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De Madeira a La Palma, el ejemplo imperfecto

Es muy habitual hablar de Madeira en La Palma. Y es que las dos islas mantienen muchas semejanzas, a juicio de quienes la han visitado. Son islas atlánticas de superficie similar, de origen volcánico, de pendientes y barrancos, clima oceánico tropical con influencia de los alisios, aguas y bosques de laurisilva? La caña de azúcar y el vino, en La Palma y Madeira, fueron monocultivos de los siglos XVI y XVII y hoy también presentan superficies, con diferentes proporciones, dedicadas a la viña y los plátanos, protegidos por las subvenciones europeas. Las poblaciones de ambas islas han provocado grandes migraciones históricas a Cuba y Venezuela, desde La Palma, y a Venezuela y Suráfrica, desde Madeira. Pero hasta ahí llegan las semejanzas. Y es que Madeira, sumida en la más absoluta pobreza en el salazarismo que murió con los claveles de 1974, encontró a un mecenas en el histriónico y controvertido Alberto Joao Jardim, protegido sobrino de Agostigno Cardoso, hombre fuerte en Madeira del Estado Novo del dictador Oliveira Salazar, que gobernó Portugal desde 1933 a 1974.

Alberto Joao, como le conocen el el Archipiélago, heredó de su tío Cardoso un exacerbado afán de poder que, desde los comienzos mismos de la Revolución de los Capitanes de Abril plantó cara a Lisboa de manera insistentemente incómoda a los gobiernos lusos. Se le relacionó con El Frente para la Liberación do Arquipélago da Madeira, FLAMA, que fue una organización paramilitar de derechas, cuyo principal objetivo era lograr la independencia de Madeira del Portugal de la Tercera República que, durante el período turbulento del PREC (Proceso Revolucionario en Curso), sus cinco gobiernos provisionales realizaron una radicalización política hacia el comunismo, nacionalizando toda la banca y la mayor parte de la gran industria.

Sin embargo, Joao Jardim fue fundador del PSD, el partido de derechas portugués con cuyas siglas lleva ganando ininterrumpidamente desde 1978 todas las elecciones a Presidente de Madeira, convirtiéndose en el cargo electo que más años lleva gobernando en Europa. Cuando llegó al poder, la Isla había expulsado a la emigración a más de 600.000 personas, los pueblos estaban incomunicados por las dificultades orográficas y las asistencias sociales eran prácticamente inexistentes. Las amenazas de ruptura institucional de Jardim, la incorporación de Portugal a la UE y, sobre todo, la aprobación en 1991 del Estatuto de Autonomía de Madeira, que confiere enormes posibilidades de autogobierno, motivaron un drástico cambio social y económico jamás conocido en la región.

En efecto, el 'Estatuto Político Administrativo da Região Autónoma da Madeira' impulsado por Alberto Joao le da competencias casi de Estado a este archipiélago. Las instituciones locales son competentes, por ejemplo, en políticas demográficas, la inmigración y la residencia; infraestructuras y transporte marítimo y aéreo, incluyendo las escalas y tasas; gestión de los puertos y aeropuertos; pesca; agricultura y ganadería; recursos hídricos, minerales y termales; producción de energía; salud y seguridad social; empleo y formación profesional; educación; cultura y deportes; turismo; obras públicas; servicios sociales; vivienda y planificación urbana; desarrollo industrial; parques y reservas naturales; carreteras, tránsito y transporte terrestre; mantenimiento del orden público; construcción, instalación o uso de bases militares; emisión de pasaportes?

El Gobierno de Alberto Joao ha recibido de Europa la sorprendente cantidad de 2.000 millones de euros que ha invertido en una de las mejores infraestructuras viarias de Europa. Los puentes y túneles acercan casi milagrosamente a poblaciones secularmente aisladas y los servicios públicos abundan por toda la Isla dando trabajo a un “ejército” de más de 30.000 funcionarios públicos: instalaciones deportivas, puertos y aeropuerto, hospitales, centros educativos y espacios públicos habilitados con enormes comodidades se distribuyen generosamente entre los 270.000 habitantes.

El controvertido presidente de Madeira ha conseguido, además, del Gobierno portugués que su Estatuto de Autonomía consagre que todos los impuestos que se cobren en la Isla, se queden en la Isla. El Artículo 108 establece que todos los impuestos, tasas, multas, sanciones y recargos percibidos o generados en su territorio, incluidos los derechos de timbre, derechos de aduana y otros gravámenes sobre vehículos, la gasolina y otros derivados del petróleo sean administrados por el Gobierno madeirense.

Además, el Estado portugués está obligado al apoyo financiero para compensar el hecho insular y lejanía, de conformidad con el principio de la solidaridad nacional, lo que representa un aporte adicional de unos 300 millones de euros anuales.

Todo este paraíso, sin embargo, se desmorona de manera trágica para el Archipiélago hermano: las desastrosas políticas económicas de los diferentes gobiernos portugueses han motivado el rescate por la UE de las finanzas en el país. Y la culpa, se ve ahora, en gran parte es de Madeira y sus políticas de gasto incesante. El presidente Joao se jactaba en decir que “con dinero hago inauguraciones y con las inauguraciones gano elecciones”. No supo ni quiso frenar el ritmo incesante del gasto cuando en 2008 se pararon en seco las ayudas europeas. La solución que ideó fue ir a préstamos internacionales y deuda pública, lo que provoca en estos momentos un déficit fiscal superior, porcentualmente, al de Grecia, según el propio Gobierno de Portugal, de su mismo signo político. Madeira se ha convertido en un problema sin solución aparente desde que Alberto Joao Jardim, electo desde 1978, anunciara hace pocos días que su Gobierno debe la sorprendente cantidad de 6.000 millones de euros, lo que desequilibra por completo las expectativas de reducción del déficit del Estado Portugués, de acuerdo a las previsiones establecidas para 2013.

La Palma se parece mucho a Madeira, a los palmeros nos gusta visitar Madeira y venimos encantados con tanto desarrollo y aparente bienestar. Ahora se sabe que todo estaba basado sobre cimientos políticos y económicos de poca solvencia que ahora hay que gestionar sin recursos. Alberto Joao tiene como slogan electoral “prà frente, sempre”. Y lo ha vuelto a hacer. Le ha comunicado a su partido y al pueblo de Portugal que, si no financian sus deudas, pedirá la independencia de las Islas. Es una estrategia que, hasta ahora, le ha funcionado.

Es muy habitual hablar de Madeira en La Palma. Y es que las dos islas mantienen muchas semejanzas, a juicio de quienes la han visitado. Son islas atlánticas de superficie similar, de origen volcánico, de pendientes y barrancos, clima oceánico tropical con influencia de los alisios, aguas y bosques de laurisilva? La caña de azúcar y el vino, en La Palma y Madeira, fueron monocultivos de los siglos XVI y XVII y hoy también presentan superficies, con diferentes proporciones, dedicadas a la viña y los plátanos, protegidos por las subvenciones europeas. Las poblaciones de ambas islas han provocado grandes migraciones históricas a Cuba y Venezuela, desde La Palma, y a Venezuela y Suráfrica, desde Madeira. Pero hasta ahí llegan las semejanzas. Y es que Madeira, sumida en la más absoluta pobreza en el salazarismo que murió con los claveles de 1974, encontró a un mecenas en el histriónico y controvertido Alberto Joao Jardim, protegido sobrino de Agostigno Cardoso, hombre fuerte en Madeira del Estado Novo del dictador Oliveira Salazar, que gobernó Portugal desde 1933 a 1974.

Alberto Joao, como le conocen el el Archipiélago, heredó de su tío Cardoso un exacerbado afán de poder que, desde los comienzos mismos de la Revolución de los Capitanes de Abril plantó cara a Lisboa de manera insistentemente incómoda a los gobiernos lusos. Se le relacionó con El Frente para la Liberación do Arquipélago da Madeira, FLAMA, que fue una organización paramilitar de derechas, cuyo principal objetivo era lograr la independencia de Madeira del Portugal de la Tercera República que, durante el período turbulento del PREC (Proceso Revolucionario en Curso), sus cinco gobiernos provisionales realizaron una radicalización política hacia el comunismo, nacionalizando toda la banca y la mayor parte de la gran industria.