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Un recuerdo a San Borondón

Hace algunos años de tu partida y tengo la certeza, sin que sea nada especial, que te he hallado dentro todo el tiempo, en los momentos más crueles y maravillosos, en cada paso sobre la seroja de aquel poema, o en toda una orquesta sinfónica lejos de ser perfecta.

San Borondón es una isla que no existe y es cierta al mismo tiempo, en cada uno de nosotros y no en lo que vemos fuera. Solo en esta encrucijada de entenderse a uno mismo, San Borondón resulta ser real.

Y entonces aparece Garafía, y he comprendido por qué el amor tiene una posibilidad, porque te he encontrado en cada rincón de esa tierra y en su profunda autenticidad, en el sonido del viento golpeando el árbol, o cerca del mar, o en las huellas imborrables de tus paseos con Concha.

Luis, y ahora es cuando te devuelvo la palabra, esa que no se ha perdido. Gracias por el legado más esperanzador que pudiéramos tener, el reconocernos alguna vez, para no olvidar jamás que es posible entender, que es posible la música, que es posible el abrazo y que es posible la isla.

Aún sigo sin poder escribirte, sin amarrar las palabras a algún puerto del que puedan partir. Pero la idea de creer que San Borondón resulta intacta dentro de nosotros, y que fue, y es, la culminación de tu paso por la tierra, de que nos hayas ofrecido otra mirada, otra forma de pasar por el lado del corazón, el mismo que te arrebató la idea de la inmortalidad y que al mismo tiempo, como la isla, sigue latiendo con más fuerza que nunca. Quiero creerlo, necesitamos creerlo.

Pablo Díaz Cobiella

Hace algunos años de tu partida y tengo la certeza, sin que sea nada especial, que te he hallado dentro todo el tiempo, en los momentos más crueles y maravillosos, en cada paso sobre la seroja de aquel poema, o en toda una orquesta sinfónica lejos de ser perfecta.