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Preservar una tradición centenaria: el cultivo del tabaco más allá del cigarro puro

Carmen Concepción.

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Fueron dos marinos españoles, cumpliendo órdenes de Colón de explorar la isla de Cuba, cuando al llegar a la orilla de una de las playas de San Salvador, descubrieron la hoja del tabaco. Allí, los nativos los recibieron con frutas, jabalinas de madera y ciertas “hojas secas que desprendían una peculiar fragancia”.

Uno de ellos, Rodrigo de Jerez, a su vuelta a España, no dudó en introducir la costumbre de fumar tabaco, acción por lo que tuvo que pagar un alto precio: la Inquisición lo encarceló por practicar algo pecaminoso e infernal.

A pesar de ello, el hábito se puso de moda, y en el siglo XVI el fumar había sido adquirido por todo tipo de clases sociales. Al principio, fueron los frailes en las huertas cerradas de sus conventos los más entusiastas plantadores de tabaco, quienes lo utilizaban con fines ornamentales y medicinales.

El cultivo del tabaco y los beneficios de la planta se extendieron por Europa, llegando incluso a la realeza. Existe una curiosa anécdota en la que se cuenta, que el embajador francés Jean Nicot, su protagonista, puso de moda el uso de la hoja del tabaco como resultado de una buena acción: la Reina Catalina de Médicis, quien sufría fuertes jaquecas, hizo caso al ilustre cuando le recomendó que lo tomara aspirándolo por la nariz. Los dolores desaparecieron y el rumor hizo que el tabaco, como remedio curativo, se extendiera por toda Francia y el resto de Europa.

Incluso, el botánico sueco Linneo, cuando publicó su Species Plantorum, no dudó en elegir el nombre Nicotiana Tabacum en homenaje al embajador.

Poco a poco, los grandes viajes marítimos de los siglos XVI, XVII y XVIII alrededor del mundo contribuyeron a llevar el tabaco y el hábito de fumarlo hasta las costas de Asia, África y Oceanía. Su culminación tuvo por protagonista al siglo XIX, en plena efervescencia del movimiento romántico. A partir de ahí, el tabaco no tardó en convertirse en el más revolucionario de los fenómenos sociales.

En Canarias, y más concretamente en La Palma, no se sabe exactamente cuándo se introdujo el tabaco; sin embargo, existen documentos que confirman que desde el siglo XVIII se conoce su cultivo en la isla con fines de intercambio mercantil con América.

Y ya en el siglo XIX, con motivo de la caída de la cochinilla, podemos hablar en La Palma de la siembra y de una elaboración artesanal del tabaco, fruto del aprendizaje de los palmeros que emigraron a Cuba y compartieron e intercambiaron técnicas y conocimientos. Desde la selección de las hojas de tabaco hasta el torcido manual, cada paso es realizado con destreza por manos expertas, quienes han ido transmitiendo este conocimiento de generación en generación.

Cuentan los mayores de Breña Alta (la que aquí suscribe realizó, junto a Daniela Rodríguez Lorenzo, un trabajo de investigación y recuperación de la memoria oral: “Breña Alta, Memoria de nuestros mayores”) que se usaba la hoja de tabaco en polvo “rape” como anestésico para las parturientas; lo esnifaban por la nariz y paliaban así los dolores antes y durante el parto.

Cuentan también nuestros mayores que se utilizaba la planta, en modo de cataplasma, como remedio para las afecciones respiratorias, también como remedio para el dolor de muelas y para tratar picaduras de insectos. Sin embargo, de momento, su uso con fines medicinales no está respaldado por evidencia científica y puede ser peligroso si se utiliza indebidamente.

Algunos agricultores han utilizado extractos de la hoja de tabaco como producto natural para controlar plagas en los cultivos. Y es que los compuestos químicos presentes en la hoja pueden tener propiedades repelentes o tóxicas para ciertos insectos. Actualmente, se sigue investigando al respecto, aunque su uso es aún controvertido debido a los posibles efectos negativos para el medioambiente y la salud humana.

Esperemos que proyectos como NEWCOTIANA contribuyan a revitalizar el cultivo tradicional de tabaco en La Palma, que se encuentra lastrado por sus usos actuales, revitalizando así áreas rurales en declive con productos de alto valor de acuerdo con los principios de la Economía del Conocimiento, proporcionando a la industria, a los responsables políticos y a los consumidores, pruebas experimentales que faciliten la toma de decisiones sobre su adopción en Europa.

Será la investigación científica la que evalúe y avale la seguridad de la hoja del tabaco como producto fitosanitario natural, ecológico y alternativo a pesticidas convencionales.

Será Cultura Mágica, la empresa palmera de gestión turística y cultural, la que se encargue de reflexionar e invitar también a hacerlo a los demás, sobre los desafíos y oportunidades para la preservación de la tradición del tabaco en La Palma, en un contexto de cambio de tendencias de consumo y regulaciones.

La tradición del tabaco en La Palma va mucho más allá que a la de un cultivo y un puro; es un legado cultural que ha resistido el paso del tiempo y sigue siendo parte importante e integral de su identidad. Desde sus humildes comienzos hasta su diversificación en usos alternativos, el cultivo de la hoja de tabaco ha tejido su historia en la isla, ha dejado una marca en el mundo, la del puro palmero, y ha forjado una identidad y un patrimonio local, símbolo de la fuerza y resistencia de la comunidad palmera.

Pocos rincones quedan ya en los que se vea una mata de tabaco brotando.

Gracias a los seis artesanos fabricantes que aún quedan en La Palma (de casi una veintena de fábricas que hubo), se mantienen algunos espacios sembrados de esta planta mágica, que no solo embellecen nuestro paisaje, sino que también mantienen el sello de identidad del puro palmero en una de las últimas reservas tabaqueras de Canarias, donde su recuperación permitirá conocer la labor artesanal de un oficio centenario que utiliza materia prima palmera, hoja de tabaco sembrada, recogida y secada en la isla, sobre una tierra fecunda que fue cien por cien tabaquera: Breña Alta.

¿Por qué no apoyar y recuperar el cultivo de tabaco para poder mantener una labor artesanal, la del puro palmero, que ha sido y es la identidad de un municipio: Breña Alta, de una isla: la de La Palma, y de una región: Canarias?

Agradecemos a nuestros lectores el acompañarnos a través de este viaje de descubrimiento y reflexión en voz alta, que pretendemos sirva de ventana a la autenticidad, a la riqueza cultural y a la belleza de una isla única en el corazón del Atlántico.

¡Hasta la próxima inspiración mágico-palmera!

*Carmen Concepción es CEO, cofundadora y directora del área de 'Turismo azul' de Cultura Mágica

www.culturamagica.es

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