250 familias corren a toda prisa hacia sus casas en el barrio de Todoque. Ya habían sido desalojadas, pero ahora la lava del nuevo volcán de La Palma avanza hacia allí sin pausa y amenaza con sepultarlo todo en su camino hacia el mar. Poco más de una hora es el tiempo que tienen los vecinos para recuperar sus enseres, acompañados por trabajadores de Protección Civil y del Centro de Coordinación Operativa Insular (Cecopin). El barrio de Todoque, que no supera los 2.000 habitantes, está a punto de desaparecer.
Decenas de furgonetas y vehículos han salido este mediodía del barrio de Todoque, inundado por la ceniza, cargados con colchones, neveras con fotos y sillas de ruedas. Una de las vecinas, sentada encima de sus pertenencias, no dejaba de llorar. Otro vecino advertía a la Guardia Civil de que una mujer se había atrincherado en su vivienda, y amenazaba con no salir de allí si no le dejaban llevarse con ella a sus animales.
El volcán ha dado muy poco tiempo a los vecinos para rescatar sus cosas. Algunas familias ni siquiera han llegado a tiempo. En un vídeo difundido por el cuerpo de bomberos, se observa a un matrimonio que, forzado por la colada de lava, debe dar marcha atrás a su vehículo sin haber cogido nada de su casa. ''Lo importante es la vida'', les intenta consolar un agente. ''El desconsuelo es absoluto''.
La propagación de la lava hace que ya sean 183 las viviendas destruidas por la catástrofe y 6.000 las personas desalojadas. Además, se prevé que el río cause más daños antes de llegar al océano, tanto en viviendas, como en infraestructuras y cultivos. El momento en el que la colada alcance el agua ''será crítico'', según el presidente canario. Ángel Víctor Torres ha recordado que la única víctima mortal de la erupción de Teneguía, en 1971, murió al inhalar gases cuando la colada entró en el agua.
Buena parte de la población de La Palma no solo ha perdido su vivienda, sino también sus cultivos. El sur de la isla es una de las joyas en la producción de plátano de Canarias y los agricultores temen que sus fincas queden calcinadas o que, en otros casos, no puedan acceder a regar las plataneras. Si desaparecen las plantaciones, las pérdidas económicas podrían ser desastrosas, ya que La Palma envía una media de 7.000 toneladas de plátano a la Península cada semana.
Para estas 250 familias, como para el resto de personas desalojadas, una hora no ha sido suficiente para recuperar los recuerdos y el trabajo de toda una vida. A pesar de que son muchos los curiosos que se aglomeran en las montañas y los miradores para contemplar los ríos de lava, el dolor es unánime. La lava aún no ha engullido la casa de María José, una joven palmera que no puede contener las lágrimas al ponerse en la piel de sus vecinos: ''Al final todos hemos perdido''.