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Con subjetividad palmera

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“Error funesto es decir que hay que comprender la música para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta”Error funesto es decir que hay que comprender la música para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta“. Manuel de Falla.

La subjetividad es esencial como fuente de pensamiento porque aporta además de opinión, color y belleza. Y la belleza es un “plus” que nuestra conciencia regala al mundo al expresar su parecer y nuestra manera de ver las cosas. Cuando nos referimos de forma vehemente a una pintura, un gesto hermoso, un paisaje, o una música determinada, nuestra apreciación subjetiva va más allá de lo que son, su significado importa tanto que nuestros juicios, opiniones o sugerencias son transformados por los sentimientos e influidos por las emociones. La imagen de la “Virgen de las Nieves”, que los palmeros tanto veneramos, es para nosotros algo más que una escultura del siglo XIV, modelada en terracota y policromada, de estilo románico tardío. Es la Patrona. Y como tal el ingrediente básico de la fiesta o de las fiestas: La Bajada y la Onomástica cada 5 de agosto. En ambas, la exaltación y la alabanza se elevan movidas por un empuje afectivo y único, por una sacudida emocional difícil de describir.

El pueblo, romero y peregrino, se reunió un año más en torno a Asieta (así llamamos en La Palma, a “la Dama de las Nieves”) para rendirle homenaje. Ella es fedataria de los tiempos y testigo de nuestras edades; desde su Santuario del Monte, nos ayuda a solidificar los contrafuertes de una sociedad, a la que ponemos en peligro los propios palmeros con nuestros rencores y aversiones personales, en lucha permanente con nosotros mismos e incapaces, en nuestro desánimo, de abrir ventanas de esperanza, tal vez, sin darnos cuenta de que “aquellos que cuidan la higuera, comerán de sus frutos”. Sin embargo, el Día de las Nieves sentimos a La Palma unida y con voluntad de presencia. ¿Qué ejemplo de unidad nos dio este año el coro de voces de diferentes municipios congregadas por Fernando Felipe Martel para cantar la “Misa en mi b mayor a modo de Berceuse, opus 93” de Luís Cobiella? ¿Quién no encuentra sublime la Misa con la que cada lustro, en tiempo de Bajada, recibimos a la Virgen en la Parroquia del Salvador? Se trata de una pieza que provoca en los palmeros los más excelsos sentimientos. El que fuera director del Coro Nacional de España, el palmero Tomás Cabrera, nos hizo el regalo de dirigir la obra de Luís? Y mientras las voces nos llegaban desde arriba, notábamos abajo la música callada del silencio como parte de un ceremonial extraordinario que nos hizo recordar las palabras de Franz Liszt: “La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso”.

No sé si pecamos de “patrioteros” al pensar en la próxima Bajada e imaginar una orquesta de la Isla, en alentar la posibilidad de reunir a los músicos palmeros que se han ganado a pulso un prestigio y que, en la actualidad, se hallan repartidos en distintas agrupaciones sinfónicas y de cámara, dentro y fuera del territorio nacional. Hemos tenido el placer de hacer una lista y son más que suficientes? Luego, junto a ellos y ellas, están las voces, que también las hay, y que no querrían estar ausentes de un proyecto lleno de significado. Al escuchar cantar al coro en homenaje a la Virgen y, de paso, al insigne compositor, notamos tal sentimiento que tuvimos la impresión de que nos transmitían con él, este mensaje: “Nuestro trabajo debería hacer soñar a la gente.” Y de pronto, hemos sentido la emoción encendida de un desafío: ¿Seremos capaces de convencer y aunar a los palmeros que “tocan y cantan” para que las fiestas sean un escaparate de lo que tenemos y de esa fuente de cultura que hemos derramado al exterior?

Creemos que la idea no se debe dejar al albur de los acontecimientos. El control y la ejecución, es decir, la actividad motora de estos festejos corresponde en gran medida a los políticos, pues es verdad que nosotros, la gente del pueblo, cuando se aproximan las Fiestas Lustrales, ponemos en valor los sentimientos por encima del dinero. Pero sería bueno que, por una vez, políticos y pueblo caminaran juntos, movidos por ese ingrediente emocional de la Bajada. El papel de las instituciones no basta por sí sólo para vertebrar la recta organización de unos festejos difíciles y complejos que forman parte de nuestra vida colectiva. La Bajada de la Virgen contiene una sustancia con perfume de inmortalidad; es como una hoguera que, alimentada por la tradición, arde en el interior de los palmeros. Son fiestas genuinas que aspiran a ser declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que, por ese carácter peculiar, tendrían que ser auténticamente nuestras. La empatía emocional que nos acerca a la recreación lustral de estos festejos refuerza el poder de protección de los palmeros. No en vano, la Bajada de la Virgen nos sujeta al pasado por los hilos de tiempo y, por tanto, al tejido tricentenario de su historia.

Es posible que la interpretación de la “Misa en mi b mayor a modo de Berceuse, opus 93” de Luís Cobiella a cargo de un coro palmero reunido de forma casi improvisada en el Santuario de las Nieves nos haya servido de excusa para trasladarles un sentimiento compartido, pero como señalara Víctor Hugo: “La música expresa aquello que no puede decirse con palabras, pero no puede permanecer en silencio”. Nosotros tampoco.

“Error funesto es decir que hay que comprender la música para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta”Error funesto es decir que hay que comprender la música para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta“. Manuel de Falla.

La subjetividad es esencial como fuente de pensamiento porque aporta además de opinión, color y belleza. Y la belleza es un “plus” que nuestra conciencia regala al mundo al expresar su parecer y nuestra manera de ver las cosas. Cuando nos referimos de forma vehemente a una pintura, un gesto hermoso, un paisaje, o una música determinada, nuestra apreciación subjetiva va más allá de lo que son, su significado importa tanto que nuestros juicios, opiniones o sugerencias son transformados por los sentimientos e influidos por las emociones. La imagen de la “Virgen de las Nieves”, que los palmeros tanto veneramos, es para nosotros algo más que una escultura del siglo XIV, modelada en terracota y policromada, de estilo románico tardío. Es la Patrona. Y como tal el ingrediente básico de la fiesta o de las fiestas: La Bajada y la Onomástica cada 5 de agosto. En ambas, la exaltación y la alabanza se elevan movidas por un empuje afectivo y único, por una sacudida emocional difícil de describir.