriendo especialmente en Europa los trabajadores y trabajadoras del Sur, parece que sólo la estrategia y el marketing electoral aconsejarían borrar del discurso político la existencia tanto de izquierdas y derechas, como de las clases sociales.

Para otros, lo importante sería ganar, y cuanto antes mejor, independientemente de que en el camino haya que desprenderse de elementos de la cultura política a la que se pertenecía y de parte del discurso programático e ideológico que antaño se aspiraba a representar. Y es que siguiendo esta interpretación para ganar habría que hacer tabla rasa con todo el pasado, con la “vieja política”, incluso con aquellas organizaciones –a las que se le invita a renunciar a sus siglas-, las cuales, con aciertos y errores, han nadado contracorriente durante décadas planteando que existían otras políticas alternativas a las que se aplicaban. Organizaciones que, en el mejor de los casos consideran que “se hunden” o, en el peor, se encontrarían en “la UCI”.

Pero no bastaría sólo con esto para ganar, sino que habría que repetirlo continuamente, con un voluntarismo extremo que lleva a muchos portavoces de esta “nueva política” a creer que por repetir un millón de veces que aspiran a ganar los resultados electorales de las municipales les darán el triunfo. Pero esta apelación continua a “ganar” lleva implícita la idea de que hasta hoy los partidos alternativos al sistema no lo habrían pretendido, como cuando se afirma: “No queremos ir al ayuntamiento para tener algún concejal y hacer de Pepito Grillo, lo que queremos es ir a ganar para empezar a cambiar las cosas y demostrar que se puede hacer de una forma distinta”.

¿Es necesario para que gane un proyecto de izquierdas no hacer referencia a cuestiones como el sistema económico capitalista o la existencia de clases sociales? ¿Hemos renunciado a cambiar el mundo de base? ¿Nos encontramos ante el triunfo cultural del neoliberalismo que como señala Marcos Roitman “hace posible que proyectos considerados transformadores puedan declamar, como un dogma de fe, no ser ni de derecha ni de izquierda”? Para los que desde hace años canalizamos nuestro compromiso social desde la política de partidos nos gustaría encontrar un poco más de humildad y menos arrogancia y soberbia en estos nuevos/viejos “compañeros de viaje” que, subidos a la ola de dar por finiquitado por enésima vez al proyecto más organizado y continuado de la izquierda transformadora en España, realizan este tipo de declaraciones. Ahí están algunas trayectorias militantes, que a pesar de modas pasajeras o fenómenos mediáticos, han resistido durante décadas defendiendo ideas que por muy antiguas que sean, que no anticuadas, siguen hoy siendo plenamente válidas.

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