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San Telmo

Cuando veo las fotos en gris de antiguas plazas, alamedas, calles y balcones a los que se alongaba la vida de antes, y las comparo con la simetría actual de los paseos costeros y el vacío ornamental de los monumentos de autor, tan del gusto de los nuevos ricos, siempre me pregunto si valió la pena arrancar nuestras raíces, destrozar nuestros rincones más pintorescos; alejarnos para siempre del mar, despreciar la melancolía de nuestros mayores; sepultar bajo materiales modernos y brillantes los adoquines que pisaron nuestros antepasados; tolerar que responsables públicos engalanados de un falso plumaje de canariedad destruyeran y sigan destruyendo nuestro legado histórico.

Hoy el atropello lleva la firma del Cabildo de Tenerife y del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, quienes ejecutan en estos días la disparatada demolición y muerte del Muro de San Telmo y del Paseo del artista César Manrique, situados dentro de un BIC. No solo no se protege el poco patrimonio histórico y cultural de la ciudad marinera, sino que el proyecto plantea la destrucción de un Muro que data de 1767 para “abrir la ciudad al mar”. Según señala José Melchior Hernández Castilla, la desaparición del Paseo de San Telmo se asemeja al derribo y enterramiento en 1928 del Castillo San Cristóbal (1577) de Santa Cruz de Tenerife.

Desde la Plataforma Ciudadana Maresía se ha intentado dialogar con los responsables públicos; se han presentado más de mil firmas junto a pruebas e informes de expertos, como el del historiador Nicolás González Lemus, demostrando el carácter histórico del muro y de su entorno; o el de la Fundación César Manrique, justificando que el paseo actual es obra del artista y solicitando su lógica protección; también el Departamento de Historia del Arte de la Universidad lagunera se ha mostrado contrario al desaguisado. Pero nada ha valido. No se ha tomado en consideración ninguna de las casi dos mil alegaciones, ni atendido a una sola de las sugerencias presentadas. La lucha de la ciudadanía portuense por salvar su patrimonio más singular se ha estrellado contra un muro construido con soberbia, voracidad destructiva, ignorancia e intereses inconfesables. Un muro éste que sí que habrá de ser derribado.

mvacsen@hotmail.com

Cuando veo las fotos en gris de antiguas plazas, alamedas, calles y balcones a los que se alongaba la vida de antes, y las comparo con la simetría actual de los paseos costeros y el vacío ornamental de los monumentos de autor, tan del gusto de los nuevos ricos, siempre me pregunto si valió la pena arrancar nuestras raíces, destrozar nuestros rincones más pintorescos; alejarnos para siempre del mar, despreciar la melancolía de nuestros mayores; sepultar bajo materiales modernos y brillantes los adoquines que pisaron nuestros antepasados; tolerar que responsables públicos engalanados de un falso plumaje de canariedad destruyeran y sigan destruyendo nuestro legado histórico.

Hoy el atropello lleva la firma del Cabildo de Tenerife y del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, quienes ejecutan en estos días la disparatada demolición y muerte del Muro de San Telmo y del Paseo del artista César Manrique, situados dentro de un BIC. No solo no se protege el poco patrimonio histórico y cultural de la ciudad marinera, sino que el proyecto plantea la destrucción de un Muro que data de 1767 para “abrir la ciudad al mar”. Según señala José Melchior Hernández Castilla, la desaparición del Paseo de San Telmo se asemeja al derribo y enterramiento en 1928 del Castillo San Cristóbal (1577) de Santa Cruz de Tenerife.