El otro día leí unos datos preocupantes, el 54% de los hombres jóvenes de entre 16 y 24 años en Catalunya, la llamada generación Z, está de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación de que el feminismo “ha ido demasiado lejos”. Además los hombres jóvenes de 16 a 24 años son el único grupo que considera que hay desigualdad hacia el género masculino.
Angela Saini, entrevistada en El País, se preguntaba si como feministas hemos hecho un buen trabajo vendiendo la igualdad de género tanto a hombres como a mujeres.
Pienso que, además, de la inadecuada estrategia de comunicación por parte del feminismo, hay más causas. Existen intereses políticos y económicos, que evitan que salga a la luz la idea feminista de que la igualdad de género no es sólo para mujeres y que el patriarcado socava también los derechos de los hombres.
Por un lado, a la derecha extrema le interesa explotar el nicho de votos masculino azuzando el miedo que algunos hombres tienen a la pérdida de poder por el avance de la igualdad.
Por otro lado, el sistema de las redes sociales crea cámaras de eco donde el feminismo se convierte en una caricatura. Recordemos que las redes sociales pertenecen a un entramado de empresas tecnológicas cuyo máximo objetivo es obtener beneficios, creando algoritmos que resaltan las noticias más exageradas, las expresiones del feminismo que más convienen a sus fines. De modo que, ante los ojos de la mayor parte de la población, se dibuja una imagen muy sesgada de lo que es el feminismo y lo que supone la igualdad de género.
También es cierto que en ocasiones dentro del feminismo se han coreado ciertas consignas extremas como contra violación castración, fruto del hartazgo, del dolor y sufrimiento. Sin embargo, está claro que la revolución más importante del siglo XX ha sido la de las mujeres y es la primera revolución no violenta de la historia.
El feminismo es un movimiento plural, muy variado, en el que conviven muchas tendencias, a veces con graves enfrentamientos entre sí. Hoy quiero hablar como una de las posibles voces del feminismo.
Las reflexiones de este artículo nacen a partir de una experiencia que se lleva a cabo en el CEIP Adamancasis en La Palma, gracias al entusiasmo y la colaboración de su profesorado. En mi colegio, con motivo del 8 de marzo, entre otras acciones muy interesantes, se realiza la siguiente actividad: vamos a hablar en las clases de 5º y 6º (11 y 12 años) sobre qué entendemos por feminismo, igualdad de género, qué consecuencias tiene el patriarcado … Facilitamos el diálogo dos mujeres y un hombre, profesores de este centro.
Queremos dejar claro que el feminismo es un movimiento que apuesta por la liberación de la mujer. Desde nuestra concepción feminista, los hombres no son nuestros enemigos, son nuestros aliados en la lucha contra el patriarcado. Vamos a poner de relieve esta última cuestión, tratando de hacer explícito cómo los hombres están también oprimidos por el patriarcado. Hablamos de que:
· Los chicos están mucho más constreñidos por rígidas normas sociales en su forma de vestir (¡no a los vestidos, corbatas y americanas en verano!).
· Los chicos no pueden llorar (aunque esto está cambiando un poco). No pueden demostrar demasiada sensibilidad o vulnerabilidad, so pena de ser tildados de “nenazas”, “maricones” o epítetos similares.
· Los chicos tienen que ser fuertes en todo momento. Deben superar la adversidad, el sufrimiento que siempre acarrea la vida, sin hacer una mueca. Lo único que se les permite es sumergir sus penas en la bebida.
· Los chicos tienen que ser proveedores del sustento familiar y tener éxito profesional. Ganar menos que tu pareja o ser despedido del trabajo es algo que se vive doblemente mal en el mundo masculino, por esos clichés rígidos en los que están socializados.
· Los chicos están limitados emocionalmente. Se les ha sometido a un riguroso aprendizaje para que se desprendan de su parte emocional y no conecten excesivamente o indaguen en lo que sienten. Es muy difícil que un hombre adulto reconozca y exprese lo que está experimentando en su interior (a no ser que haya bebido o perciba un entorno especialmente seguro).
· Aunque los chicos están avanzando, por ejemplo, cada vez hay más padres que llevan a sus hijos al colegio o asisten a las reuniones y se ocupan de tareas domésticas, siguen siendo una minoría. Se están perdiendo una actividad humana muy hermosa, los cuidados.
Atender y cuidar nos hace más humanos, menos violentos y desarrolla nuestra capacidad de amar, sentir, la empatía....
· Unas relaciones entre iguales son unas relaciones mucho más satisfactorias que las basadas en el abuso de poder...
Podríamos hablar también de que:
· El fracaso y abandono escolar es fundamentalmente masculino y no se analiza desde una perspectiva de género.
· Los hombres tienen menor esperanza de vida que las mujeres, más enfermedades cardiovasculares y un mayor índice de suicidios. Todos estos datos tampoco se abordan desde una perspectiva de género.
Por todas estas razones, considero que los hombres tienen intereses objetivos en acabar con el patriarcado. Pablo Pérez, terapeuta que imparte Talleres vivenciales para hombres, dice “Somos los soldados, los tontos útiles de este sistema. Somos el brazo ejecutor de sus políticas de desigualdad y de opresión”.
Los hombres son nuestros aliados. Me gustaría que pensaran sobre ello y que eligieran sus propios caminos.
Yo quiero un mundo en el que el género no justifique ninguna opresión, minusvaloración o desprecio. Un mundo en el que el género no defina nuestras opciones vitales, nuestras expectativas, nuestra manera de expresarnos o aparecer ante los demás.
Defiendo la idea de una sociedad “desgenerada” en la que el género no tenga importancia y únicamente seamos personas con una amplísima gama para manifestar nuestros afectos, el cómo aparecer ante los demás y mostrar lo que realmente somos, nuestro ser más íntimo.
*Beatriz Imbert Astier es profesora en tareas de voluntariado del CEIP Adamancasis de El Paso y colaboradora de Asociación Feminista Jacaranda Palmera
*Nota de agradecimiento: no hubiera podido escribir este artículo sin la inestimable ayuda de Begoña Mendia, Pablo Pérez y mi hija Trini, así como el apoyo y entusiasmo de mis compañeras y compañeros de colegio.